3 de enero de 2007 ESPAñA

Ecos de El Escorial

Para concluir estos 5 meses de gracia que hemos permanecido en El Escorial, nos retiramos a la casa de convivencias, que los hermanos tienen en Sigüenza, acompañados por el hermano Benito Arbués, a quien agradecimos fraternalmente su acompañamiento.
A lo largo de nuestra vida y, sobre todo ahora, nuestro reto como creyentes y consagrados maristas consiste en «saber reconocer a Dios» en las personas, en los acontecimientos y especialmente en la Iglesia y en nuestra Congregación.
Nos hemos dado cuenta que en donde aprendemos a reconocer a Dios es en lo ordinario de nuestra vida y en nuestras decisiones. Estamos convencidos de que ?nadie produce fruto si no permanece en Cristo?. Descubrirlo en nuestra vida fue una gran alegría pues tal vez en ocasiones lo veíamos lejano, y, sin embargo, allí estaba en nosotros. Basta reconocerlo, aceptarlo y decidirnos por él que es la fuente de nuestra fecundidad..
Después de haber andado por los caminos de la vida alrededor de 50 años, constatamos, más allá de nuestros desvaríos e ilusiones varias, que ?sólo Dios basta?.
Agradecemos a Dios el pertenecer a una familia religiosa que nos ha dado tanto desde que éramos pequeños. Como hermanitos de María hemos vuelto a descubrir que ?Él nos consuela, para que podamos consolar? y miramos el mundo con entrañas de misericordia. Desde esta experiencia entendemos el llamado reiterativo a la solidaridad en la que estamos inmersos como Iglesia e Instituto religioso.

La vida religiosa a la que nos sentimos invitados es renovadamente :
a) obligada y apasionada; nos duele tanta marginación de niños y jóvenes excluidos ? que son la mayoría- y la ignorancia religiosa en esta cultura posmoderna.
b) por todo lo humano; la injusticia, la paz y la búsqueda de una vida digna para todos.
c) aceptarnos como imagen de la imagen: Cristo, Jesús. Por lo tanto nuestra vida tiene que ser testimonio sencillo y visible de las actitudes y sentimientos de Jesús.

Al regresar a nuestras provincias de origen, experimentamos el llamado apasionado que le hiciera Jesús al hombre religioso y culto que le preguntó sobre quién es el prójimo: ?Vete y haz tú lo mismo?, según el modelo del buen samaritano.
?Soy yo quien los escogí a ustedes para que den fruto?. Esta certeza nos da valor para no dejarnos llevar por los criterios del mundo, al pensar en jubilarnos para descansar sino que somos consagrados en misión mientras dure nuestra historia.
Ahora, se impone buscar lo esencial. Ya nuestra vida toma el último impulso direccionándonos hacia Dios como nuestro único absoluto. La experiencia de Dios radical y la dimensión contemplativa de la vida son los llamados que experimentamos como las fuerzas radicales de nuestra vida y acción futura.
Terminamos esta experiencia con la convicción de que nuestra tarea en el futuro es: ?Amar como Dios me ama?. Agradecemos a la comunidad de la casa de Sigüenza por su acogida y testimonio de vida marista sencilla y fraterna.

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