Experiencia de Dios de Miguel Ángel Isla

Nació Miguel A. el 8 de marzo de 1943 en Villalaín, Burgos. Ingresó en el Juniorado hispanoamericano de Valladolid, en septiembre de 1955. Hizo el noviciado en Liégabes, en 1960. Concluido el noviciado fue a Argentina, donde trabajó como profesor. Pasó un año en Roma y en agosto del 1974 fue a Costa Marfil, donde permaneció hasta septiembre del 1995.
En 1995 respondiendo al llamamiento del Superior General, se ofreció para trabajar en los campos de refugiados del Zaire. En Septiembre de 1995 comienza su trabajo con los refugiados ruandeses. El 31 de octubre de 1996 murió martirizado junto a sus tres compañeros, Julio, Fernando y Servando.

Señor, aquí me tienes. Hace ya casi dos meses que ni de noche ni de día, ni en el trabajo ni en el descanso, logro quitarme tu presencia de encima. ¡No hay derecho! Este es un verdadero acoso. ¿Qué quieres hacer conmigo? No te hagas ilusiones: los materiales que usas son muy débiles, no durables… Mi persona es muy pobre, pero sé que tú eres el que das y yo no sirvo más que malamente para distribuir… Pretendes una construcción demasiado grande… No soporto tu amor. Mi ser queda muy chico para acogerlo. Además no me siento preocupado. No estoy VACÍO.
Eres demasiado grande, no entras en mí, me desbordas, me envuelves, me bañas, me acosas en todo y por todo, en el trabajo, en el descanso, en la relación, en el sueño, en TODO, en todo… Te haces presente, vivo, potente en todo, en todos los que me rodean, en todos los que llevo, a causa de ti, en mi vida. Siento, hasta física y psicológicamente el proceso de tu posesión y la experiencia de despojo en mí, a mis propios ojos, atónito, casi como un tonto, como un idiota, sin capacidad de reacción.

Señor, dime, ¿qué has hecho de mis capacidades de reacción rebelde? ¿Dónde las has puesto? Las quiero de nuevo, ¿me oyes? Las quie-ro-de-nue-vo. Siento que me llevas donde no quiero ir, nos llevas donde no queremos ir, y además, vamos y para colmo, vamos en el gozo, en la calma, en la paz,… en tu gozo, en tu calma, en tu paz. Siento todo esto como extremada-mente extraño y como seguramente tuyo. Toco y palpo y veo con mis propios ojos tu fuerza, tu acción, tu potencia en los otros y en mí. Y soy impelido a cada instante a ser testigo fiel de tu obra. Comprendo muy poco todo esto y me experimento instrumento tuyo. Vivo todo esto como un proceso sin vuelta.

Veo con una nitidez espantosamente clara, la muerte que realizas y quieres realizar en mí en el futuro y ahora. Percibo esta muerte -despojo- como la dicha más grande de toda mi existencia, la felicidad más honda y más palpable de toda mi vida… algo inefable. Es el gozo de la posesión que siempre he esperado, es posesión de Ti sin capacidad, con desborde por todos los costados. En Ti me experimento resucitado y no lo puedo callar. Todo esto es algo para participarlo. Necesito comunicarlo a todos los hermanos, y sobre todo a mis hermanos en la fe, más aun a mis hermanos de comunidad… a pesar de la distancia en el espacio y en el tiempo.

No puede existir en mí otro gesto más grande de amor que haceros partícipes de esta operación que el Señor realiza en mí y en los otros. Soy testigo de ello y, a veces, a pesar mío.
Me gustaría gritar a todos: hermanos, Cristo está VIVO, tremendamente VIVO. Él me grita en todos vosotros a una entrega sin límites y al mismo tiempo Él la empieza en mí con una locura inconteniblemente eficaz. Me siento acosado, orientado, dirigido, llevado por Él, hermanos, por vosotros que sois Él y me gritáis con un grito potente y sin voz a algo imposible: a amar y servir siempre, a darse como condición permanente. A amar a su estilo, entregando la vida, en una conciencia personal de gesto para mí y los otros en apariencia estéril. La eficacia del evangelio es el fracaso… ¡Qué lenguaje más necio para más de uno de mis hermanos y de mis amigos! Él quiere realizar esta necedad en mi vida.

Basta, Señor, que sea fecundo delante de Ti, lo demás comienza a no interesarme. A veces me pesa todo esto muy fuertemente, pero… Esto que vivo no es mío. Tú conoces bien mis propiedades, mi rebeldía, mi orgullo, mi egoísmo, mis bastones y apoyos. ¡Todo esto me molesta! Palpo su inutilidad de una manera muy intensa que me lleva inexorablemente hacia su destrucción.

No son más que un obstáculo a tu nueva construcción. Tú te desenvuelves demasiado bien con los hermanos que me has dado y conmigo mismo. Me haces paladear mi miseria y la suya de un modo extraordinariamente hondo. Me haces llorar mis infidelidades y las de ellos como mías. Me haces vivirlos como hermanos, acercarme a ellos como hermano; me haces ver que nadie puede resistirse al amor. El amor, nada más que el amor, como donación plena es el medio de transformación del otro, pero tu amor hasta el mango.

Oye, Señor, yo me embromo, lo sé muy bien, pero si Tú no continúas tu obra en mis hermanos, en mí, Tú también te embromas… Nosotros somos tu única carta para los hombres de hoy (2 Cor. 3, 2-3). Además, todo esto es con todos y en todas las direcciones y en todos los instantes de la vida.
¡Ya no me dejas ni siquiera en el sueño! ¡Eres un abusón!… Tengo la impresión, Señor, que te estás pasando de rosca con nosotros este año. Por otra parte, muy a pesar mío, veo los imposibles hechos realidades: A, K, J, P,… las hermanas, los curas, los catecúmenos,… y en espera P, S, P, P, L, M A, E, E, E,…por decirte algunos.

Y además me siento profundamente impelido a darte gracias por este gozo, por esta alegría que a veces llega a manifestarse en lágrimas incontenibles, como anoche y en el día del bautismo de los catecúmenos.
Ya me siento tentado a decir que nada ni nadie podrá separarme de tu amor (Rom. 8, 35-39) y que todo marcha a la posesión definitiva donde en Ti seremos plenamente lo que ahora, con tanto gozo e intensidad, me haces preguntas. ¡Qué realidad tan profunda tiene esto en mí, para palpar claramente que no es mía sino tuya!

Hermanos, Cristo ha resucitado y está vivo en vosotros y en mí, y se ha empeñado (¡y de qué manera!) en construir en nosotros y por nosotros el amor, y soy testigo de que lo está haciendo progresiva y seguramente. Yo quisiera gritar esta gozosa realidad para que la gritarais conmigo, para participar conmigo de lo más grande que puedo daros, de esta presencia viva y activa de Cristo en nosotros. ¡No hay nada más grande que yo pueda ofreceros hoy y siempre!

Me pongo enfermo sólo al pensar que puedo ocultar o matar progresivamente en mi vida esta presencia, esta acción que es el Señor hoy en nosotros. Tengo horror al acostumbramiento en la entrega, me asombro que salgo de la rutina, que me sacas de ella, y saliendo progreso como si entrara en la locura, pero en una locura de remate, en la locura del Evangelio.

Si me dijeran de caminar de cabeza, no me sentiría, a veces, tan perplejo. En ocasiones considero todo esto una ilusión y me pongo… ¡Perdón, Señor, por ello! Todavía me retomo. Todavía me quedan reservas mías, pocas, casi agónicas. Y además me las estás agotando todas, una a una, como las lágrimas de anoche, con calma, con lentitud, pero con pesadez segura. Señor, sólo te pido cuajo suficiente para vivir en la anormalidad frente a mí y los otros, y para no llegar jamás a tener un alma ACOSTUMBRADA.

Perdona esto: prefiero ser un renegado a ser un mediocre. Señor, ¿me oyes?… ¿me oyes?: Un renegado a un mediocre. A menos así podré participar de la vida de S, de P, de P, y de todos los que tocaste por mí y luego te dijeron no. Tú sabes bien que los amo. Tú sabes que el único lazo que me une a ellos eres Tú. ¡Vuélvelos! ¡Que no se pierdan definitivamente! Acepto ser renegado con ellos si ese puede ser el camino de la recuperación en Ti, Señor. No podría ser definitivamente feliz sin ellos, sin todos los hermanos que hoy me das.

Sé también que todo esto está construido por mi mediocridad, por mi incredulidad. Después de varios años siguen siendo tus llamadas más exigentes a un abandono total en Ti. Hazte transparente en mí, Señor, con todo lo que eso significa.

Y gracias por tu caprichosa elección. De Ti espero gracia y respuesta, y además estoy seguro que vendrán. No dejes morir todo esto en mis hermanos y en mí.
¡Señor, nuevamente, gracias!

M.A.I.
Xotobí, 27 de abril de 1977


Lee detenidamente la carta y a modo de sugerencia contesta a estas preguntas…

  1. Resume las principales ideas que Miguel Ángel expone en su carta a Dios.
  2. ¿Cuáles te han llamado más la atención? ¿Por qué?
  3. ¿Qué te parece la relación de Miguel Ángel con Dios?
  4. ¿En qué conectas con Miguel Ángel en su experiencia de Dios y en qué estás más lejano?