7 de octubre de 2017 COLOMBIA

Sueño un Instituto?

El noviciado internacional La Valla, de Medellín, ha estado muy presente en el Capítulo. No es una presencia física constante, pero muy significativa. La comunidad formadora está compuesta por tres hermanos. El noviciado cuenta con 12 novicios y más la presencia del novicio de Estados Unidos durante el período del Capítulo. Los novicios del primer año quieren expresar la pasión por el carisma marista compartiendo el texto que sigue abajo, destacando la vida marista que sueñan como Hermano joven para un nuevo comienzo.

 

SUEÑO UN INSTITUTO con Hermanos abiertos y disponibles a la misión. Con comunidades acogedoras, artesanas de paz, de alegría de vivir como hermanos entre los hermanos en unidad y fraternidad. Con puertas grandes y amplias donde incluyamos a todos los que gritan ser rescatados de las inconsistencias de este mundo. Sueño en construir una familia que está unida fraternalmente y puesta en las manos de María, nuestra Buena Madre. Sueño, a futuro, un gran hogar para estar y compartir; haciendo la diferencia en cada paso que se da, dejando huella en cada corazón e inspirando el caminar de nuestro hermano para ser luz de vida, lugar de acogida y comprensión, de educación y transparencia desde el más pequeño hasta el más grande. Sueño, una comunidad que sea portadora de esperanza. Sueño que no camino solo. Mi vida es compartida con mis hermanos de comunidad. Tengo ilusión que, detrás de ese camino, vienen otros que, aunque no muy rápido, sí van andando.

SUEÑO UN INSTITUTO con “rodachines”, es decir, en salida constante hacia esas tierras nuevas donde se nos necesita; sin miedo a ir a las periferias y dejar las comodidades. Un Instituto que está en salida, al encuentro generoso con la niñez y la juventud de hoy. Sueño con una opción que privilegie transformar la vida de niños y jóvenes desde la calidad del tiempo que compartimos con ellos. Un Instituto con “ojos abiertos”, atentos a cada detalle que se suscite en nuestra realidad con los niños y los jóvenes para dar respuestas concisas a las necesidades de los niños y jóvenes de hoy. Un Instituto pendiente de los signos de los tiempos, con renovación constante y actual, sin perder nuestras raíces. Sueño en una comunidad que se entrega generosamente a los más empobrecidos del mundo y que se pone a su servicio.

SUEÑO UN INSTITUTO abierto, con relaciones amplias y fraternas hacia nuestros laicos y laicas, trabajando tras un mismo ideal, donde juntos podamos compartir la misión y donde nos sintamos involucrados en el servicio a los más vulnerables de nuestras sociedades. Un Instituto que entra en mayor comunión y comparte la misión con la Iglesia y con otras congregaciones e incluso en comunidades mixtas, enriqueciéndose mutuamente en favor de ideales que favorezcan a la niñez y la juventud. Que está en comunión con todo el mundo siendo testimonio para los demás al estilo marista. Sueño en la comunión con los demás, empezando conmigo mismo. Es ahí donde muchas veces tenemos que aprender a perdonar y ser perdonados.

SUEÑO UN INSTITUTO en el que cada uno de nosotros mantengamos vivo el dinamismo de nuestra vocación y actualicemos cada día el carisma de Champagnat para que en cada uno de nosotros se dé un Nuevo Comienzo. Sueño con un estilo de vida que facilite la plena realización personal de cada uno de sus miembros a nivel intelectual, espiritual, apostólico. Sueño en la calidad de nuestras respuestas al proyecto de nuestro Fundador.

SUEÑO UN INSTITUTO en el que el carisma marista sea transmitido y contagiado en cualquier país y cultura. Sueño con una vida marista, encarnada en la realidad y todo ambiente, no solo en nuestras seguridades (colegios, universidades, fundaciones). Sueño con un Instituto de hermanos convencidos de su vocación y la grandeza de la misma, no de personas adaptadas… continuadoras de lo existente.

SUEÑO UN INSTITUTO profético, que vive lo que dice. Esto lo podemos lograr con discernimiento y oración. Un Instituto que da voz a los más necesitados de nuestra sociedad. Un instituto no asustado por estructuras de poder, sino valiente frente la adversidad. Concretamente, creo que podemos entrar en conversaciones, en nuestros pueblos y ciudades, para incluir voces que no se oyen. Un Instituto que habla claramente, en voz alta, la llamada del Espíritu en nuestros tiempos, un Instituto que puede ser un ejemplo para la Iglesia, no con gritos o ruido, sino con sencillez y modestia.

SUEÑO UN INSTITUTO apostólico, que valora la necesidad de contemplar como nos enseñó María, “llevando todo en su corazón”. Champagnat nos ha dado un ejemplo en esto, siempre fiel en su relación con el Padre. Ya estamos realizando este sueño en el Instituto, especialmente en programas de formación. Sueño en lo que se ha formado durante estos 200 años en el Instituto: la familia marista. Sin importar nuestra procedencia, todos estamos llamados a servir de manera especial a los niños y jóvenes; a compartir nuestra espiritualidad apostólica marista y a vivir en fidelidad creativa al carisma.

SUEÑO UN INSTITUTO que vive fielmente el seguimiento de Jesucristo. Sueño en continuar viviendo el seguimiento a Jesús como lo hicieron María y nuestro Fundador, San Marcelino Champagnat. Sueño en el don de la vida que Dios nos da. Él nos ha hecho personas para que seamos felices y podamos hacer felices a los demás. Sueño un Instituto que encarna el Evangelio y una comunidad que rompa esquemas, disponible al servicio en cualquier lugar del mundo.

VOLVER

5 de octubre de 2017...

SIGUIENTE

Sábado, 7 de octubre...