Carta a Marcelino

Sr. Charles Tripier, Curis-au-Mont-dOr

1837-11-10

El Sr.Charles Julien Tripier fue gran bienhechor de la escuela de Neuville, fundada en 1826. Donó la casa para el funcionamiento de la escuela y ayudó en el pago anual de los Hermanos hasta 1833, cuando el municipio asumió aquellas responsabilidades. El apoyo y la generosidad del Sr.Tripier en favor de los Hermanos continuaron siempre, tanto que él podía decir ?mi obra?, referiéndose a la escuela. En 1835, cuando el H.Bruno, Director de la escuela, decidió implantar el pensionado, el Sr.Tripier lo secundó en el proyecto, ofreciendo parte de un establecimiento de su propiedad para aquel fin. ¡La nueva donación ocasionó celos y discusiones! Acontece que las Hermanas de St. Carlos, que proyectaban una escuela para niñas en Neuville, recurrieron a Mons. Cattet, Vicario General, pidiendo que la donación fuese a ellas, pues el establecimiento confinaba con la propiedad que ellas poseían y donde vendrían a construir. Mons. Cattet, influenciado por la posición del párroco, P.Chirat, determinó en favor de las Hermanas, pero el Sr.Tripier se rebeló. En esta carta al P.Champagnat, de quien es gran amigo y con quien puede hablar abiertamente, expone su indignación, relata la entrevista que tuvo con Mons. Cattet y hace la defensa del H.Bruno, acusado injustamente. Se puede leer la bella respuesta que el Fundador dio al Sr.Tripier en su carta correspondiente (PS 131). (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

Curis-au-Mont-dOr, cerca de Neuville, a 10 de noviembre de 1837.

Al Sr. Superior de Lavalla:

Después de ponerlo al corriente de mi modo de ver acerca del asunto problemático en relación con el H. Bruno; modo al que Ud. se adhirió al devolverme al Hermano. Pero he aquí que sin saber porqué ni cómo, en el momento en que parecía que todo estaba definitivamente arreglado y que íbamos a gozar de paz, de nuevo volvemos a ser inquietados y asediados por el Gran Vicario Cattet, que vino el 7 de este mes a buscarme a La Morelle, donde me encuentro, para comprometerme a ir a su casa y tomar con él el desayuno al día siguiente. Era mi intención librarme de ello, pero por fin accedí a su invitación.

Ya en su casa, el Sr. Vicario comenzó diciéndome que quizá yo ignoraba que el Sr. Cura de Neuville estaba en contra de mi porque él solicitaba el cambio del H. Bruno. Me dijo no era conveniente mantuviera yo una relación tirante con mi Párroco. Le respondí que yo veía muy claro que miras humanas provocaban una venganza. Sr. Champagnat, Ud. sabe muy bien cuál es el teje y maneje del asunto: en el fondo sólo hay una cosa. Ud. ha observado como yo que el H. Bruno no es culpable de nada, aun cuando se les ocurriera suponer que es él quien me habría aconsejado que no cediera a las Hermanas de San Carlos lo que yo me había propuesto darles, es decir, la mitad de mi almacén que mira hacia mi jardín. Pero la verdad es que, no es él quien ha intervenido en el asunto, sino el maestro de obras y el carpintero. Estos son los que me hicieron observaciones al respecto, a las que por cierto he hecho caso de inmediato, pues la crítica se hubiera aprovechado de la circunstancia para dañar a mi institución.

¿Qué debemos pensar cuando vemos que las contradicciones nos vienen por parte de los que debieran hacer todo lo posible por el bienestar de esta escuela, e infundir ánimo en los Hermanos? Este año no tenemos motivos para estar descontentos del H. Bruno. Se nota la experiencia que va adquiriendo y cómo se va perfeccionando. Pero el Gran Vicario General responde a mis quejas, diciendo: Yo no le quiero hacer ningún daño al H. Bruno, ni lo permita Dios; pero no consiento que abuse de mi autoridad. Pude haberle respondido que lejos de abusar de su autoridad, ni siquiera había querido comprometerla. Por otra parte, ¿en qué se le comprometería su autoridad, si no en que se le quiere echar la culpa al Hermano cuando en realidad es inocente? Se ve que no quieren al Hermano; buscan un pretexto para pedir su cambio. Yo le advierto, mi Rdo. Padre, que me opongo tajantemente a ese mentado cambio, pues será muy perjudicial y pondrá gran desorden. No soy tan tonto como para actuar contra mis propios intereses. Si continúan molestando a los Hermanos de mi Establecimiento, me veré forzado a renunciar a los Hermanos Maristas. De seguro que podré obtener Hermanos de la Doctrina Cristiana, y así tendré la paz y no me obligarán a hacer de los Hermanos fabricantes de la Iglesia de Neuville.

¡Qué inconsecuencia el persistir en querer destruir mi obra, pidiendo el cambio de un Hermano cuyo único pecado está en haber mostrado interés por los Hermanos Maristas! Esto servirá de acicate para provocar la descomposición de mi institución. Además, si el Cura y el Vicario perjudican mi Establecimiento, que depende exclusivamente de mí, ya pueden estar tranquilos, que esta casa se sostendrá y saldrá siempre adelante.

Ahora, mi estimado Señor, a Ud. le toca no dejarse dominar, y decir las cosas bien claras; que lo hecho, hecho está, así como lo escrito, escrito está. Ahí estará la decisión final, manifestada para alejar toda injusticia.

Tengo el honor de ser, con mi mayor consideración, su muy humilde servidor,

TRIPIER.

Edición: CEPAM

fonte: AFM 129.42

VOLVER

Carta a Marcelino...

SIGUIENTE

Carta a Marcelino...