20 de mayo de 2019 CASA GENERAL

20 de mayo

Marcelino Champagnat, fundador del Instituto de los Hermanos Maristas, nació el 20 de mayo de 1789, en la aldea francesa de Rosey, en una familia en la que él habría de ocupar el noveno lugar entre diez hermanos. En esto día, compartimos un texto del H. Manoel Soares, misionário en Timor Leste.

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Querido Marcelino Champagnat, en este día en que conmemoramos tu cumpleaños, quisiera tener la sabiduría de un escriba o saber la lengua de los ángeles para escribir un canto de alabanza a Dios por tu existencia. Pero también el más hermoso poema de agradecimiento por haber tenido el coraje de entregarte totalmente a la voluntad de Dios, por ser ese gran modelo de santidad para nosotros, un padre y amigo para los niños y jóvenes. No sabiendo escribir ni uno ni otro, quiero que mi corazón exulte de alegría por lo que fuiste al amanecer del Instituto Marista, lo que eres para la Iglesia y para el mundo hoy, lo que serás siempre para aquellos que te aman de corazón.

Aunque no hayas nacido santo, yo creo firmemente que Dios te escogió, te llamó desde la eternidad a ser un faro, un faro que brillaba entre las noches oscuras de los tiempos sombríos de la pos-revolución, para despertar mentes y corazones dormidos por la ignorância reinante en aquella época, para despertar la aurora de un nuevo tiempo de luz traída por el conocimiento de Dios y de su mensaje transmitido a través de la educación cristiana para dar un rostro a los niños sin rostro definidos.

La luz cúprica que tu madre vio saliendo de tu pecho y extendiéndose por toda la habitación, ¿no sería, por cierto, como ella misma pensaba, una señal de la predilección de Dios por ti? ¿No quería Dios decir, de una manera luminosa, que tu destino era ser luz, y que Él ya había plantado en tu corazón la primera chispa que incendiaría todo tu corazón y transformaría tu vida en un torrente inagotable de amor? Tuviste que te deje quemar en tu propia llama para poder iluminar a miles de otros por el mundo.

Dios ha pronunciado tu nombre, tú lo has escuchado y has respondido: "Aquí estoy, Señor", yo seré sacerdote. Aunque no sabías completamente lo que decías, firmeste con tu sí una alianza de amor, cuyo encantamiento por el Bienamado fue creciendo a medida que caminábas al encuentro de él, pero sólo vendrías a conocerlo plenamente cuando tu vida fue inmolada por entero en total donación.

Aunque no supieses enteramente lo que estabas respondiendo, ni mucho menos lo que significaba la responsabilidad de tu decisión, validamente emprendiste tu camino hacia el que te llamó. Con tu gesto generoso deste el primer paso en el camino que habría de conducirte a los brazos de aquel que siempre te amó. Y no tuve ningún temor de iniciar un difícil viaje, que exigiría de ti grandes sacrificios, grandes renuncias, grandes actos de desprendimiento y generosidad, pues intuías que sólo a través de una vida enteramente donada en el amor podrías alcanzar, al final del camiño, la real transfiguración.

Sí, has hecho de tu vida una oferta de amor. Sin embargo, antes de alcanzar la santidad, recorriste con maestría por entre los territorios humanos, por las sendas del alma y del corazón donde se esconden las grandezas y las debilidades que componen el ser. Acompañaste, viste de cerca tantos dramas y tragedias en el escenario de la existencia de muchos Hermanos. Aprendiste a lidiar con las debilidades y la pequeñez humana, pero sabías percibir la bondad, la ternura, la transparencia y sinceridad de corazón de aquellos que recurrían a ti, pues comprendías que la fuerza del amor podría transformar todas las limitaciones en grandeza de alma. Eras siempre capaz de ver lo mejor de cada uno de tus Hermanos. Tu sabiduría te decía que, antes de ser santo, era necesario ser plenamente humano, era necesario identificar las imperfecciones de la mente y del corazón y luchar incansablemente contra ellas, haciendo cada día una oportunidad para recomenzar el camino. Y fue así que desde joven practicaste la paciencia con los más lentos, la bondad con los sufredores, la compasión por los más débil, el respeto por los pecadores, y siempre acogiste con misericordia a aquellos con el alma herida y humillada por sentirse fracasados ​​en su lucha para ser personas mejores.

Por todo eso, por lo que fuiste y por lo que eres, mi corazón se alegra por tu presencia luminosa en la Iglesia y en el mundo. Mi corazón se regocija por tu vida límpida y profunda, pues tú me motiva a querer recorrer tu camino, seguir tus pasos, buscar en tus enseñanzas la misma puerta por la que entraste y que te condujo al altar de la inmolación, donde tu vida fue ofrecida generosamente, día tras día, a tus Hermanos.

Cuando Dios golpeó suavemente a tu puerta, lo oíste y no temiste responder. Dijiste sí, dijiste aquí estoy, dijiste yo dejaré todo y iré donde tu mano me conduzca. Dejiste a Dios entrar en tu tienda y en ella Él hizo su morada. Como recompensa Él te dio sabiduría para cambiar la historia, te dio fuerzas interior para transformar vidas y corazones, te dio alas para alcanzar las alturas, te dio gracias para conquistar la gloria de los cielos.

¡Feliz cumpleaños!

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Ir. Manoel Soares (Timor Leste)

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