24 de octubre de 2013 KENIA

Albert Nzabonaliba

La primera reunión de la Comisión Internacional del Secretariado Hermanos Hoy tuvo lugar en la Casa General de Roma, del 4 al 10 de julio de 2013. Hicimos algunas preguntas a sus miembros sobre la vida marista. Hoy presentamos la conversación con el H. Albert Nzabonaliba, de la Provincia de África Centro-Este.

1. Cuéntanos de ti. ¿De dónde vienes? ¿A qué te dedicas?

Me llamo Albert NZABONALIBA, soy de nacionalidad ruandesa. Tengo 51 años y me encuentro en mi 27 año de profesión religiosa como hermano marista. Actualmente soy el encargado del Secretariado de mi Provincia PACE (Provincia de África Centro Este), y también enseño en el MIUC (Marist International University College) y en otras instituciones de educación superior en Nairobi (Kenia). Igualmente ofrezco servicios de acompañamiento, de dirección espiritual y de consejería a quienes lo solicitan.
 
2. ¿Qué significa para ti ser hermano hoy?

Puedo decir, sin duda alguna, que “ser hermano hoy” es abrazar el Evangelio y caminar con Cristo. El Evangelio me permite conocer y amar a Jesucristo. Es justamente este punto que me motiva sobre varios aspectos de mi vida personal y profesional. Debo decir que el Evangelio es una “herramienta” que me transforma, así como el ebanista transforma un trozo de madera cualquiera en una bella pieza digna de admiración (que suele terminar en museo). Dicen los artistas que es como si ellos no crearan en la madera, sino que en ese trozo ven una imagen que los guía para que puedan extraer la imagen que hay en él.

¿Por qué esta alusión? Desde que abracé la fe católica me veo como ese trozo de madera y el artista quiere que aflore la imagen que ve en mí. Es justamente lo que nos dice el libro del Génesis 1,27: “Dios creó al hombre a su imagen, él creo el hombre y la mujer a la imagen de Dios”. Para mí, “ser hermano hoy” significa reproducir la imagen de Dios, de tal manera, que yo pueda parecerme a Él y parecerme a las demás imágenes de Dios, a las de mis hermanos y hermanas. Es un proyecto, es un proyecto de Dios para mí, pero también un proyecto que hago mío porque me dejo transformar.

No veo más allá de esta consideración primera. Dios, en su plan divino, me llamó un día, el  3 de septiembre de 1984, y me consagró el 1 de julio 1986, día de mi primera profesión. Él me renueva cada día para parecerme a Él y a la imagen de su Hijo, la perfecta imagen del Padre. Es de allí de donde viene la dimensión mística de nuestras vidas como religiosos, como Hermanos Maristas,  es lo que refuerza y mantiene nuestro servicio al reino de Dios en la tierra. La dimensión ministerial no es sino un punto de llegada, aunque para algunos pueda ser también un punto de partida.

3. ¿La animación vocacional y la formación inicial son misiones importantes para el Instituto? En tu opinión,  ¿cómo debemos llevarlas a cabo?

Los temas “vocación”, “pastoral vocacional” hoy en día se han convertido en la prioridad de varios institutos religiosos. Sin embargo, estos no han sido menos tratados por las generaciones anteriores. Comenzado por Cristo mismo Al ver a la multitud, tuvo compasión de ellos, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas sin pastor.  Entonces dijo a sus discípulos: ‘La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.’” (Mt. 9,36-38).
Si hoy hablamos tanto de “pastoral vocacional”, debemos convencernos que esta se inscribe en la lógica de nuestro Señor. Millones de personas nos rodean, ricos y pobres, humildes o soberbios que no tienen pastor. En mi opinión, la congregación ha hecho esfuerzos considerables en pastoral juvenil y estos han dado frutos. Pero yo diría, sin duda alguna, que debe hacer un poco más en la pastoral vocacional. ¿Qué diferencia veo? Sabemos bien que la pastoral juvenil forma parte de nuestro carisma y muchos de nosotros entramos a la congregación para trabajar junto a los jóvenes y los más desfavorecidos. Yo creo que la recompensa será inmensa. Pero a nivel de la animación vocacional tenemos mucho que hacer. Ese es el reto. Sin mencionar otras variables que se suman, debemos presentar a Cristo como un salvador personal. Si la gente se reúne en estadios, playas, supermercados y abandona nuestras iglesias, vemos que es debido a necesidades sentidas, necesidades primarias, tanto psicológicas como afectivas, sociales y espirituales. Pero ¿existen acaso necesidades más importantes que la necesidad de Dios? Una respuesta afirmativa a esta pregunta estaría en contradicción con lo que San Agustín vivió y dijo: “Tú nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón vivirá inquieto hasta que descanse en ti.” Y no creo que esta sea una frase falsa.

Me atrevería a decir que la institución escolar hoy no logra unir los “estudios” con la “fe”, además se da pie para que los primeros rechacen la misma idea de Dios. Esta es una cuestión histórica y una dicotomía para  quienes diferencian “ciencia y consciencia”. Si es así, la congregación debería buscar nuevas formas de evangelización, tanto en el colegio como fuera de él. Muchos de nosotros terminamos por ser profesionales de la escuela, que no está nada mal, pero tenemos que preguntarnos si somos “profesionales de Dios”, en otras palabras, si somos testigos de Dios en un mundo donde lo espiritual se adormece y la ley de la consciencia ha dado espacio a la ley del individualismo, del consumo desenfrenado y del placer. El Instituto debería entonces ver los medios para reforzar la dimensión espiritual y mística de sus miembros; corremos el riesgo de formar falsos pastores que alaban el agua (y un poco de vino en algunos casos), pero beben vino…

4. ¿A casi 200 años de la fundación del Instituto, cuáles son los desafíos de los hermanos hoy? ¿Los retos que Marcelino enfrentó son todavía relevantes?

Como dije anteriormente, uno de los retos más importantes del Instituto es el de formar hermanos. Hablamos mucho de nuevas formas de evangelización, pero con frecuencia pensamos más en la evangelización misionera que en la propia evangelización.  El riesgo es que vemos la pajita en el ojo ajeno. Hoy, más que en el pasado, deberíamos invitar a los hermanos  a ir a las escuelas de fe. Diciendo esto me doy cuenta que algunos dudan si ir a una escuela de fe porque la consideran retrógrada o qué sé yo. La fe no es una “adquisición  irreversible”, es más bien algo que se “construye”, si usamos términos psicológicos.

Es una gracia siempre renovada y renovable… Hoy muchos encuentran el camino de la fe recurriendo a la fuente del Evangelio, de la espiritualidad, y haciendo experiencias de inserción donde la palabra “justicia” se convierte en el nuevo nombre de la paz, o donde la palabra “solidaridad” se vuelve no solo el compartir sino el “lugar para dar y recibir”. Las sesiones de formación, las experiencias  comunitarias de inserción… Es todo eso lo que va a despertar la fe que duerme en nosotros, y si está arraigada en la vida marista, no terminaremos de sorprendernos al ver que esa es la puerta del Evangelio. Evidentemente todo depende de la persona, pero hay que ofrecer estas posibilidades. Es la primera misión del Instituto hoy. Este desafío es crucial y no podemos decir que exista solo desde la época del Padre Champagnat sino desde mucho antes, porque está unida a la historia del hombre.

En la misma línea, podría profundizar en el sentido de aquellos que consideran la escuela como un lugar privilegiado gracias a los maristas, pero bajo condiciones. Mencionaría solamente una que considero importante: que sea una escuela de pobres, que ofrezca servicios visibles a los pobres. Pienso que podemos hacer más en ese sentido para ser evangelizadores creíbles. El mundo hoy, como en la época del Padre Champagnat, es un mundo donde el lamento del pobre es casi inaudible y si se escucha, el sonido entra por un oído y sale por el otro. En nuestras Constituciones hablamos de la opción preferencial por los pobres, pero de hecho no hay otras opciones, y esta opción no solo es preferencial sino también incondicional. Si tomamos esta opción, estaríamos en la lógica del Padre Champagnat y seríamos verdaderos Champagnat hoy. Y no dudo que habría jóvenes que se harían maristas de Champagnat. Eso es lo que yo llamaría vitalidad.

5. ¿Qué experiencias específicas de los hermanos de tu región pueden ser un ejemplo para el Instituto?

Permítanme admitir que es una pregunta difícil de responder. Además de las casas de formación que administramos (Pre-postulantado, postulando, noviciado, escolasticado), trabajamos en la escuela como todo el mundo, desde infantil, primaria, secundaria, y tenemos el sueño de ofrecer también educación universitaria. Las estadísticas podrían probablemente ser muy dicientes, pero por ahora paso. De hecho, el estado y las asociaciones de padres de familia (en escuelas privadas) hacen tanto el bien como nosotros, en algunos casos más. Nos falta reclamar nuestra especificidad: ¿qué diferencia marcamos en el apostolado? Es una pregunta tanto institucional, como personal.
Yo quisiera recordar dos tipos de evangelización en mi provincia PACE. Y son, en primer lugar, los servicios pastorales que ofrecemos en nuestras escuelas y a veces en las parroquias. Desafortunadamente solo una minoría se muestra interesada y, en mi humilde opinión, estos servicios necesitan ser más seguidos ahora que en el pasado. Se corre el riesgo de que nuestras escuelas funcionen sin un plan pastoral y espiritual claro y, si no hay seguimiento, pueden imaginarse lo que puede suceder.

Un segundo espacio de evangelización que me parece completamente apropiado a la vida marista son los servicios de dirección espiritual (acompañamiento y consejería), retiros o convivencias. Algunos de nosotros nunca los hacen porque exigen mucho a nivel personal y pocos lo convierten en una opción evangelizadora. Para lograrlo, tendríamos que animar a aquellos que pueden ofrecer estos servicios religiosos y psicológicos. Yo sueño que algún día tengamos un centro espiritual marista en mi Provincia.

Un tercer aporte importante que ofrece mi provincia es la internacionalidad. Actualmente, un número importante de hermanos trabajan fuera de sus países y lo hacen con gusto, ya sea en obras apostólicas o en casas de formación. Hay otros que son empleados en los servicios del Instituto, que tienen contratos bien definidos. Creo, en lo más profundo de mi corazón, que hay un buen número de hermanos jóvenes a quienes les gustaría vivir la vida misionera. La interculturalidad que tenemos en África es ya una condición previa de la vida misionera, que necesita algo más que un simple apoyo.

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Hermano Albert Nzabonaliba (fms)
PACE

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