2009-06-09

Recuerdo del H. Julio Ibáñez (RIP – 3 junio 2009)

Acabo de enterarme del fallecimiento del H. Julio Ibáñez (q.e.p.d) y quisiera transmitirte mis condolencias para que las hagas extensivas a toda la Familia Marista del Perú, especialmente a los Hermanos (Barsen, Antonio, Pablo, Pedro Armendáriz, Pepelucho, Ornelio, Rafa …) y quisiera contarte una historia que habla de cómo era el H. Julio. Como presidente de la federación de ex-alumnos de España, me invitaron al Congreso Americano que se celebró en Lima hace algo más de diez años. Por cortesía del H. Barsen, me hospedé en Las Garzas, en aquel tiempo Casa Provincial, y por ello conocí a muchos inolvidables hermanos.

Pues bien, entre ellos estaba el H, Julio, a la sazón Director del Colegio San José (El Callao) con el que, desde el primer momento, me sentí muy cercano. Uno de los actos del Congreso se celebró en El Callao en el que, por cierto, disfruté de una marinera trujillana por parte de una pareja de alumnos del colegio. Al terminar el acto y mientras íbamos andando a la fortaleza (¿el Real Felipe?) me tomó del brazo el H. Julio y me llevó a unos astilleros cercanos al colegio. Cuando entramos, frente a nosotros se alzaba un barco muy deteriorado y el H. Julio, emocionado, me contó: Una noche, mientras dormía, en sueños, vi que en el patio del colegio había un gran barco con la Virgen como mascarón de proa. Días más tarde, paseando, pasé por estos astilleros y vi este barco que está frente a nosotros; ni corto ni perezoso, me dirigí a las oficinas con intención de ver al jefe y pedirle el barco. La secretaria me indicó que estaba reunido y yo contesté que no me importaba esperar. Pasado un rato, salió de la reunión y me preguntó quién era y qué quería.

Yo le contesté que era Hermano Marista; al oir esto, abandonó la reunión y me recibió en otra habitación y me preguntó la razón de mi visita. Yo le expliqué lo del sueño y de cómo aquel viejo barco que había en el astillero podía hacer cumplir dicho sueño. La Providencia actuó como siempre actúa y resultó que ese señor había tenido sus hijos en el colegio y dijo que nunca podría agradecer a los hermanos la educación que habían recibido por lo que le dijo al H. Julio que lo restaurarían y que, cuando hubieran terminado, lo pondrían en el colegio, en el lugar que decidieran. La verdad es que me puso los vellos de punta, tanto que le prometí que volvería cuando el barco estuviera en el colegio para disfrutar con él ese momento. Yo volví a España y tiempo después, un buen día, recibo una carta del H. Julio en la que, con una foto, me anuncia la colocación del barco, por supuesto con una estatua de la Virgen de mascarón de proa, en el patio del colegio, cerca de la entrada y me recuerda mi promesa, que espera que cumpla como buen caballero español. Años después tuve ocasión de cumplir mi promesa, pero él no pudo compartir ese momento conmigo pues estaba en Manziana haciendo el curso de mayores.

Volví a Lima y, acompañado por el H. Barsen, nos fuimos a El Callao. En la puerta del colegio nos esperaba el H. Ornelio y le dijimos que veníamos a ver el barco. Me lo enseñó y sentí alegría y pena a la vez. Allí estaba la Virgen, mirando al ancho Océano Pacífico, y el barco, allí estaba el sueño del H. Julio, pero estaba abandonado. Me cuenta el H. Ornelio que fue una maravillosa Aula del Mar (todavía quedaban restos del material de trabajo) pero que, de pronto, se perdió la ilusión por aquello y se abandonó. Y esta es la historia. Perdona que me haya extendido y perdona que mis últimas palabras sean para el H. Julio al que quiero enviarle a la Casa del Padre el abrazo que no le pude dar en aquella ocasión y decirle, aunque él ya lo sabrá, porque allí todo se sabe, que cumplí lo prometido. Un abrazo y hasta siempre, H. Julio.

H. Antonio Antonio Clavero

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