17 de noviembre de 2010 CASA GENERAL

La Esclava del Señor

Después de haber delimitado el alcance del ?principio mariano? Von Balthasar profundiza tres rasgos del mismo a través de un análisis en el que resalta su profundidad, anchura y extensión. Las tres creaciones, que elabora con gran riqueza de pinceladas intelectuales, podrían constituir tres iconos puestos a la contemplación de los ojos y del corazón del creyente.

El primero lo podríamos denominar como el icono del misterio. En esta descripción Von Balthasar enmarca con amplias pinceladas la realidad profunda y generosa del misterio de la Iglesia como ?multitud reunida en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?. La Iglesia está integrada por todos los que han sido elegidos ?en Cristo antes de la creación del mundo?. Cristo ha amado a la Iglesia y se ha entregado por ella ?para santificarla? (Ef, 4; 5, 25-27). Hemos nacido como Iglesia en el misterio de Dios uno y trino, en Dios que es amor. Los fundamentos de este misterio de amor se pueden encontrar en la carta a los Efesios. Von Balthasar nos invita a ver a la Iglesia como la manifestación del ?gran misterio? del amor trinitario a los hombres. Por eso define esa relación como un ?milagro de amor?.

Al destacar la dimensión misteriosa de la Iglesia en sus orígenes, para poner de manifiesto el papel de María como prototipo de la Iglesia, Von Balthasar considera que se deben dejar de lado los cálculos cronológicos respecto al momento preciso de la fundación de la Iglesia. Los distintos momentos (Anunciación, Cruz, Pentecostés?) ?son más bien el hacerse presente ?histórico? de una realidad supra temporal y eterna en el interior de la historia?1. Los orígenes más profundos de la Iglesia hay que reconducirlos a través de todo el amplio arco de la creación y de la historia de salvación hasta Dios, que es la verdadera fuente del amor.

La célula fundamental de la Iglesia es la unión de Cristo y María. La unión física, en el vientre de María, y la unión mística, en el corazón de la Iglesia, es la que fundamenta todas las demás uniones entre los hombres y Dios. El ?sí? de María abraza todos los demás ?síes? que se dan a Dios. María participa en el misterio de ?la multitud de reunidos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo? como ?esclava? del Señor, como ?mujer? y como ?discípula?.

Manifestación del inicio de la Iglesia en la casa de Nazaret

La disposición fundamental de la Iglesia es un eco de la esclava del Señor (Ancilla Domini)2 que permite que la plasme el don de amor de la vida trinitaria. Urs Von Balthasar reconoce los comienzos de la Iglesia en la encarnación del Hijo de Dios. ?El anuncio del ángel fue dirigido a María; ella lo acogió y, cuando desde lo más hondo del corazón respondió: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38), en ese momento el Verbo eterno comenzó a existir como ser humano en el tiempo?3. Esa unión del Hijo de Dios con la mujer María fue la primera célula de la Iglesia.

El ?sí? de María a la Encarnación ofrece el punto de partida de la fe neotestamentaria eclesial. Este ?sí? es el encuentro entre la ?totalidad? de Dios y nuestra disponibilidad. En ese momento el encuentro de la totalidad de Dios y la disponibilidad total del hombre da origen a una totalidad de comunión. Y de la primera a la segunda desciende el Espíritu Santo, el portador de la semilla divina, de la Palabra para sembrarla en el seno de una mujer?4.

Von Balthasar considera la unión que se produce en la Anunciación de la Virgen madre y el niño como la ?primera célula? de la Iglesia fruto del Espíritu Santo, Espíritu que ?estará siempre presente en las oraciones, en los sacramentos y en los carismas de la Iglesia?5.

El ?sí? de María a la Palabra que fecunda su seno no es una respuesta simplemente individual: en él está contenida una dimensión colectiva de apertura a Dios. ?El ?nosotros? comunitario de la Iglesia, formada por el ?nosotros? de la Trinidad, encuentra ya expresión en el ?sí? de María a Dios por cuenta de todo el género humano?6. ?Toda la fe de su pueblo se formula definitivamente ahí?7. Con otras palabras, el ?sí? de María es producido por el Espíritu Santo con una universalidad que recapitula y encarna todo momento de disponibilidad en relación con Dios:

?Hasta el más mínimo asomo futuro de entrega y disponibilidad de cualquier individuo humano estaba incluido en el de María: según Tomás de Aquino, María responde por toda la raza humana. Por eso este sí se abre también hacia adelante, para albergar todos los síes intentados dentro de la Iglesia verdadera. En María la Iglesia ya ha sido perfeccionada, porque el Espíritu Santo, en el que Ella pronuncia su ?sí?, es desde siempre el ?nosotros? de Dios y ha comenzado su obra en la tierra, la de edificar el ?nosotros? pronunciado y vivido por cada uno a diario?8.

?El icono de la Anunciación, mejor que cualquier otro, nos permite percibir con claridad cómo todo en la Iglesia se remonta a ese misterio de acogida del Verbo divino, donde, por obra del Espíritu Santo, se selló de modo perfecto la alianza entre Dios y la humanidad. Todo en la Iglesia, toda institución y ministerio, incluso el de Pedro y sus sucesores, está puesto bajo el manto de la Virgen, en el espacio lleno de gracia de su sí a la voluntad de Dios?9.

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A.M. Estaún
Este escrito forma una unidad con los artículos publicados los días 20, 31 mayo y 20 de junio de 2010.


1Il Tutto nel frammento, 136.

2 La expresión ?esclava del Señor? es enormemente problemática para una teología feminista. La relación dueño-esclavo es absolutamente detestable en una sociedad humana. Siglos de interpre­tación patriarcal han etiquetado la respuesta de María como obediencia sumisa y presentado esta postura como el ideal adecuado de mujer en la relación con el hombre: una visión que está en contradicción con las esperanzas de la mujer en su propia dignidad. Las exigencias tradicionales de conformidad con el orden patriarcal y de obediencia a las autoridades religiosas masculinas, sean éstas Dios, el esposo o el sacerdote, hacen que las mujeres se estremezcan ante este texto y lo rechacen como nocivo para la salud física y psicológica, así como para una espiritualidad liberadora.
No obstante los exégetas valoran muy positivamente el hecho de que María aparece en su relación con Dios como independiente del con­trol de varones, una actitud que, por sí misma, mina la ideología patriarcal. Las mujeres advierten que en esta escena Dios habla directamente a María, sin que el mensaje pase por la mediación de su padre, su esposo o un sacerdote. Además, ella no acude a ninguna autoridad masculina para asesorarse o pedir permiso res­pecto a lo que debe hacer. El con­sentimiento de María es un acto libre de autoentrega con el propósito de cooperar en la creación de un nuevo mundo. Al tocar la raíz de nuestra huma­nidad, estos mensajes revelan posibilidades ocultas en los límites de nuestra exis­tencia, una de esas grandes decisiones autoconstituyentes que dan for­ma a la vida humana. La anunciación es un hecho de fe. Dramáticamente, la libre y autónoma respuesta de esta pobre, nada convencional aldeana inaugura un nuevo capítu­lo de la historia de Dios con el mundo. ?Es la fe de María lo que hace posible la entrada de Dios en la historia?, escribe Ruether.? Elizabet A. Johnson Verdadera hermana nuestra, Herder, Barcelona 2005, p. 296

3 Homilía de Benedicto XVI en la concelebración eucarística con nuevos cardenales. 25 de marzo de 2006.

4 Católico, 73.

5 ?Concepito di Spirito Santo, nato da Maria Vergine?, en H. U. VON BALLTHASAR, Maria, icona della Chiesa, San Paolo, Milan 1998,53-65, specialmente 61.

6 Sponsa Verbi, 201; Teodramática, IV, 328-336.

7 Católico, 73-74. [NdT: la traducción ha sido retocada].

8 Ibid. [NdT: traducción retocada].

9 Homilía de Benedicto XVI en la concelebración eucarística con nuevos cardenales. 25 de marzo de 2006.

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