FORM ME
FORMARME 10 (FORM ME 10), the tenth generation of a Marist formation process that has been around for 16 years in the provinces of México Central and Mexico Occidental, concluded in July in Mexico City.
Its objective is for participants to drink from the sources that gave rise to the Marist Institute, such as the Biography and Letters of Father Champagnat, the lives of the First Brothers, their Charism, Spirituality, Mission and Community Life, as well as the documents of life e mission of the Marists of Champagnat.
The course, which was launched in 2002, began taking place with just one meeting. It is currently done in two consecutive summers.
The experience is planned and executed with the participation of a reference community formed by brothers and lay people who share their feelings of enthusiasm about being Marists of Champagnat who participate in a project of joint formation with an interprovincial character.
Here are some testimonies, in Spanish, of FORMARME 10.
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“Por medio de la presente, la décima experiencia de vida de la Formación Marista México (FORMARME) agradece el apoyo brindado para participar en este encuentro, y externa su sentir respecto a éste.
FORMARME busca que su participante profundice -o bien, conozca- la misión y el carisma maristas de los cuales forma parte esencial, de tal manera que pueda encontrar su vocación al hacerlos suyos, para posteriormente reproducirlos y compartirlos a todos los integrantes de las instituciones en las cuales labora, asumiéndose a sí mismo como un Marista de Champagnat.
Para lograr esto, FORMARME se despliega como un semillero integral del carisma y la espiritualidad: por un lado, es un espacio de enriquecimiento personal, que impacta y transforma la vida, visión, labor y profesión de los laicos mediante vivencias que invitan al acercamiento, compromiso, congruencia, conversión y convicción en el amor de Dios y su Reino, a través del mensaje de Jesucristo, nuestra Buena Madre y San Marcelino Champagnat.
Por otro lado, es un espacio común donde se escucha sin juzgar; donde se confrontan dudas, miedos y dolores, tanto personales como colectivos, que surgen de los problemas contemporáneos que nos interpelan y de las inseguridades personales, como el dolor y la culpa. La espiritualidad se vive de manera personal e intransferible, pero se puede compartir a través de acciones de amor evangélico, las cuales reavivan la fe y dan luz de esperanza al mundo en que vivimos. Al hacernos conscientes de nuestra condición humana mediante la atención del interior y del exterior, encontramos el amor divino que no abandona, que llega a lo que parece inalcanzable y abre el camino hacia la santidad y la renovación.
El mundo de hoy, ensombrecido por la desigualdad, muestra la urgencia de una misión marista compartida, que vincule, de manera firme y amorosa, a hermanos y laicos hacia el mismo objetivo evangélico: dar a conocer a Jesús y hacerlo amar, tal y como deseaba Champagnat. Esta misión nos llama al encuentro de los niños y jóvenes de las periferias geográficas y existenciales, a través una educación y acompañamiento basados en el amor cristiano, siendo testimonio de éste con el prójimo y en el trabajo, mediante la sencillez, humildad y modestia en nuestras vidas. La manera particular de llevar a cabo esta meta de evangelización se encuentra en el carisma, que es el corazón de la labor marista: seguir a Jesús al estilo de María.”