2004-09-29

Sembradores de esperanza, Corea – Hno. Juan Castro Leñero

El Reino de Dios es como un hombre que arrojó la semilla en la tierra, y ya duerma, ya vele, de noche y de día , la semilla germina y crece, sin que el sepa como …

Hace unos días participé en una ceremonia en la que conmemorábamos la fiesta de la virgen de la Merced o de los Mercedarios. Esa celebración me proporcionó la inspiración para escribir estas líneas, que quieren ser por una parte un testimonio de gratitud a todos los hermanos que sin ruido continúan la misión de ser Sembradores de Esperanzas, promotores de vida y de Vocaciones misioneras para la mies del Señor. Y por otra parte un impulso para continuar el trabajo vocacional desde el lugar que estemos.

Vivo en Corea desde hace 30 años y en estos últimos, el contacto con religiosos y religiosas de otras comunidades me ha hecho valorar más y más el trabajo de los Hermanos en la Misión Educativa. Dos sacerdotes Dominicos me han dicho: Juan, nosotros estudiamos con los Maristas en Salamanca. Hace unas semanas un joven aspirante Agustino me decía: Hermano, yo soy 10% marista pues he hecho mi escuela media en el Colegio San José de Australia y tengo muy buenos recuerdos de los Hermanos de ese país. Una hermana Franciscana Capuchina de Colombia, me ha dicho: Hermano, yo quiero mucho a los hermanos pues mi Papá fue Hermano Marista. Otra Hermana Ecuatoriana de la misma congregación. Yolanda, me dice, yo he recibido toda mi formación con los Maristas. Un sacerdote Misioneros de la Consolación, que se llama Eugenio, ese mismo día me dijo: Fíjate que yo también estudié con los Maristas 9 años, en España. Una de las Hermanas Mercedarias, Superiora de esta comunidad internacional que trabaja al sur del país y de las cual era su fiesta patronal me dice: Hermano, yo iba a ser del grupo de las Hermanitas , soy de Perú y estudie con los hermanos 16 años. Solia es otra Hermana de la misma congregación Mercerdaria y del mismo país, Perú; ella también estudió con los hermanos varios años.

En esta reunión familiar, en la que no había más de cuarenta personas, descubro todos estos testimonios de vocaciones misioneras que han sido forjados a través de los años por la silenciosa labor del sembrador.

HERMANOS VALE LA PENA SEGUIR SEMBRANDO, NO HAY QUE DESANIMARSE POR LOS MUCHOS OBSTÁCULOS QUE DESTRUYEN Y AMENAZAN LA SIEMBRA. Todas las dudas sobre la misión, la poca fe, toda la impaciencia no pueden disminuir la certeza en Jesús; a pesar de todos los fracasos, Dios lleva sin cesar sus comienzos a la plenitud. Tomemos a Dios en serio, contemos con Él y continuemos sembrando esperanzas en los campos del Señor en donde laboramos día a día.

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