2013-09-06

Un marista, contra la miseria

Del periódico La Tribuna de Talavera un reportaje sobre el Hno Eugenio Sanz.

class=imgshadowEugenio cumplió ayer 57, pero no está para celebraciones. Ni tampoco para tirar comida como observa en España en su vuelta temporal al país para reencontrarse con su familia tres años después. Este hermano marista de Talavera, que ha criado arrugas en medio de la barbarie, vive ahora mismo una angustiosa cuenta atrás que finaliza a finales de octubre. Precisamente, su mente sobrevuela un lugar remoto del mundo en el que parece que hace décadas se ha detenido el reloj de la evolución social. En este periodo corto de tiempo, debe reunir 150.000 euros para hacer posible empezar a aflojar las cadenas que tienen sometidas a miles de trabajadores del té en Bangladesh. «Nunca había visto una gente tan explotada», suelta este misionero que intercala exabruptos entre el descarnado análisis de la miseria.

La voz de Eugenio Sanz tiene peso. Vivió cinco años en la actual República Democrática del Congo y diez en la Ruanda del genocidio. Apenas aporta pinceladas de aquellos años en que las fechorías del ser humano lo superaban y le obligaban a interrumpir unos días su labor en África para tomar oxígeno. Hace seis años, aterrizó en Bangladesh, país conocido por ser un paraíso de las empresas textiles por los bajísimos costes de producción. Allí fue donde se derrumbó hace unos meses una fábrica que causó más de 400 muertos.

Eugenio colabora de momento con una escuela católica que enseña a niños de la tribu mandi, en la selva de Bangladesh, una comunidad amenazada por la deforestación. Instalado en una casa de barro «como todo el mundo», ha ido madurando la idea de ayudar a las familias que trabajan en otra parte del país, en las plantaciones del té. «Son los últimos, de los últimos, de los últimos. Es la miseria pura», afirma sobre un territorio sin apenas atisbo de ayuda social y una fotografía repetida: Casas de barro, techo de paja y una sola habitación para una familia y sus animales.

El escollo de su proyecto es el alto coste de la tierra: este país asiático tiene la misma superficie que Andalucía y Extremadura juntas, pero suma 150 millones de habitantes. Tiene como fecha límite el 27 de octubre para comprar el terreno, y faltan 150.000 euros. Los interesados pueden aportar donativos en una cuenta del Banco Santander: 0049.6684.11.2216067339. Además, está disponible la cuenta de la ONG SED, vinculada a los Maristas. Todo para levantar en la región de Sylhet, colindante a las plantaciones, una escuela con diez aulas y un internado para 100 estudiantes. Las condiciones educativas resultan paupérrimas porque aunque existen escuelas repartidas por las plantaciones, las maestras no están tituladas y no hay rastro de pupitres ni de libros. Así, la gran parte de los alumnos dejan la escuela primaria, y el resto no puede permitirse acudir a la secundaria.

Este hermano marista que permanecerá el mes de septiembre en Talavera denomina ‘esclavitud moderna’ a las condiciones laborales. Un trabajador debe recoger un mínimo de 23 kilos diarios de hojas de té para cobrar 48 takas (0,50 euros), y por debajo de esa cantidad no hay paga. Hay que tener en cuenta que un kilo de arroz supone más de la mitad del salario. Además, el sistema sólo permite trabajar a un miembro de la familia, que es reemplazado solamente cuando muere o tiene que retirarse por enfermedad. De este modo, estas familias que fueron a parar allí desde la India hace unos 150 años están abocadas a permanecer en las plantaciones; tanto, que las leyes del Gobierno de Bangladesh no son válidas en estas explotaciones, que cuentan con un régimen especial desde la época de la colonia británica.

«Esto es inaguantable», lamenta Eugenio, quien busca curar a partir de octubre una porción de esta injusticia.

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