13 de enero de 2024 CASA GENERAL

FMS Studia No 4: reconocimiento legal de los Hermanos Maristas (1825 – 1851)

En noviembre se publicó FMS Studia 4, con el título «La reconnaissance legale des freres maristes (1825 – 1851) (1825 – 1851). Contraintes politico-religieuses et projet mystique
du P. Champagnat au F. François ».
El libro, disponible únicamente en francés, forma parte de un estudio del hermano Gabrile Michel, reelaborado por el Hermano André Lanfrey.

Reproducimos a continuación el prefacio del H. André.

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El H. Gabriel Michel (1921-2008) hizo un largo estudio histórico sobre las iniciativas emprendidas con miras al reconocimiento legal del Instituto ante el gobierno francés: un problema que afligió la vida de Mons. Champagnat y contribuyó, en parte, a su muerte prematura. Su obra, titulada “Marcellin Champagnat et la reconnaissance légale des Frères Maristes“, fue publicada en 1986 por la imprenta Carmel de St Chamond, en forma de un cuaderno A4, de 301 páginas.

Hubo, por lo tanto, un retraso significativo entre el trabajo en sí y su publicación bastante confidencial: quizás una decena de años. Cómo esta historia terminaba en un fracaso de M Champagnat, era importante continuar el relato hasta el éxito del H. Francisco en 1851. Por eso, el H. Gabriel Michel compuso entre los años de 1987-1990 un segundo volumen de 112 páginas, titulado “Frère François et la reconnaissance légale des Frères Maristes” (1840-1851)), que fue impreso en 1991, y al igual que la primera, tuvo la misma distribución relativamente limitada.

Y sin duda, es esta la razón la que la Casa General de Roma realizó en el año 2000 una segunda edición en forma de 2 cuadernos A4, pero esta vez como publicación privada. El texto es idéntico al de la primera edición, pero sin los índices temáticos, onomásticos, topográficos, ni la cronología de la primera edición. Tampoco tiene una tabla de contenidos.

En la introducción del primer volumen, el H. Gabriel da algunos datos valiosos sobre sus intenciones.

“Los Hermanos Maristas saben que su Fundador, el Padre Champagnat, hizo esfuerzos extraordinarios, en muchas ocasiones, para que su congregación fuera reconocida legalmente por el gobierno francés, y que no lo logró. A veces se preguntaban: ¿Podemos saber la verdadera razón? […] Este problema del “reconocimiento legal”, de hecho, circuló a lo largo de los primeros veinte años de la historia de los Hermanos Maristas. No era obsesivo, sino algo constantemente presente. Por lo tanto, encontraremos una serie de documentos simplemente unidos entre sí por alguna explicación, manteniendo su sucesión cronológica. La historia termina en 1840. Posteriormente, otro volumen abarcará la historia de la segunda etapa (1840-1851), la cual termina, como sabemos, afortunadamente esta vez”.

Como el H. Gabriel tenía, desde 1986, la intención de abordar la cuestión del reconocimiento legal en su totalidad, publicaremos en un solo volumen la historia del reconocimiento legal: desde 1822 hasta 1851.

El contenido de la obra es muy rico ya que ofrece copias de alrededor de 140 documentos, entre ellos un número bastante importante de documentos inéditos, que son fruto de las investigaciones del H. Gabriel, especialmente en los Archivos Departamentales de Loira, en el Arzobispado de Lyon, y también en los Archivos Nacionales. Se trata, por lo tanto, de un expediente extraordinario que hay que tratar con discernimiento.

Evidentemente, este trabajo presenta algunas limitaciones que me gustaría señalar rápidamente. En primer lugar, una formación más literaria que histórica; el H. Gabriel no desdeña un estilo que da color a la historia, pero debilita su rigor mediante reflexiones morales, diálogos inventados, comentarios edificantes… Además, el estilo del primer volumen, muy próximo a un discurso oral, da la impresión de transcribir una serie de conferencias. De ahí frases demasiado largas, párrafos muy cortos…

En cuanto al fondo, el H. Gabriel, que deseaba resaltar la persona de Champagnat, sacrifica un poco el contexto político-religioso. Por ejemplo, subestima la importancia de la revolución de 1830, que no es un simple incidente, sino un acontecimiento importante que arruina las esperanzas de recristianización y genera un régimen liberal muy hostil con la Iglesia. Es también demasiado fiel a la tradición historiográfica del instituto que denigra exageradamente al vicario general Bochard y otorga demasiado a Mons., quien sin embargo dirigió torpemente los trámites, con miras al reconocimiento legal en 1832. Y luego, el H. Gabriel duda en concebir a Champagnat como una personalidad político-religiosa plenamente, cuando el problema de su reconocimiento jurídico es eminentemente político-religioso.

Es cierto que, antes de 1830, era todavía poco reconocida la personalidad de un Champagnat confinado en el departamento de Loira, pero se empezó a hablar de él a partir de 1822 en la importante diócesis de Lyon, dado que se convirtió, más por necesidad que por convicción, en una especie de vasallo del vicario general Bochard. Y sabrá dejarlo con tacto cuando Mons. de Pins, empezará a recibirlo y alentar su obra. Aunque el administrador y su consejo le tenían una estima limitada, al menos durante los primeros años de su relación. Por otro lado, solo Mons. de Pins – considerando que los Hermanitos de María era SU congregación diocesana de hermanos -, podía completar los trámites para la autorización legal. Sabemos que los intentos anteriores a 1830 fracasaron por la mala voluntad de la administración del Estado, pero también por la torpeza del Administrador.

Si bien Champagnat quedó algo abandonado por un Mons. de Pins, demasiado seguro de sí mismo, su importancia creció en el departamento de Loira, donde aumentó el número de escuelas de los Hermanos, y también la reputación de la Casa del Hermitage, que destacaba de hecho, si no en derecho, como una escuela normal departamental. En St Chamond, el vuelco de Mons. Dervieux, el influyente sacerdote de la parroquia de St Pierre, favoreció la ayuda moral y financiera de reconocidos a favor de una obra muy útil para el cantón, e incluso para el departamento. Los Hermanitos de María estaban tan bien establecidos allí que en 1830 el prefecto, aunque muy hostil, no podía amenazarlos seriamente ni sustituirlos por escuelas mutuas, excepto en un caso: en Feurs. El reconocimiento de L’Hermitage, en 1830, es un homenaje paradójico a una obra considerada lo suficientemente importante como para atraer la sospecha de la autoridad política y administrativa. Con la promulgación de la ley Guizot (1833) el Estado se afirmó como dueño exclusivo de la educación pública. Mons. de Pins estaba ahora fuera de escena en materia política-educativa; después de 1833 fue Champagnat quien tuvo la iniciativa y movió cielo y tierra para obtener una ordenanza que fracasó por poco en 1838. Pero, pese al fracasó, su intento lo llevó a hacerse conocido a nivel nacional. Escribió al rey, se comunicó con los ministros, prefectos, diputados, obispos y otras congregaciones. Describe cuál será el ámbito de acción de su congregación, desde el Mediterráneo, gracias a sus contactos con St Paul-Trois-Châteaux, hasta el norte de Francia mediante la fundación de St Pol-sur-Ternoise en el departamento de Pas-de-Calais.

Su fracaso en la adquisición de su reconocimiento jurídico es por tanto relativo. Aunque no tuvo éxito a nivel nacional, contó con el firme apoyo de la administración de Loira, y su obra fue lo suficientemente extensa y honorablemente conocida como para que los obispos y la Educación Pública reconocieran su existencia de facto en una época en la que el reclutamiento de docentes es insuficiente. Y la amenaza del servicio militar para los hermanos no certificados fue mitigada por un acuerdo con los Hermanos de la Instrucción Cristiana de St Paul-Trois-Châteaux, a partirde 1835.

Una consecuencia paradójica de la falta de estatus oficial de los  PFM es que la congregación no podía recibir donaciones y legados ni poseerlos. Todos los bienes estaban, por tanto, a nombre de Mons. Champagnat, quien pagaba importantes impuestos, y, por tanto, se encuentra entre el pequeño número de electores en una época en el que, al estar la votación basada en el censo, estos son sólo unos cientos de miles. Además, cuando Mons. Champagnat mantenía correspondencia con notables personajes o se reunía con ellos, recordemos que era él mismo. Y sin duda era muy estimado por los círculos seculares, más que por el mundo eclesiástico, que durante mucho tiempo estuvo sorprendido de que un sacerdote de renombre y sin grandes talentos hubiera tenido tanto éxito. En cualquier caso, muchos clérigos y personas notables de St Chamond asistieron a su funeral en junio de 1840. Estaban enterrando a uno de los suyos.

Otra paradoja: la ausencia de autorización legal para los Hermanitos de María no impidió su desarrollo, mientras que muchas otras asociaciones de Hermanos reconocidas por ordenanza no lograron desarrollarse, a pesar de importantes ventajas en materia de diploma (título) y servicio militar. A este respecto, el contraste entre los Hermanos de St Paul-Trois-Châteaux y los de L’Hermitage es espectacular, hasta el punto de que el acuerdo celebrado entre Mons. Champagnat y Mons. Mazelier conducirá, algunos años más tarde (1842), a una verdadera anexión de este último. Y lo mismo ocurrirá con los Hermanos de Viviers en 1844.

Por tanto, hay que admitir que las ventajas ofrecidas por una ordenanza no eran para los candidatos, el elemento determinante de la vocación de hermano. De hecho, para la mayoría de los fundadores la noción de vocación apenas entraba en juego: necesitaban simples asociaciones seculares de maestros de escuela, buenos cristianos y nada más. Champagnat, por su parte, proyectaba fundar una rama de la Sociedad de María, posiblemente bajo la apariencia de una asociación caritativa. En ambos casos se hablaba de “hermanos”, pero no se tenía la misma idea del significado de este título: para él, no se trataba de tener maestros piadosos, sino de establecer una sociedad providencial bajo los auspicios de María.

Después de 1840 la acción del padre Colin, superior de la Sociedad de María, y del hermano Francisco, director general de los Hermanos, siguió los dos caminos que Mons. Champagnat había iniciado, pero invirtiendo sus prioridades. Al fusionar a los Hermanos Maristas, primero con los Hermanos de Saint- Paul-Trois-Chateaux (1842), y luego con los de Hermanos de Viviers (1844), el instituto se benefició de las ordenanzas obtenidas por estas dos congregaciones bajo la Restauración. Pero esto no parecía satisfactorio para los Hermanitos de María (título reducido al acrónimo PFM), no sólo por razones jurídicas, sino, fundamentalmente, porque este título era de esencia mística y el instituto no podía renunciar a él.

El derrocamiento de la Monarquía de Julio, en 1848, y los disturbios que siguieron a este acontecimiento llevaron al advenimiento de una república conservadora, y el H. François y el H. Louis-Marie se beneficiarán de este nuevo contexto para obtener finalmente una orden que autorice al instituto en toda Francia. Para ellos, fue ciertamente un éxito político-religioso, pero sobre todo un signo de que Marie y el Padre Champagnat seguían velando por su Sociedad, finalmente reconocida públicamente con su nombre original.

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