29 de septiembre de 2005 INDIA

A veces la fatiga de vivir se hace insoportable, incluso a los 12 años

Sonia Khatun era una muchachita india que tenía 12 años. Vivía en Malda, una aldea que dista 200 kilómetros de Calcuta. La niña se quitó la vida porque su madre no podía darle una rupia para pagarse la merienda en la escuela.
Sonia y su madre habitaban en una tienda de yute, una de las muchas que el gobierno de Bengala Oeste, estado cuya capital es la ciudad de Madre Teresa, da a los pobres para protegerse. Estas mujeres no habían tenido casa nunca y vivían allí solas.
El último día en la vida de Sonia empezó como tantos otros días. Nada para desayunar, y a prepararse para llegar puntual a la escuela. El hambre se nota, y la niña, que no come nada durante el día, pide a la madre una moneda para comprarse cualquier cosa. La pobre mujer, que es viuda y está sin trabajo, no tiene nada, ni siquiera puede darle a la hija una rupia. Trata de consolar a Sonia, intenta convencerla de que vaya a la escuela donde, quizá, le den algo que llevarse a la boca.
La niña acepta, aparentemente. Toma sus cuadernos y se pone en marcha hacia la escuela. Pero durante el camino la amargura y la angustia se apoderan de ella. Sonia se aparta de su recorrido ordinario, se acerca hasta un edificio en construcción y se cuelga de una estructura de bambú, de las que se emplean como andamios en las obras municipales.
La escuela pública de la India, en diversos estados de la Unión, asegura a los escolares una comida al día, pero parece que para Sonia y otros pobres desesperados de su aldea no ha sido así.
Según un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, a pesar del impresionante crecimiento económico de ese país, la mitad de su población infantil sufre desnutrición.

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