28 de mayo de 2019 CASA GENERAL

Vivir según el corazón de María: el gran regalo que nos ha dejado Marcelino

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Durante el mes de mayo, he podido gozar de unos días de silencio y de retiro personal en el Monasterio de Santa Escolástica, en Subiaco, Italia.  En la parte alta de la montaña, se encuentra el Monasterio del Sacro Speco (Cueva Santa), lugar que conserva y recuerda la gruta donde San Benito se retiró tres años viviendo de ermitaño. Sitio santo e inspirador.

Al visitar este Monasterio, debajo de la Iglesia superior y, junto a la gruta de San Benito, se encuentra la capilla de la Virgen. Una bonita capilla adornada con hermosos frescos (del siglo XIII) que representan diversos pasajes marianos: la Anunciación, el Nacimiento de Jesús y la Adoración de los Magos, la Huida a Egipto, María al pie de la cruz, la Asunción de María, María Madre de la Iglesia…  este último muestra a María con sus brazos extendidos y portando un gran manto bajo el cual nos acoge a todos y cada uno de sus hijos.

Aunque ya antes había visitado este lugar, quizás de manera un poco rápida, en esta ocasión entré, con calma, sin prisa, en ambiente de reflexión y oración. Tuve la gracia de sentir con más fuerza la presencia y el abrazo de María. 

 

Rostros y miradas

Me detuve un tiempo observando los rostros y las miradas.

En la Anunciación, María mira al ángel con sorpresa y admiración; en el Nacimiento se cruza entre Ella y el recién nacido una mirada tierna y llena de curiosidad; en la Adoración, expresa el gozo propio de una madre que muestra a su hijo pequeño ante los demás…; en la Huida a Egipto abraza fuertemente al Niño para arroparlo frente al miedo y la inseguridad…

Al pie de la cruz, su rostro y mirada parecerían expresar dolor, pérdida, confusión, desorientación… Me he detenido más tiempo contemplando esta escena, preguntándome: ¿qué había en el corazón de María para resistir ver a su hijo muerto, tras haber sido condenado injustamente, flagelado, crucificado…?

Ahí está Ella, al pie de la cruz, sintonizando su corazón con el de Jesús que, tras sentir el abandono, “entregaba su espíritu” confiadamente. No lo sé, me quedo desconcertado ante tanto misterio…

¿Sería que ese corazón de María, tan libre y tan lleno del fuego de Dios, estaba siendo sometido a la máxima prueba?

¿La prueba de la noche oscura, de la duda y del sinsentido? Algo semejante a lo que expresa la escritura “aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo”(1Pe, 1, 6-7).

En la mirada serena y confiada que se expresa en el fresco de la Asunción, abrazada y tomada de la mano por Jesús, rodeada de una sinfonía de ángeles, es donde parecerían llegar a comprenderse tantas cosas… aún aquellas más incomprensibles ante los ojos humanos.

Adquiere entonces sentido pleno el “sí” de María dado en la Anunciación, gracias a su corazón libre y lleno del fuego de Dios.

Un “sí” que le permitió arriesgar todo y que mantuvo a lo largo de su vida, aún en los momentos más difíciles.

 

El gran regalo

Bajo el abrigo de esta capilla dedicada a María, buscando revivir cada una de las escenas de su vida, me ha venido en mente pensar que el gran regalo que nos ha dejado Marcelino, al habernos dado el nombre de María, fue la invitación y el compromiso a vivir según su corazón.  ¡Hermoso regalo!

La vida de Marcelino muestra de muchas maneras cómo él vivió según el corazón de María.

Se sentía en todo momento bajo su mirada protectora, decía o escribía expresiones tales como “os dejo en los corazones de Jesús y de María”, “la Buena Madre”, “Ella es nuestro Recurso Ordinario”, “sin María no somos nada y con María lo tenemos todo, porque María tiene siempre a su adorable Hijo entre sus brazos o en su corazón”, “Ella lo ha hecho todo entre nosotros”, “María, ésta es tu obra”, “Acuérdate, o piadosísima Virgen María”.

La humildad y la sencillez son virtudes marianas muy presentes en Champagnat tanto en su vida como en su vocabulario cuando se dirigía a los Hermanos.  Nos inspiran un estilo de presencia entre los jóvenes, cercano y acogedor; nos inspiran un estilo de relaciones auténticas, al interior de nuestra comunidad o familia y con la comunidad educativa, donde buscamos vivir la transparencia, el diálogo fraterno, la reconciliación y la paz. 

María del silencio nos inspira un corazón que escucha, que se vacía de sí mismo, que se libra de apegos y afectos, dando así espacio y acogida a un Dios cercano y actuante, misericordioso y fiel.  Nos inspira a decir confiadamente: “sólo Tú, Señor”, “Tú lo sabes”.

María, al pie de la cruz, nos inspira como a Champagnat para saber situarnos con fe ante los momentos de crisis, de obscuridad, de incomprensión.  Esas situaciones de “mundo turbulento” como guerras sin sentido, ataques terroristas, derechos de los niños pisoteados en diversas formas de abuso, crisis políticas, migrantes en continua fuga… o bien crisis dentro de la Iglesia e, incluso, en el interior de nuestras propias comunidades o familias… En medio de todo esto, nos preguntamos y deseamos responder a la llamada del Capítulo a ser faro de esperanza en este mundo turbulento.

Los Maristas de Champagnat nos inspiramos en María, en sus actitudes. Nos sabemos portadores de su nombre. Miramos su corazón libre y lleno del calor del Padre Dios.  Admiramos su osadía para ir al encuentro del necesitado o acudir a Jesús para que realizara su primer milagro… Contemplamos su capacidad de estar en pie, junto a la cruz, resistiendo lo irresistible, soportando el dolor en medio de la burla y la injusticia.

De María aprendemos a ser faro de esperanzapara nuestros días, no sólo de manera personal sino sobre todo comunitaria.

Ella se abrió a la acción del Espíritu y nos dio a Jesús, luz del mundo.  En Nazaret formó un hogar de luz y nosotros queremos hacer de nuestras comunidades y familias hogares de luz. Después de la resurrección, Ella fue presencia cercana y discreta entre los apóstoles. En Pentecostés, recibieron juntos la luz y la fuerza del Espíritu para vencer el miedo y salir a anunciar.

Y aprendemos de Ella, sobre todo, su ser de madre, donde nos descubrimos hijos abrigados bajo un mismo manto, capaces de llorar, con Ella y como Ella, por la pena y el dolor de cada hermano o hermana.  Así, inspirados en tan buena madre, podremos ser presencia tierna y misericordiosa en medio de quienes más lo necesitan. 

¡Vivamos según el corazón de María!  Ese es el gran regalo que nos ha dejado Champagnat.

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Fraternalmente,
H. Ernesto

6 de junio de 2019

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