26 de octubre de 2010 ITALIA

Regresando ?a los orígenes?

Con gran gozo, cuatro hermanos de la Casa general ? Pietro Bettin, (Superior de la comunidad), Jude Pieterse (Subdirector de FMSI), Giovanni Bigotto (Postulador general) y yo mismo, Teófilo Minga, hemos puesto rumbo al norte de Italia. Este viaje tenía una doble finalidad: comentar, aunque fuese brevemente, a los hermanos mayores de Carmagnola la situación de nuestras causas de canonización y de beatificación y visitar las casas donde habíamos hecho el noviciado: yo mismo en Bairo, hace 45 años, y el hermano Giovanni en Grugliasco, hace 52 años. Nunca habíamos regresado ?a los orígenes?.Así pues, este viaje ha sido de hecho para nosotros una vuelta a los orígenes, un regreso a las fuentes donde bebimos y comimos, con alegría y esperanza, el agua fresca y el pan tierno de la riqueza marista que nos alimentaría a lo largo de los caminos misioneros en tantos lugares del mundo marista. Ciertamente, tanto Bairo como Grugliasco tenían, por su condición de casas de formación, una proyección específicamente misionera. El hermano Giovanni marcharía para Madagascar, yo mismo para Angola. En estos dos países comenzó nuestra vocación misionera que más tarde maduraría en otras partes del mundo, concretamente en Kenya. ¡Qué lejos estaba de nuestra imaginación la posibilidad de reencontrarnos un día en Roma! Esta situación, sin embargo, no desvanecería en nada la ?marca misionera? que Bairo y Grugliasco habían dejado en nosotros. De todos modos, estamos en Roma al servicio de la misión marista.Personalmente, en este 26 de septiembre de 2010, me he sentido profundamente emocionado al poder pisar, 45 años después, este lugar que acogió a tantos misioneros maristas durante el primer tercio del siglo XX. Nos ha resultado fácil recordar los diferentes espacios de la casa, transformada totalmente hoy día en casa de acogida para personas sin hogar. Aquí se encontraba la capilla, allí las salas, más lejos las aulas, el dormitorio, en el primer piso? Hemos recorrido de nuevo estos lugares donde, 45 años atrás, nuestra personalidad marista y misionera se había formado.La propiedad me parecía la misma y diferente al mismo tiempo. En este lugar estaba la avenida de los tilos y de los árboles frutales, hoy desaparecida; en el centro de la propiedad, se encontraba el depósito de agua que ya no existe. Quedaba efectivamente, la colina del Sagrado Corazón de Jesús, llamada así por la estatua colocada en su parte más alta. He constatado con alegría que dicha estatua se encuentra allí, aunque bastante descuidada; los colores casi se han desvanecido. Sería muy necesario volverla a pintar para devolverle la belleza de aquellos años. Con frecuencia rezábamos delante de esta estatua del Sagrado Corazón. Con el recuerdo de aquellos tiempos también he rezado, especialmente por los misioneros de hoy, sin olvidar a los de ?ayer?, desparramados por los cuatro puntos cardinales.En el mismo lugar, exactamente en el ángulo derecho de dos muros, en la entrada, a izquierda, se encontraba aún la campana. ¡La misma de hace 45 años!. Ignoro si la cuerda era la misma? Es un detalle, tal vez sin gran importancia? pero, si lo menciono es porque yo estaba encargado de tocarla. Durante más de un año, nunca falté a la cita para indicar a las personas de la casa la hora de la oración, del recreo, de las comidas, del trabajo?. Incluso, llegué a considerarme ?importante? gracias a este ?empleo?, porque ¡todos me obedecían! Digamos que, en cierta manera, imponía el ritmo en la vida de las personas. Hasta el día en que la cuerda de la campana se rompió. Temí lo peor. Era una ?falta? que se tenía que declarar en el capítulo de culpas. Y como penitencia: comer la sopa de rodillas, delante de todos, expuesto al riesgo de perder un ?empleo? tan importante. En el momento del capítulo me presenté con la cuerda alrededor del cuello, como un condenado que hubiera cometido un crimen. En medio de la risa general, el hermano Balko, entonces maestro, hombre de ciencia y de virtud, desdramatizó el episodio diciendo que el hecho de romper la cuerda no suponía el tener que comer de rodillas y menos aún la pérdida del ?empleo?. ?He aquí un hombre de amplias miras?, me dije. Además, confió en mí y me encargó la compra de una cuerda nueva. Mi admiración por él se ha ido acrecentando ya que, posteriormente, sería uno de los raros maristas que conoció el Concilio y sus implicaciones en la vida de la Iglesia y del Instituto. Pequeños recuerdos de otros tiempos que, en cierto modo, resaltan más aún la excelente formación marista y misionera que recibimos en Bairo. Los misioneros diseminados por el mundo marista que bebieron aquí las primeras aguas de la sabiduría marista, son claro testimonio de la calidad misionera que se impartía. El índice de perseverancia parece también muy aceptable, en relación con las cifras habituales. Doy gracias al Señor y a María por la formación recibida en este lugar hace 45 años y que me ha acompañado durante todo este tiempo. No me cabe la menor duda de que aquí se enriquecieron y se consolidaron las raíces de mi vida marista. Más que una excursión he hecho una peregrinación a un santuario que, aunque ya no sea marista, marcó a muchas generaciones, les dio la fuerza y el saber para construir un mundo marista en el pasado, en el presente e incluso en el futuro. Bendito sea Dios por tantas bendiciones. __________________Fr. Teófilo MingaCoordinador del Proyecto ad gentesCarmagnola, 27 septembre de 2010

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