8 de febrero de 2007 MADAGASCAR

Redimir la naturaleza

A lo largo de estos días, las lecturas de la liturgia nos han puesto en comunión con el Dios que creó el cielo y la tierra, la luz, la naturaleza en toda su belleza, las plantas que crecen en superficie terrestre con sus frutos y las semillas en el fruto, los peces que pululan por el mar y los pájaros que vuelan por el aire, los animales de toda especie y el ser humano a imagen de Él mismo, rey del universo. Y vio Dios que todo era bueno y llenó la creación de amor y bendición. La aventura empezó con una bendición.

Al mismo tiempo, hemos recibido del sur de Madagascar buenas noticias sobre el cuidado del hombre por la creación a fin de que ésta recupere su esplendor. La noticia nos viene del Hermano Tiana Rajaonarison. Es una cosa simple, pero para los que habitan el altiplano del Iorombe y su entorno pobre y casi desértico viene cargada de esperanza, sobre todo si pensamos que los protagonistas van a ser los niños de una tribu nómada.

Se trata de un proyecto que se pondrá en marcha a partir de marzo y que consiste en la plantación de árboles y de mangos. Cada uno de los alumnos que estudian en las veinte escuelitas que abrió el Hermano Tiznan plantará tres árboles y se encargará de regarlos y cuidarlos hasta que la joven planta sea suficientemente grande para defenderse por sí sola. También plantarán mangos, hasta un número de 3.600, lo cual quiere decir que habrá frutos en el futuro para esta tribu que con frecuencia pasa por períodos de hambre.

Esta campaña de reforestación es la primera que se realiza en esta región que no es de suyo muy propicia para tener arbolado. Se trata de un primer gesto simbólico en el territorio, que probablemente tendrá continuidad anual. Ello contribuirá a infundir en los niños hábitos de protección, respeto y amor por la naturaleza, en una tierra a menudo devorada por la quema de arbustos y por tanto con peligro de extinción de su vegetación.

Para entender mejor lo valiosa que es esta campaña, señalemos que la región del Iorombe es la tierra madre de los Bara, una tribu nómada que se mantiene con los grandes rebaños de cebúes que se mueven en los amplios espacios de esta alta meseta desértica. Hasta hace pocos años los niños no iban a la escuela. Tenían que trabajar en el cuidado de las bestias. Pero los tiempos cambian. El cebú se ha desvalorizado. Antes era el objetivo de ataques que dejaban a los Bara sin la fuente de su riqueza.

Algunos amigos de Suiza, guiados por el Hermano Jean Claude Christe, acogieron gustosos los proyectos del Hermano Tiana y financiaron una campaña de reparto de arroz para las gentes de esta tribu, en un tiempo de pertinaz sequía.

Fue aquí donde el Hermano Tiana, aceptado entre los Bara como uno de sus jefes, propuso abrir pequeñas escuelas para enseñar a los niños, extender la higiene, organizar dispensarios, instalar baños, excavar pozos para estabilizar el surtido de agua en la tribu, y, en estos momentos, plantar árboles con la finalidad de enriquecer el entorno.

En un planeta cuyo clima se está alterando como si fuese un lamento de la naturaleza que sufre, el hombre que planta un árbol es digno de admiración y apoyo.

Hermano Giovanni Maria Bigotto.

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