2017-04-05

Luz Adriana Hernández Alva, voluntaria dentro del programa marista de Cmi

Rwanda
“La tierra de las mil Colinas y un millón de sonrisas”
“La tierra de los mil problemas y un millón de soluciones” Juan Pablo II

Mi nombre es Luz Adriana Hernández Alva, exalumna marista del Colegio México de Orizaba, Veracruz, México; tuve la oportunidad de vivir un año en Tanzania como voluntaria dentro del programa marista de CMI (Colaboración para la Misión Internacional) a través de mi provincia (México Central), donde como psicóloga estuve apoyando en la escuela Secundaria de Masonga en el departamento de psicopedagogía y en la escuela “Maalum” para niños con necesidades auditivas y del habla; en la comunidad de Masonga pude vivir con tres hermanos maristas, el hermano Valerian Stephen de Tanzania, el hermano Sergio Pario de Italia y el hermano Gastón de Rwanda . A través de esta experiencia tuve el placer de conocer, además de mi comunidad, otros proyectos y comunidades maristas pertenecientes a la provincia del Este de África (PACE); entre los cuales se encontraban los proyectos de los países de Kenya y Rwanda.

En Kenya pude visitar la Universidad Marista, ubicada en Nairobi, donde conocí a hermanos de todo el continente Africano, el ambiente de bienvenida y hermandad que pude compartir es una experiencia representativa de todo el continente y que encontré en un solo lugar pero es de Rwanda de lo que en esta oportunidad me gustaría hablar y compartir.

Rwanda es un país mayormente conocido por la historia de tragedia que se vivió en 1994, una etiqueta que el país y ciudadanos han tenido que cargar por más de 20 años y que a pesar del satisfactorio crecimiento social y económico que el país ha emprendido, la etiqueta no se borra de las mentes de quienes no se dan la oportunidad de verlo por dentro. A través de este escrito quiero invitar a todos los que lo lean a que vean a Rwanda con los ojos con los que yo lo pude ver.

Para mí Rwanda es un país lleno de gente capaz de salir adelante, gente que maneja de 3 a 4 idiomas sin problemas y que nos enseña a admirar la cultura de un país que al haber sido colonizado por varios países conserva sus raíces y lenguaje característico (kynarwanda).

Las comunidades que tuve la oportunidad de visitar durante esta visita fueron las escuelas que cuentan con los niveles educativos entre prescolar, primaria y secundaria de Kagarama, Byimana, Butare, Mururu y Save. En cada una de ellas me sentí recibida como en casa, como en familia.

Este sentimiento de bienvenida y recibimiento en familia, característico de la familia Marista, hace la invitación de los jóvenes estudiantes a que más gente se anime a prestar un servicio voluntario o profesional para con ellos, directamente me preguntaban “¿Por qué aquí no vienen?” “¿Por qué a otros países si mandan a gente como tú?”, yo con ganas de prometerles que volvería no tenía una respuesta concreta pero sí prometía que era algo que en un futuro se lograría y que ellos tendrían la oportunidad, tanto de recibir, como de prestar un servicio como el voluntariado en alguna comunidad. Les externaba que así como ellos, en la actualidad, son alumnos y parte de la familia Marista, yo también lo había sido y que ese sentimiento de comunidad era el que en ese momento me tenía donde estaba parada, el que me había impulsado a brindar mi tiempo y servicio a los demás.

Me parece que es nuestra responsabilidad sembrar esta inquietud y este valor de servicio en nuestros jóvenes, a todos los que tengamos alcance, para que no sólo vean a la personas que llevan a cabo un voluntariado o misionado como sus diferentes si no como sus iguales y como un característico común de nuestra comunidad Marista y que se puede llevar a cabo sin importar el lugar en el que nos toque prestar este servicio, lejos o cerca de nuestras casas practicarlo con el mismo amor y corazón con el que en un principio lo hizo Marcelino Champagnat.

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