7 de noviembre de 2006 CASA GENERAL

La vida apostólica marista hoy

Acaba de aparecer la tercera circular del hermano Seán Sammon Superior general con el título ?Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar? sobre ?la vida apostólica marista hoy?, como reza el subtítulo. Es un documento de 128 páginas y lleva fecha de 6 de junio de 2006.

El mismo hermano Seán hace una presentación de la misma:
Esta circular es la última de las tres que había pensado escribir sobre la identidad de los hermanos de Marcelino y la de los maristas seglares hoy. En la primera, Una revolución del corazón, abordábamos este tema desde la perspectiva de la espiritualidad de nuestro fundador, mientras en la segunda, Compañeros maravillosos, lo contemplábamos a través del prisma de la vida comunitaria. En esta tercera carta circular examinamos la identidad dentro del contexto de la misión de la Iglesia y las tareas apostólicas de nuestro Instituto.

La presente circular consta de cuatro partes. En la primera trataremos de acercarnos a los fundamentos históricos y teológicos de nuestra labor apostólica. Analizaremos el significado del carisma y la relación que hay entre consagración y misión, y luego pasaremos a examinar brevemente lo que Marcelino y las Constituciones nos dicen sobre el enfoque de la misión y la naturaleza de sus tareas.

En la segunda parte estudiaremos la cuestión de la identidad y la vida apostólica marista en los momentos actuales. Los temas que entran en este apartado son numerosos, por ejemplo las semejanzas y diferencias que existen entre la vocación de un hermano de Marcelino y la de un marista laico; el lugar privilegiado de la escuela católica y la necesidad de emprender nuevas iniciativas pastorales; el espacio de los esfuerzos apostólicos del Instituto dentro de los otros trabajos de la Iglesia; y el papel de nuestras instituciones en la llamada a la extensión del evangelio.

La tercera parte está dedicada a reflexionar en torno al deseo ardiente del fundador de dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar entre los niños y jóvenes pobres ¿Qué alcance tiene esa inspiración para nosotros hoy, estando como estamos en tantos países distintos, cada vez más inmersos en una diversidad de culturas? Y también, ¿qué escollos tenemos que sortear para poner la preocupación por los pobres de Dios en el centro de todas nuestras tareas? Quizás lo más notable de esta parte de la circular sea el uso insistente de la frase ?los niños y jóvenes pobres? en lugar de la descripción más corriente de ?los niños y jóvenes, en especial los más desatendidos?.

He preferido la primera por varias razones. Para empezar, nuestro fundador en sus cartas aludía con frecuencia a los niños y jóvenes pobres, textualmente, cuando se refería a los fines del Instituto Siempre que utilizamos expresiones como ?los menos favorecidos? y ?una preferencial, aunque no exclusiva, opción por los pobres?, da la impresión de que queremos suavizar un poco lo que ha sido una llamada inequívoca y rotunda por parte de la Iglesia y de numerosos Capítulos generales y provinciales desde el Concilio Vaticano II hasta ahora. Lo que realmente hace falta, tanto desde la Administración general como en las distintas unidades administrativas, es que respondamos de la mejor manera posible a este desafío Aclarado este punto, también creo conveniente recordar que lo que se nos pide cuando nos llaman a hacernos presentes entre los marginados es fundamentalmente un cambio de corazón. Sea cual sea el lugar donde los hermanos de mi Provincia o Distrito quieren que yo sirva, es preciso que lleve conmigo un corazón inclinado hacia los pobres.

La circular termina con una reflexión sobre la misión ad gentes. Numerosos autores señalan que el período en el que se producían conversiones al cristianismo en cifras notables está llegando a su fin. De ser eso cierto, hoy más que nunca será necesario que tengamos una idea clara de la naturaleza y los objetivos de nuestro Instituto en estos tiempos. De lo contrario nos veremos incapaces de tomar decisiones valientes sobre el apostolado y otros aspectos esenciales de nuestra vocación. Para entender del todo el sentido y el lugar de la misión ad gentes en la vida marista de hoy, debemos clarificar también el significado de Iglesia. A partir del Concilio, en muchas partes del mundo nos hemos ido desplazando paulatinamente de un anterior modelo de Iglesia triunfalista para vernos a nosotros mismos como comunión, Pueblo de Dios, siervos proféticos. Y también hemos comprendido que, al referirnos a la misión, en lugar de usar expresiones como aquella de ?mandar a las misiones?, podemos buscar imágenes que nos hablan de encuentro y solidaridad.

SeánLa idea de solidaridad nos ayuda a entender mejor que Dios envió a su Hijo a la tierra para estar entre nosotros y así revelar el rostro divino, pero también para encarnarse plenamente como ser humano. Jesús asumió la vida de la gente común y corriente que le rodeaba Compartía sus luchas por la supervivencia, sus desilusiones, sus celebraciones, su sentido de la historia y su experiencia de pueblo amado y salvado por Dios. La misión de Jesús, por tanto, no fue algo que él superpuso a su condición de hombre; su misión fue compartir nuestra vida. Su camino estaba inspirado por la solidaridad con las gentes sencillas de su tiempo.

Si Jesús colocó en el centro de su misión la solidaridad, ésta debe ser también un elemento fundamental en la misión de la Iglesia y en nuestro apostolado. Siguiendo el modelo de Jesús, nosotros debemos acoger la condición y las circunstancias de las personas a las que hemos sido llamados a servir, persuadidos de que compartir la vida de una comunidad no es una cuestión preliminar a la misión sino más bien inherente a ella. Es lógico que sea así, ya que la comunidad y el espíritu de servicio han de estar presentes en todo proyecto que se defina como cristiano. Haremos bien, entonces, en contemplar nuestras vidas y trabajos con los ojos de aquel sencillo cura de aldea y padre marista que fue nuestro fundador. Él dio existencia a los Hermanitos de María en nombre de una misión. Y puso el apostolado en el núcleo de nuestra identidad de hermanos Con esto no estoy diciendo que Marcelino nos viera como una fuerza de choque eclesiástica. No; simplemente me refiero a que en la visión del fundador todos los aspectos de nuestra vida ? oración, comunidad, estructuras de gobierno y animación del Instituto, y tantos otros- se dan cita en el servicio a la misión.

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