24 de octubre de 2007 ESTADOS UNIDOS

Peregrinación que cambia la vida

Este último verano, la Sociedad de servicio internacional San Marcelino Champagnat de la High School Arzobispo Molloy de Briarwood, organizó su tercera peregrinación a Lourdes, del 28 de julio al 9 de agosto. Ha sido la experiencia de fe más positiva que se ha vivido hasta ahora.

Treinta y cuatro personas, entre alumnos, ex alumnos, padres y profesores, se ofrecieron voluntariamente para brindar su servicio de asistencia a los peregrinos enfermos y discapacitados, que acuden por miles a Lourdes todos los años a bañarse en las aguas de salud que hay junto a la gruta donde se apareció la Virgen en 1858. El grupo tenía la misa y el rosario en común diariamente, y les acompañaba como capellán el P. Richard Bertone, de la Universidad Pace.
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Grupo de la H.S. Arzobispo Molloy con Mons. Jean-Yves Riocreux, obispo de Pontoise, en el centro; P. Richard Bertone, capellán, a izquierda y el H. Pat Hogan, a la derecha.

Éste es el tercer año que el Molloy patrocina una peregrinación a Lourdes. La Sociedad comenzó con 13 voluntarios en 2005, y a partir de ahí ha venido enviando 26 participantes anualmente. Siempre han contado con la ayuda de la Organización norteamericana de voluntarios de Lourdes para cuestiones de viajes y el alojamiento en el Centro de acogida Ave María.

La mayoría de los alumnos y ex alumnos que han tomado parte en la experiencia, se han comprometido posteriormente en el Programa de servicio para ayudar a las personas que tienen necesidades especiales.

Cada uno de los que acudieron a la reciente peregrinación tuvo que poner 2.300 dólares para los viajes. Los jóvenes organizaron actividades para obtener fondos, incluyendo una recogida de basuras en Manhattan y una rifa escolar. También consiguieron dinero haciendo trabajos a tiempo parcial y pidiendo aportación a sus padres.

Los voluntarios permanecieron ocho días en Lourdes, y posteriormente pasaron tres días en torno a los lugares maristas: La Valla, donde San Marcelino Champagnat fundó los Hermanos Maristas de las Escuelas, en 1817; el Hermitage, casa madre construida por Marcelino y sus hermanos; la parroquia de Marlhes; y Le Rosey, casa natal de Marcelino, donde hicieron un breve retiro para confortar el espíritu.

Monseñor Jean-Yves Riocreux, obispo de Pontoise, diócesis cercana a París, al saber que los estudiantes maristas de Estados Unidos estaban en su ciudad natal, se presentó en Marlhes para oficiarles la misa y comer con ellos. Este prelado lleva una reliquia especial de San Marcelino en su cruz pectoral.

Recogemos algunas de las impresiones de los peregrinos:
?Cuando uno viene como voluntario, no elige el sitio donde quiere trabajar. Se va donde hay una necesidad. Nosotros lo pasamos muy bien con los jóvenes allí. Trabajamos mucho y disfrutamos en nuestra relación con la gente. La barrera de la lengua lo hacía incluso más divertido. Yo tenía claro que estábamos para hacer la voluntad de Dios, que nos pedía cuidar de los enfermos. Antes de comenzar con las tareas, nos reuníamos por lenguas para rezar y mantener el ideal que nos había llevado allá?. – Hermano Pat Hogan, coordinador y acompañante espiritual de los ex alumnos del Molloy.

?Yo no estaba muy segura de lo que quería, pero fui con la mente abierta y el corazón dispuesto. Después de las primeras instrucciones, las encargadas de la piscina nos enseñaron la técnica para bañar a los enfermos. Yo estaba realmente asustada a la hora de empezar. Pronto supe para qué había venido. Trajeron a una muchacha en camilla, flanqueada por su madre y una enfermera. Saltaba a la vista que la joven estaba muy enferma y necesitaba atención y cuidados. La madre y la hija no pudieron evitar las lágrimas ante la experiencia que iban a vivir. Todas las mujeres que estaban allí cerca esperando el baño comenzaron a llorar también. Hablábamos lenguas muy diversas, pero en aquel momento y lugar no existía ninguna barrera entre las personas?. – Julia Hurtubise, ex alumna del Molloy, perteneciente a la parroquia de St. Fidelis, College Point, y estudiante del St. Joseph?s College, Downtown Brooklyn.
?Allí encontré todo lo que esperaba, y mucho más. Esperaba trabajar un día y otro día. Y lo hice. Pero lo que no esperaba era que la gente a la que ayudaba me abrazara después de mi tarea. No esperaba que me fuese a tocar trabajar tan a fondo, pero la sonrisa que veía en una u otra persona me llenaba de combustible para seguir quemando energía. Veía la esperanza de la gente en que llegara una cura milagrosa, pero no esperaba que aquello ya me estuviera curando mí. Lourdes es sencillamente increíble?. – Joseph LoGiudice, ex alumno del Molloy, perteneciente a la parroquia de St. Helen, Howard Beach, estudiante del St. Joseph?s College, Downtown Brooklyn.

?Ha sido un sueño para mí trabajar en Lourdes, ofrecer alivio a los peregrinos enfermos que acuden a este sagrado lugar. Yo fui la que recibió ánimos con aquellas sonrisas que veía en los peregrinos llenos de fe. Sus rostros están grabados para siempre en mi corazón. Esta bendición me vino multiplicada al trabajar codo a codo con mi hija Janine y el estupendo grupo de voluntarios, estudiantes y profesores. Las gracias que recibí en este viaje de peregrinación no se me olvidarán en toda mi vida?. – Coordinadora Kathy Accardi, madre y miembro de la comunidad dominical de St. John?s University y de St. Kevin?s, Flushing.

?Los días previos a nuestra marcha hacia Lourdes yo andaba bastante nerviosa y confusa. No me veía en condiciones de efectuar un viaje tan santo y religioso, del que poco sacaría en limpio y al que poco podría aportar, porque yo no era una persona tan santa y religiosa. En cuanto llegamos a Lourdes empecé a sentirme mejor, aunque aún me rondaba en la cabeza esa sensación molesta de que el aspecto religioso del viaje me iba a dejar en evidencia, porque no acertaría con las palabras de una oración, o no sabría una canción, o andaría con dudas al hacer los movimientos de la misa. Al final me di cuenta de lo ridícula y superficial que estaba siendo. Me encontraba sentada al lado de la gruta, y aunque era bastante tarde había centenares de personas allí. Y entonces caí en la cuenta de que nunca había visto tanta fe y unión en ningún sitio anteriormente. Allá estaban todas aquellas personas, fuera cual fuera su historia anterior, su país, las circunstancias que las habían llevado a Lourdes? todos unidos en la oración, en la fe. Aquello me impresionó profundamente y no pude evitar las lágrimas. Yo creo que por eso Lourdes es un lugar tan especial. Me di cuenta de que no importaba si yo era religiosa, de que no necesitaba ser excepcionalmente religiosa para sacar los frutos de aquel viaje. Cuando vi a toda aquella gente y fui dejando de lado mis preocupaciones personales, empecé a sentir más fe dentro de mí. Siempre recordaré a las personas que allí encontré, y los sentimientos de fe y alivio interior que entonces me invadieron?. – Jacqueline Siino, ex alumna del Molloy, estudiante del St. Francis College, Brooklyn Heights, y perteneciente a la parroquia de St. Sebastian?s, Woodside.

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