21 de agosto: Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo

“Tucídides siempre está de actualidad. Y más aún para los que nos dedicamos, de un modo u otro, a los conflictos humanos” (El mal de Corcira, Lorenzo Silva).

La injusticia es un concepto que tenemos plenamente integrado en nuestra modo de entender la vida y, también, la misión marista. Un concepto que se trabaja en nuestra obras educativas. Un concepto que, principalmente a través de la educación, tratamos de combatir y eliminar de nuestras sociedades. Sabemos, además, que esta injusticia presenta diferentes caras y por ello hablamos de este término también en plural.

Una de las grandes injusticias, y de las mayores lacras, de varias sociedades en las que los Maristas de Champagnat nos encontramos presentes es el terrorismo. Actuaciones violentas y criminales que pretenden infundir miedo en la sociedad, a veces bajo la justificación de un fin político. El terrorismo implica sufrimiento, miedo, violencia, muerte. El terrorismo menoscaba los derechos y las libertades de los ciudadanos.

En este mismo sentido, el papa Francisco, en la encíclica Fratelli Tutti, señala que el terrorismo está instalado en nuestras sociedades, en ocasiones también ligado a la religión (283). Y, en el mismo documento, se nos propone actuar como personas que buscan el bien, como cristianos, como maristas: “cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de paz, uniendo y no dividiendo… abriendo sendas al diálogo” (284). Un primer elemento al que estamos llamados es el diálogo, a practicarlo y a educarlo, a transmitirlo y a vivirlo, personalmente y en comunidad, con nuestros niños y jóvenes y con nuestras familias. Recordemos la llamada del XXII Capítulo General a ser constructores de puentes.

Existe un segundo elemento que ha de hacerse vida, cada día, y muchas veces con verdadero esfuerzo. Nos estamos refiriendo al perdón. Sabemos que el perdón es un elemento distintivo del cristianismo, al que Jesús nos invita a practicar hasta “70 veces 7”, tal y como se nos recuerda en el bello texto de Mateo (Mt 18,21-35). Los dos primeros versículos (21 y 22) son explícitos, ante la pregunta directa de Pedro a Jesús. La segunda parte del texto nos recuerda una parábola que inspira situaciones concretas de la vida y cómo, en dichas situaciones, hemos de estar atentos y preparados para perdonar. Dado el valor del perdón, no es extraño comprobar que el Papa dedica un capítulo de Fratelli Tutti al perdón, para ayudarnos a enterder mejor “valor y el sentido del perdón” (236-245).

Las Naciones Unidas, en el recuerdo del “Día Internacional de la conmemoración y homenaje a las víctimas del terrorismo”, nos hace una invitación a no olvidar a quienes han sufrido las consecuencias de esta injusticia, a ponernos de su parte y de parte de quienes más sufren en nuestras sociedades. Dicho posicionamiento, como educadores, podemos ponerlo en práctica principalmente a través de la educación en nuestras obras educativas. Desgraciadamente son muchos los niños y jóvenes que han sufrido algún tipo de violencia sin sentido (aunque la violencia nunca lo tenga).

Terminamos esta reflexión con las palabras del papa Francisco, en esta ocasión en Laudato Si (213), conscientes de nuestro papel como educadores de la sociedad. El Papa nos habla del aprendizaje en familia, que podemos hacer extensivo a nuestras obras educativas. Enseñar a decir “gracias”, y a “pedir perdón” son “gestos de sincera cortesía que ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea”.

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“Siempre quise entender por qué y cómo una sociedad entera había caído rehén de semejante pesadilla. Como suele suceder en estos casos, el camino fue la persecución de un sueño, mal concebido, peor proyectado y servido sin escrúpulos” (El mal de Corcira, Lorenzo Silva).

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H. Ángel Diego García Otaola – Director del Secretariado de Solidaridad