21 de octubre de 2023 ESPAñA

Entrevista a Enrique Muñoz Becerra de la comunidad LaValla200> de Siracusa

Enrique Muñoz Becerra, de la Provincia de Mediterránea, de 31 años, es miembro de la comunidad marista internacional LaValla200> Siracusa (Italia) desde septiembre de 2020. Él es un exalumno del colegio marista Nuestra Señora de la Victoria de Málaga, ha sido catequista y animador de los Grupos de Vida Cristiana del colegio.

El Centro Intercultural de Ayuda y Orientación a la población migrante (CIAO), en Siracusa, está conformada por hermanos y laicos maristas. Y brinda programas de educación y alfabetización, refuerzo escolar, asistencia legal/ jurídica, y acogida a jóvenes inmigrantes/refugiados que viven en la ciudad y sus alrededores.

En la entrevista que publicamos, a continuación, Enrique (Kike) habla sobre aquello que lo motivó a seguir el carisma Marista, su experiencia de vida en una comunidad Marista internacional y lo que ha aprendido en su experiencia en Siracusa.

*Esta entrevista fue realizada por Anabel Abad, responsable de comunicación de Maristas Ibérica. Ella ha sido voluntaria de SED Mediterránea, en julio de 2023, en Siracusa (Italia).


Kike, ¿cómo conociste a la institución marista?

Yo soy de Málaga. Mi padre fue antiguo alumno del colegio marista y yo también he estudiado 12 años en el mismo centro, porque entonces se comenzaba en 1º de Primaria. Para mi padre era importante que estudiara en Maristas. Pero, donde de verdad conozco a los Maristas, donde me empieza a apasionar lo marista, es en los Grupos de Vida Cristiana. En la Provincia Mediterránea tenemos GVX desde sexto de Primaria. Con 17-18 años comienzo como animador y es cuando ya de verdad lo empiezo a vivir como algo mío. Así es como llegan los Maristas a mí.

¿Cuál ha sido tu recorrido en el mundo marista y a nivel profesional desde los 18 años?

Con 18 años empiezo a estudiar Medicina, nada que ver con lo que estudié al final, Finanzas y contabilidad. En esos años sigo como catequista en el cole, como animador de grupos. Y la verdad que era algo, no sé, era el momento de la semana que me ayudaba a desconectar. Sigo vinculado desde entonces y he seguido como catequista del colegio hasta que me vine aquí en el año 2020.

¿Cómo surge la oportunidad de formar parte de la comunidad de Siracusa?

En el año 2020 yo trabajaba en un despacho de abogados y estaba un poco quemado con el trabajo. Pero, antes de nada, tengo que hablar de la experiencia que viví anteriormente como voluntario en dos Campos de misión de SED. Estuve dos veranos en Perú, en 2016 y 2018, la primera vez fue por un mes y la segunda por dos meses. Vivo una realidad muy diferente de la mía, no tengo a mi familia o a mis amigos, pero soy feliz con lo que hago. Viviendo en una comunidad marista, viviendo la misión en una comunidad marista, soy feliz. En 2020 empiezo un proceso de discernimiento y

acompañamiento con la comunidad marista de Granada, una comunidad mixta. Empezamos a tener una serie de diálogos que se paralizan un poco con el Covid. Yo me estaba planteando la vida en una comunidad mixta y, en julio de 2020, el hermano Juan Pablo me dice que tiene que hablar conmigo. Y ahí es cuando me propone ir a Siracusa. Rosa, un miembro de la comunidad, se iba a Cuba, hacía falta una persona y habían pensado en mí. De hecho, Juan Pablo me dice que me lo piense, que no responda en el momento, porque pensaba que la respuesta inmediata sería “no” y le dije: “no, no, pero si la respuesta es que SÍ”.

¿No tenías dudas?

Quedamos en que yo iba a ir a hablar con mis padres esa noche y después les confirmaría, pero yo le dije que la respuesta era “sí”. Y cuando llegué a casa de mis padres, no hubo un proceso de pensar si iba a ir o no, sino de qué voy a hacer a partir de ahora, cómo me voy a organizar. De hecho, la reacción de mi padre fue de mucha alegría. Mi madre dijo: “bueno, esto hay que pensarlo”. Y le dije “no, ya está pensado”. Y nada, en Maristas me confirmaron esa misma semana que era posible venir, que venía yo y esa semana dejé el trabajo.

¿Te costó dejar el trabajo?

A ver, la parte de la seguridad sí, porque ya tenía un contrato indefinido y era un trabajo seguro. Pero sabía que me iba a sentir más realizado aquí. Yo sabía que Dios me llamaba más a lo que a lo que vivo ahora, a vivir una misión compartida con los más necesitados. En el anterior trabajo, esa era la parte que más me costaba, sentir que Dios me había llamado a eso. Que, por supuesto, todos los trabajos se pueden vivir desde una vocación cristiana. Pero en este caso, pues yo no me sentía realizado. Aquí también tengo mucho trabajo administrativo y acompaño a la gente a oficinas, pero no es lo mismo: estoy acompañando a un hermano, a una persona que viene a mí y que necesita ayuda. Y aunque haya días difíciles, que son de mucho papeleo, mucho trámite y no llego a todo, siento que todos los días tengo que dar gracias por esta misión.

¿En qué momento te planteas por primera vez participar en un proyecto social? Previamente a Siracusa, me refiero, nos has hablado de la ONGD SED.

Nosotros en el cole vivimos en 1º de Bachillerato una experiencia de voluntariado, dentro de lo que se llama el Plan de educación social. Después fui acompañante también de ese plan para otros chicos. Y con los GVX, en 2º de Bachillerato, vivimos en verano el Campo de Servicio que es una experiencia también bastante fuerte. Estuve en dos ocasiones más como catequista en este Campo. Y después, SED. Yo tenía dos amigas que se habían ido ya a Bolivia con SED. Siempre me había llamado la atención y ellas me contagiaron la ilusión: cómo lo vivieron, cómo me lo transmitieron, con esa pasión. Y bueno, me planteé varias cosas. Soy diabético y siempre decía: “uf, irme de campo de misión, un mes fuera, con esta situación… no sé”. Pero después de la última vez que estuve en el Campo de servicio, en Granada (el verano de 2015), en un barrio marginal, me sentía llamado a más. “Yo tengo que hacer algo más, me estoy limitando, me estoy

limitando por los miedos y tengo que dar un paso adelante”. Ese mismo septiembre me apunté a los cursos formativos de SED, me llamó la atención Perú y allí solicité.

Nos comentabas que allí en Perú viviste tu primera experiencia comunitaria y que después estuviste en contacto con la comunidad mixta de Granada. ¿Han sido importantes esas experiencias para tu vida en la comunidad de Siracusa?

Sí, por supuesto. Yo empiezo a pensar en la idea de vivir en comunidad cuando me doy cuenta en Perú de que, en una comunidad marista (en la que yo iba de laico y convivía con hermanos), con una misión marista que compartíamos juntos, me siento realizado. Unos meses antes de mudarme a Italia, decidí llamar a la comunidad mixta de Granada, que tienen experiencia de acompañamiento. Y el hermano Juan Pablo me empieza a acompañar junto a Ana y Javi, dos miembros de la comunidad. ¿Por qué un discernimiento con ellos? Porque yo había vivido la vida comunitaria sólo por un mes y dos meses. Eso no es la realidad. Quería hablar con ellos, trabajar e interiorizar todo y saber si era de verdad lo que Dios me llamaba a vivir. Y justo en ese proceso es cuando llega la llamada para Siracusa, y ahí ya veo una llamada más clara. Además, recibo literalmente, una llamada.

¿Cuáles son tus primeras sensaciones al llegar a Siracusa?

Aterricé en Siracusa un 25 de septiembre de 2020. Cuando llegué a la comunidad, en la casa me encuentro la situación de salida de una persona. Yo llego justo dos semanas antes de que se vaya Rosa, que era miembro de la comunidad. Eso me ayuda mucho porque ella es española, de Granada, también venía de una realidad parecida, en Grupos, y compartimos muchos momentos que me ayudaron a entender muchas cosas. Y nada, me encuentro con que empieza justo la actividad, porque a finales de septiembre hay que ponerse las pilas y empezar con las clases.

En el CIAO (Centro Intercultural de Ayuda y Orientación), que es la obra social que la institución marista tiene en Siracusa, me encuentro una realidad que me encanta. En esos momentos, al no hablar italiano todavía, estoy algo limitado en la relación con los chicos, pero empecé enseguida a ocuparme de la puerta. Básicamente consiste en recibir y acoger a todo el que llegue, anotar nombres, hacer pasar a las personas al despacho de Domenico, un abogado que viene como voluntario a ofrecer asesoría jurídica, etc. Y un día clave para mí fue el día de la despedida de Rosa, el 10 de octubre, que encima es mi cumpleaños. Se hace una celebración por la despedida y al principio estaba nerviosísimo, con 20 personas en casa, teniendo que hablar italiano. Pero veo que lo logro y es cuando digo: “esto va a ir bien, vamos a seguir adelante”. Fue además el momento de conocer a todos los chicos de los apartamentos, que eso también estuvo muy chulo, y sentirme super acogido.

¿Tienes que trabajar mucho en italiano en tu día a día?

Todo en italiano. Y el idioma de la comunidad es el italiano también. Porque somos una comunidad mixta e intercultural. En estos momentos [julio de 2023] somos dos

españoles, un italiano y un venezolano. Pero nuestra misión es en italiano y todos tenemos que hablar el idioma.

¿En qué consiste tu trabajo?

Tenemos dos realidades. El centro CIAO, en el que respondemos a las necesidades de las personas que llaman a nuestra puerta. Por la mañana hay clases de italiano para migrantes y por las tardes tenemos el Dopo Scuola (después de la escuela), que sería el refuerzo escolar para los niños, sobre todo migrantes de segunda generación. Además, hay asistencia legal dos días a la semana. Y, después, aparte de estas actividades, que son las que están organizadas, surgen otras necesidades que tenemos que atender. Desde gestión de papeleo, acompañar a una oficina, acompañar al médico porque no entienden lo que les dicen.

Y la otra realidad, que a mí me apasiona, son los apartamentos. Tenemos 3 apartamentos, que sería lo más parecido a los pisos de emancipación en España, para jóvenes migrantes que hacen con nosotros un proceso de integración de 6 meses a 1 año. Viven en los apartamentos y nosotros les ayudamos también a nivel educativo, con diferentes actividades, les acompañamos en la parte personal… A mí me gusta decir que con ellos la comunidad crece.

Si tuvieses que elegir algún momento vital de importancia para ti en estos tres años en Siracusa, ¿cuál escogerías?

Para mí un momento vital fue, y además lo he recordado varias veces, acompañar a dos chicos jóvenes que se encontraban en una situación muy difícil, con un decreto de expulsión de Italia nada más llegar al país. No entendieron las cosas en la frontera y, bueno, firmaron un documento en el que rechazaban la protección internacional. Entonces comenzamos un proceso con el abogado para poder ofrecer a los chicos la acogida solidaria y notificar a la policía que les dábamos la acogida solidaria porque estaban en la calle. Acompañarlos en ese proceso fue un momento de mucho estrés, acompañar a dos personas frágiles en un momento de dificultad, pero ahora es una gran alegría ver cómo la situación ha cambiado.

Por desgracia, uno de los dos chicos escapó a Francia. Digo por desgracia porque alguna vez hemos hablado y allí en Francia no ha logrado gestionar bien la situación, pero el otro chico que confió en nosotros se quedó y hemos podido ayudarle. Ahora está siguiendo el mismo proceso que otros, tiene sus documentos, temporales, pero tiene documentos; puede trabajar y tiene una situación en regla, digamos. Para mí toda esta experiencia ha sido un reto que me ha costado mucho por el miedo que me daba la situación del chico, pero hemos podido estar ahí, acompañarle. Y es muy bonito ver que todo avanza y esta persona recupera la felicidad, que puede sentirse en familia.

Hablando de sentirse en familia, Kike, seguro que tienes muchas anécdotas de lo que supone la vida en comunidad en estos 3 años que llevas aquí viviendo.

Sí, ya lo creo… Los momentos para mí, personalmente, de más compartir, convivir y conocer a la comunidad y de sentirme yo más parte, han sido los momentos que hemos vivido fuera de la casa: en los retiros comunitarios, o como este pasado año, que nos fuimos a celebrar la Navidad a Giuliano, en Nápoles, con la comunidad marista que vive allí. O las navidades anteriores, que estuvimos una semana en una casa que tienen los maristas en Los Alpes. Por supuesto, han sido importantes los momentos del día a día, de trabajar juntos y luchar porque esta misión siga adelante, pero siempre en comunidad. Han sido momentos de convivencia que llenan mucho y ayudan a seguir avanzando.

¿Qué le dirías a una persona que está pensando en vivir una experiencia comunitaria como esta?

Pues, por un lado, que va a poder vivir la misión al 100%, porque la comunidad se involucra en la misión, es nuestro día a día. Aunque a veces es difícil, porque te cuesta desconectar, se vive de otra forma que si estuvieses con tu familia o en un entorno distinto viviendo. Y es muy bonito, porque es un tiempo de entrega a los demás, y esa experiencia nos la llevamos para nuestra vida después. Ayuda a sentar las bases de tu futuro.

El Kike que se vuelve dentro de un año a Málaga o a donde sea, porque todavía no lo sé, no es el mismo que vino. Es un Kike que ha superado inseguridades, que sabe abrirse más rápidamente al que tiene al lado, que vive la acogida de una forma más natural y cercana. Y me llevo un montón de nombres. Me llevo el corazón lleno de nombres de personas con las que he compartido la misión: usuarios, niños, jóvenes, personas que te encuentras en el día a día, voluntarios que dedican su tiempo a nuestro centro…

¿Qué lugar va a ocupar Siracusa en tu futuro?

Siempre va a seguir ahí en mi corazón y creo que va a ocupar un lugar importante porque, como decía, yo ya he cambiado con esta experiencia. Me gustará poder volver alguna vez a visitar la comunidad, que espero que siga muchos años. Siracusa es el sitio en el que mi ser marista más ha crecido.

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