2014-09-08

125 años de Presencia Marista

Fotos y videos 125 años

Con motivo de la grandiosa y esplendida celebración de los 125 años de Presencia Marista en Colombia, Popayán fue escenario de los más los más importantes actos que marcaron un vibrante reencuentro para revivir y recordar el camino recorrido por la Congregación de los Hermanos Maristas, en este periplo de un siglo y cinco lustros de su llegada a nuestra amada ciudad y a la Patria.

Sin lugar a duda alguna, la más excelsa y más grandiosa de todas las obras que se pueda aportar para el bien de la sociedad humana, es, la educación y la formación de la juventud.

Educar a esa juventud, que en el día de mañana, en futuro no lejano, será la que regirá los destinos de la sociedad, de acuerdo a la instrucción y educación que haya recibido en la familia y en las aulas escolares, ha sido siempre la suprema meta de la Benemérita Comunidad de los Hermanos Maristas.

Fundamentada en los principios del respeto a Dios, de la sapiencia cristiana, del amor a Jesús y a la Virgen María, la Comunidad Marista ha tenido esa loable misión legada por su santo Fundador, de educar y formar juventudes por el mundo inculcándoles grandes valores de moralidad y de honestidad, estructurándoles para que sean seres de las más altas calidades humanas, excelentes ciudadanos de bien, e intachables servidores de la sociedad.

Esta insigne y querida Congregación religiosa, se ha dedicado a ello en Colombia, durante estos 125 años de haber iniciado su misión apostólica por estas tierras, desde la llegada a esta hermosa Villa de Pubén, proveniente de la Francia de la inmortal Marsellesa y cuna de su Fundador, Marcelino José Benito Champagnat Chirat.

Mi memoria de ex Junior Marista, me lleva a recordar con infinita gratitud y nostalgia al mismo tiempo, la más esplendorosa época de apogeo Marista en Colombia, cuando en la nueva Casa Madre de la Congregación, la inigualable e inolvidable Villamarista, aquí en Popayán, convivíamos conventualmente, en 6 claustros, más de doscientas personas entre Hermanos Consagrados, Escolásticos, Novicios, Postulantes, Juniores y las Religiosas que atendían los quehaceres del convento, todos dedicados a la oración, al estudio y al trabajo.

La bella capilla y sus tornasolados vitrales, oratorios y salas de música, bibliotecas y salones de estudio, espaciosos dormitorios, teatro de actos, amplios corredores, campos de fútbol, canchas para basquetbol y voleibol, amplias avenidas de podados pinos y frutales, grutas de la Virgen, jardines y patios adornados de flores con bellísimas imágenes, conformaban el hermoso conjunto conventual de la gloriosa Villamarista.

Cómo no recordar el tañer de las campanas al atardecer anunciando el Ángelus, o los salmos y las misas de alborada cada día, las glorias y las salves de la noche, los meses de mayo con rosarios de la aurora, altares, flores, cirios y cánticos a la Virgen María?

Aún flotan en el aire y la lejanía del tiempo las celestiales voces del coro de los Hermanos, interpretando los kiries, aleluyas, los santus y tedeums de las misas gregorianas y bellos motetes de alabanza y canciones del folclor popular.

Imposible olvidar a los Hermanos, elegante y pulcramente vestidos, con sus sotanas de paños negros ingleses, sus blancos baberos, el dorado Crucifijo en el pecho, el cordón de los votos al cinto, sus anchas capas y sus elegantes sombreros franceses.

En la memoria quedan el ingenio y los pasatiempos de la vocacional y entretenida revista “Sigue Tu Estrella”. Que ojalá se volviera a editar.

Recuerdo esos inolvidables diciembres, con luces de pesebres, villancicos, cenas de navidad con los dulces de noche buena, los regalos y detalles, la pólvora y los globos de colores.
¿Cómo olvidar los paseos interpretando nuestras dulzainas Hohner, las meriendas y los baños en arroyos, cascadas o termales del campo, y los gritos de las gentes a nuestro paso de: “va a llover, va a llover”, como augurio casi seguro que llovería con nuestra salida a pasear?

Imposible borrar de la memoria las imponentes ceremonias de consagración Marista, los 15 de agosto de cada año, día de Nuestra Señora de la Asunción, ceremonial esplendoroso para el que era engalanada la capilla con blancas azucenas, mirtos, rosas y gladios, esplendentes y dorados floreros, relucientes candelabros y velas encendidas en el altar, acompañado por nuestro magistral coro a cuatro voces.

Son tantos imborrables y bellos recuerdos, que por ellos y el futuro de la Comunidad Marista, alabemos y demos gracias a Dios Padre, a Jesús, a María y José, por haber suscitado en San Marcelino Champagnat, la fundación de esta maravillosa y colosal obra.

¡Son veinticinco lustros de amor por Popayán y Colombia!

http://www.elpueblo.com.co/elnuevoliberal/la-colosal-obra-de-san-marcelino-champagnat/

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