24 de enero de 2005 ESPAñA

La utopía es, a menudo, sólo una idea prematura

Se puede uno imaginar los problemas que tiene que afrontar el Consejo General de un Instituto que cuenta con 4300 miembros esparcidos en 77 naciones del mundo. Precisamente por esto, más de uno se habrá preguntado qué les habrá movido a los ocho miembros del Consejo a dedicar cuatro días a escuchar a un grupo de jóvenes del viejo continente europeo. La respuesta la sugiere Marcelino: ?No puedo ver a un niño sin sentir el deseo de decirle cuánto le ama Dios. Ésta es la misión de todo hermano marista; y precisamente para evaluar este objetivo, los responsables del Instituto pensaron en dirigirse directamente a los interesados, para saber de primera mano si se les ayuda a encontrar a Cristo, si se siembra la buena nueva con abundancia y originalidad en sus corazones y si el testimonio de los anunciadores es signo, provocación y les señala el camino a cada uno de ellos. Ha sido también una ocasión para buscar juntos el aporte específico que los laicos maristas pueden dar en la edificación de la casa común.

El Papa, cuando habló a los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud el 19 agosto de 2000, comparaba la experiencia de fe de los jóvenes con un laboratorio. ¿Y cómo no acudir presurosos al laboratorio de Lavalla en donde Marcelino, con el entusiasmo de sus 28 años, inicia su aventura, o a aquel otro laboratorio del Hermitage donde Marcelino crea una familia mientras se empeña con sus hermanos en la construcción de la casa? Y es esta cuestión la que dirige a los participantes el que interpreta al Hno. Silvestre en el sketch que introduce la temática del día: ?¿Qué Hermitage tenemos que construir hoy y quiénes serán los constructores? Las respuestas surgidas de los encuentros, de la reflexión personal y del compartir en los pequeños grupos… aportaron las primeras orientaciones, caracterizadas por su riqueza y profundidad de contenidos, y también por su mucha sinceridad. Todo esto ha ayudado a vivir con gran intensidad la eucaristía de la tarde y a pedir al mismo constructor que tenía el Padre Champagnat que haga algo para que no construyamos en vano.
La noche del sábado, como ocurre en estas ocasiones, fue un momento de encuentro, de alegría y de fiesta tan intensos que fue necesario tomar prestadas algunas horas de la madrugada del domingo para completar el programa.

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