6 de diciembre de 2014 CASA GENERAL

Mendigos de luz

En el principio ya existía la Palabra;
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.
Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.
(Jn 1, 1. 4-5)

Luz y tinieblas son dos conceptos profundamente grabados en la psicología humana. Dos conceptos que destacan el contraste entre dos realidades irreconciliables. Donde reina la luz, están excluidas las tinieblas. Donde hay tinieblas está desterrada la luz.

Por otra parte, dada la importancia que tiene la luz para el desarrollo de los distintos ecosistemas del planeta tierra, parece lógico que, desde siempre, la luz aparezca asociada a la vida, y las tinieblas, a la muerte. Justamente por eso, los pueblos antiguos festejaban de diversas maneras, especialmente con grandes hogueras, el triunfo del sol sobre la noche. Así ocurría con el solsticio de invierno, fecha en que los días empiezan a alargarse.

La Iglesia puso la celebración de la natividad de Jesús cercana al solsticio de diciembre, dándole el mismo carácter simbólico: con la venida de Jesús renacen la esperanza y la luz en el mundo. Lo vamos a celebrar con alegría el próximo 25 de diciembre: llega Jesús, a quien reconocemos y confesamos como luz del mundo.

Navidad no es simplemente el recuerdo de un acontecimiento de hace más de 2000 años, sino que conecta profundamente con las aspiraciones más profundas e íntimas del corazón humano: ansias de luz, de vida plena para uno mismo y para todas las personas del planeta. Sin embargo, nuestra experiencia diaria nos confronta con realidades donde conviven la luz y las tinieblas, el bien y la maldad, como coexisten en el corazón de cada uno de nosotros: Si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra será tu propia oscuridad!(Mt 6, 23)

Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.Contra todo pronóstico, aunque las noticias cotidianas parecen contradecirlo, nosotros creemos firmemente que la vida es más fuerte que la muerte; que la luz vence a la oscuridad.

Emili Creo que algo así experimentaron los constructores de New Grange, al norte de Dublín (Irlanda). Se trata de un enorme túmulo, de unos 80 metros de diámetro, que data de la época del Neolítico, hace unos cinco mil años. Su estructura está compuesta de unas 280.000 toneladas de cantos rodados.  La piedra blanca que lo recubre se transportó desde la costa, que dista unos 80 km.

Este lugar se ha hecho famoso, sobre todo, a causa del fenómeno que puede contemplarse cada año el día 21 de diciembre, solsticio de invierno en el hemisferio norte. Sobre la puerta de entrada de la tumba hay un orificio alineado con el sol naciente de ese día, de manera que los rayos de luz, con toda su fuerza, entran por ese hueco y recorren todo el pasadizo, hasta llegar al centro de la cámara mortuoria. El fenómeno dura apenas veinte minutos, pero lo que durante el resto del año son tinieblas, queda entonces totalmente inundado de luz.

Emili Durante cinco mil años, cada 21 de diciembre, como querían los constructores de New Grange, la luz ha vencido a la oscuridad interior del túmulo. Me parece una bellísima imagen para expresar el profundo deseo de luz que nos habita y la convicción de que las tinieblas no tienen la última palabra.

Luigi Verdi, comentando el pasaje evangélico de la curación del ciego Bartimeo, dice: Bartimeo es un hombre mendigo de luz, como todos nosotros… sentado en una esquina del camino, grita, como lo hacemos nosotros; todo lo que no es capaz de danzar a flor de labios o a flor de piel, lo grita desde el fondo del alma. Conocemos bien ese grito que llevamos dentro: cada uno tiene en su alma un quejido de dolor, una llamada para que alguien vea nuestro sufrimiento y se pare a mirarnos. Las tinieblas de Bartimeo mendigan una caricia, como nuestra propia oscuridad.

Somos mendigos de luz, reconocemos en lo más profundo de nosotros mismos un vacío, una herida sin cicatrizar, una sed insaciable. Frecuentemente cedemos a la tentación de llenar ese vacío acumulando posesiones materiales o saberes intelectuales; al no conseguirlo, aumenta nuestra frustración.

La celebración de esta Navidad nos ofrece una maravillosa oportunidad para crecer en la convicción de que nuestras tinieblas no son más que una intensa nostalgia de la luz.

Te deseo, pues, un año 2015 muy feliz, en la búsqueda compartida de esa luz. Nos espera un camino que renuncia a respuestas rápidas, con efectos anestésicos, y que opta por la calma y el silencio paciente, capaces de perforar poco a poco la superficialidad y llevarnos a lo más hondo de nosotros mismos.

De noche iremos, de noche,
sin luna iremos, sin luna,
que para encontrar la fuente
sólo la sed nos alumbra.
Luis Rosales, Retablo de Navidad

Con mis mejores deseos para ti y los tuyos, ¡feliz Navidad!

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H. Emili Turú, Superior General

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