23 de febrero de 2007 CUBA

Hay tiempo para todo

Reciban estimados hermanos un saludo marista desde Cuba, isla rica en sol, en playas doradas, en amistad, solidaridad, rumba, sueños y buen humor.
Con gusto les compartimos algo de lo vivido en estos casi seis años de presencia por estas tierras. Lo hacemos deliberadamente, convencidos de que para todo hay un tiempo: ?para nacer y para morir, para rasgar y coser, para llorar y reír, para los abrazos y para abstenerse de ellos, para callar y para hablar.?( Ecl 3,7)

La refundación marista en Cuba ha seguido un itinerario sinuoso. En el año de 1993 el hermano Charles Howard y su Consejo tomaron la determinación de enviar un grupo de siete hermanos a la mayor de las Antillas, con el propósito de intentar ser buena noticia entre los niños y los jóvenes de las diócesis de Cienfuegos y Holguín. Hoy después de casi catorce años, y de tres superiores generales que nos han enviado y apoyado con generosidad, el proyecto se acerca a ese sueño inicial. Mucho de este proceso atípico viene explicado por tratarse de un país de corte socialista, el único en el hemisferio occidental y por los retos que una organización de este tipo plantea a la vida religiosa y de manera particular a las congregaciones de carisma educativo.

Los dos primeros hermanos que entramos fuimos: Efraín Martín (cubano) y Carlos Martínez Lavín (mexicano), lo hicimos en el año 2001, en el 2002 entró Héctor Ávalos (mexicano), en el 2004 Salvador Salinas (salvadoreño) y recientemente el 2 de febrero Jesús Bayo (español proveniente de Chile) y el 14 del mismo mes Carlos Scottá (brasileño proveniente de la Amazonia). Estamos agradecidos con Dios, con el Instituto, con nuestras respectivas Provincias y con todos aquellos que nos han ayudado en los laboriosos trámites, necesarios para llegar a este momento. Ellos han implicado viajes, encuentros, entrevistas, numerosas cartas, correos electrónicos, y disponibilidad de recursos materiales y personas. De manera especial nuestra gratitud va hacia Mons Emilio Aranguren, anterior obispo de Cienfuegos y ahora de Holguín, antiguo alumno, quien no ha medido tiempo ni esfuerzos para apoyar nuestro proyecto. Hemos solicitado para él la afiliación al Instituto que el Consejo General le ha otorgado recientemente.

En este momento formamos dos comunidades la de Cienfuegos y la de la Habana. En Cienfuegos, radicamos en Buenavista, barrio semirural de periferia. Actualmente vivimos aquí tres hermanos, un aspirante y un postulante. Somos comunidad formadora y al mismo tiempo colaboramos con la Diócesis en tres grandes áreas. La primera es la animación pastoral de las parroquias de Tulipán, Caonao y Buenavista con énfasis particular en la atención a niños y jóvenes; especialmente los fines de semana organizamos diversas actividades para ellos. La segunda es la animación diocesana de varios secretariados y comisiones: .catequesis, pastoral juvenil y de adolescentes, misiones, pastoral social. Afortunadamente esta animación no es cuestión de papeles y de estar atrás de un escritorio sino de organización de numerosos programas con muchachos y líderes que exigen creatividad y contacto directo con grupos y multiplicadores. Además todos los días abrimos nuestra casa de tres a seis de la tarde a los niños y jóvenes del barrio para que vengan a practicar deporte, aprender guitarra, y desarrollar algunas actividades de carácter cultural y formativo.

La comunidad de la Habana está dando sus primeros pasos. Residimos en el barrio del Cotorro que está en las afueras de la ciudad, en lo que se conoce como Habana campo. Apenas estamos aterrizando. Una parte importante de nuestro tiempo y energía la dedicaremos a apoyar la formación de nuestros novicios y de formandos de otras congregaciones. Colaboraremos también con la pastoral juvenil, de adolescentes y niños de la parroquia, somos la única comunidad religiosa en esta zona.

Desde nuestra llegada hemos privilegiado la pastoral vocacional. Pensamos que el carisma de Marcelino es muy actual, que es una riqueza para la Iglesia de Cuba y que está siendo apreciado por la gente y de manera más particular por los muchachos. Nuestra presencia en Cuba sólo tendrá futuro si logramos el relevo generacional.

Una pregunta que nos ha acompañado permanentemente desde nuestra llegada es ¿qué haría Marcelino si estuviera en nuestro lugar? Intentamos dar respuestas desde lo que pensamos que es el corazón y la mirada de nuestro fundador. Avanzamos como la tortuga, queriendo practicar aquello de paso corto y mirada larga e intentando descubrir el valor de lo pequeño, lo germinal, lo gradual y lo anónimo.

El contacto con esta Iglesia, esta vida religiosa y este pueblo que poseen riquezas singulares y a quienes deseamos querer y servir cada día mejor es un llamado permanente a crecer en espiritualidad encarnada. En comunicaciones posteriores les compartiremos algo de lo que estamos aprendiendo en esta materia.

A través de estas líneas les solicitamos su oración a fin de que el Señor nos conceda la gracia de crecer en nuestro esfuerzo por centrar nuestras vidas en Él. Ojalá que desde allí logremos desarrollar el arte de conjugar la audacia y la esperanza con la paciencia y la prudencia. Contamos con la protección de nuestra Buena Madre y la inspiración de Marcelino y de los hermanos que nos han antecedido.

Reciban un fraternal abrazo de José Manuel, Yoandy, Jesús, Carlos, Salvador, Héctor, Efraín, Carlos.

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