17 de mayo de 2006 ITALIA

No puedo ver a un niño sin decirle cuánto lo ama Dios

Marcelino no acaba nunca de sorprender incluso a quien lleva algunos años de profesor en una escuela marista.
Nos encontramos en Viterbo, de los distintas colegios maristas de Italia, una veintena de profesores (hermanos y laicos ? aunque espero que esta distinción desaparezca pronto) para un curso ?distinto? de espiritualidad en torno a nuestro Fundador Marcelino Champagnat. Profesores que más o menos conocían la vida del Fundador para vivir dos días con Marcelino. Vivir con Marcelino es la definición justa, no sólo porque de esta manera se puede ser profesor marista, sino porque en estas pocas horas, hemos vivido todo aquello que él vivió desde su nacimiento hasta su muerte.
Todo aquello que Marcelino nos anima a decir, a hacer, a vivir con nuestros alumnos y nuestros compañeros.

Diversos sentimientos hemos experimentado en este tiempo, en los juegos, en las meditaciones, en esa atmósfera de fraternidad marista que se creó. Juntos hemos buscado (con la ayuda de tres hermanos maristas, uno italiano y dos españoles, aunque uno ya italiano adoptivo) de penetrar en Marcelino, rezar como él rezaba con sus primeros hermanos, hemos intentado vivir la atmósfera de su mesa, de sus clavos, de sus objetos sencillos: La sencillez marista ha aparecido en estos días, la sencillez de un hombre constante, confiando en Jesús y en su Buena Madre, y seguro de la obra que quería llevar adelante para los jóvenes.

Nuestros alumnos no estaban presentes físicamente en Viterbo, pero estaban presentes espiritualmente en todas las horas: En las reflexiones, en las comidas y cenas fraternas, en las oraciones. Lo que Marcelino nos enseña: ?No puedo ver a un niño sin decirle cuánto lo ama Dios?.
Hemos recordado con fortísima emoción aquellas personas que Marcelino nos ha permitido conocer. Personas que nos han enseñado con su vida quién es Marcelino, y que ahora están en el cielo junto a Marcelino, a los pies de María contemplando a Dios.

Hemos vivido en estos días momentos de juegos, de bromas, de descubrir nuevas amistades. Momentos de alta espiritualidad con alegría fraterna, con la sencillez que Marcelino trasmitió a los primeros hermanos y que ha llegado hasta nosotros.

Hemos vuelto a nuestras casas y a nuestras escuelas con el deseo de comunicar a nuestros compañeros el amor que Marcelino ha dado a sus hermanos y a sus jóvenes, queriendo que en nuestras escuelas se viva el espíritu que se vivía en las escuelas en la época del Fundador.

Nos hemos despedido deseando encontrarnos en el Hermitage, en la casa de Marcelino, para seguir descubriéndolo, sus días, sus cosas, sus palabras, sus primeros hermanos. Juntos, con la ayuda de María, seremos capaces de actualizar el sueño de Champagnat, en un nuevo y grande Hermitage, construido con las manos de niños, de adolescentes, de jóvenes, de nuevos Champagnat.

Francesco Loretti
Profesor del Liceo de San Leone Magno

VOLVER

El SÍ definitivo del Hermano Murilo Bertoldi...

SIGUIENTE

Directrices de la Pastoral Juvenil Marista...