2019-08-07 ARGENTINA

Eligio Muzi

Al mediodía de Navidad, nuestro querido Hermano Marcos nacía a la vida eterna y se unía al gozoso coro de los bienaventurados maristas en la Casa del Padre. Había nacido un 10 de junio de 1933 en la ciudad de Licenza, en el Lacio romano, Italia. Sus padres fueron Pedro y Josefina, una familia de gente de trabajo y vida sencilla. En 1946 ingresa al Juniorado de Gassino y luego de hacer su Noviciado en Ventimiglia, hace sus  primeros votos en 1952. Como Escolástico viaja a los diecinueve años a Argentina para continuar sus estudios la Casa de Formación en Luján. Su primera Comunidad apostólica fue la del Colegio de Marcos Juárez; luego vendrían numerosos colegios como Mar del Plata, La Plata, Manuel Belgrano, Macnab Bernal, Cinco Saltos, Morón, Nogoyá y Pergamino. Incluso en algunos de ellos los tuvo como destino un par de veces, como en el caso de Morón y Pergamino.

Con su título de Maestro y, posteriormente, de Profesor en Filosofía y Pedagogía, siempre fue el ámbito educativo el campo donde se desempeñó apasionadamente; siempre lo hemos relacionado con este medio como docente, catequista y directivo. Su experiencia a cargo de los distintos colegios donde se desenvolvió como director da testimonio de su empeño y vehemencia en la actividad al frente de los distintos establecimientos. Su voz áspera, fuerte y sin titubeos, imponía respeto y hasta un prudente temor. Esto desaparecía inmediatamente con el trato personal y la convivencia diaria dando lugar a una persona sensible, alegre, espiritual y dispuesta a acompañar iniciativas educativas y apostólicas. Ciertamente su primer contacto era más una previsión que una actitud constante. Su manera de ser y de actuar se prestaba a las tradicionales anécdotas supuestas o atribuidas, propias de los Hermanos y Laicos que le frecuentaban y conocían su temperamento vital y ardoroso.

En la vida comunitaria, siempre fue un “hombre de casa”. La Comunidad era el lugar del encuentro frecuente, las anécdotas del día, los espacios de confraternidad y de oración. Entonces su temperamental manera de ser podía reposar en la cercanía, en torno a la mesa y a alguna sesión del “calcio” por TV, donde alguna jugada, simple e ingenua, daba lugar a  su consabida expresión: “pero… ¿qué le tiró?… ¡una masita!”.

El deterioro de su salud no fue ninguna sorpresa; las advertencias se venían dando desde hacía varios años. A principio de los noventas sufre un complejo accidente cardio-respiratorio estando en Morón, superado luego de casi una hora de intentos por estabilizarlo. Su genio y su habitual deseo de tener todo “bajo control”, le fueron jugando varias malas pasadas. Se había hecho estudios preliminares en los últimos meses y estos daban clara cuenta de un deterioro importante… aunque este desenlace no estaba contemplado. Siempre obediente a sus superiores, se encontraba preparando sus pertenencias para un nuevo destino en la Casa de Hermanos Mayores de Luján. El Señor de la Vida le presentó un destino mejor y plenificante.

Querido Hno. Marcos: Te damos gracias por tu vida consagrada marista, hecha de entrega a la educación y formación religiosa de numerosos niños y jóvenes. Te damos gracias por haber sido nuestro compañero de camino en esta peregrinación hacia el Padre. Ahora que estás junto a la Buena Madre y a San Marcelino que podamos contar con tu intercesión en este caminar hacia nuevos horizontes. Que seamos, Hermanos y Laicos maristas, personas fieles al don recibido. Que tu ejemplo de discípulo de Champagnat nos aliente a caminar siempre en la esperanza, nutridos por una espiritualidad contagiosa que sepa desafiarnos a una vida interior renovada. Ruega por nuestra Provincia para que busquemos con esperanza el nuevo amanecer.

Descansa en paz, querido Hermano Marcos, por toda la eternidad, en la alegría y el consuelo que no tendrán fin. Así sea.

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