Carta a Marcelino

H. Michel

1840-05-17

Antoine Colombon era el nombre civil del H.Michel. Hizo parte del primer grupo de misioneros maristas enviados para la Oceanía, grupo que partió en la vigilia de Natal del año de 1836; contaba apenas 24 años de edad. Llegó a su destino de trabajo en enero de 1838; ¡un año de viaje! Fue presenciando el desmembramiento del grupo: la muerte del P.Bret, en pleno mar, durante el viaje; lo desembarque del P.Bataillon y de lo H.Joseph-Xavier en la isla Wallis; del P.Chanel y de lo H.Marie-Nizier en la isla Futuna; del P.Servant en Hokianga. Don Pompallier y él fueron los últimos en desembarcar: se quedaron en Kororareka, en la Bahía de las Islas. Esa carta del H.Michel es simple; él mismo disculpandose de que no tiene capacidad para escribir. ?De la misión no puedo decir mucha cosa; participo de ella?.. La expresión ?participo de ella? es sintomática. Sabemos, con efecto, que casi todos los Hermanos enviados a la Oceanía en compañía de los padres maristas, en aquéllos primeros grupos, se ?decepcionaron? con la misión, pues tuvieron que abandonar el sueño de la evangelización que les animaba, para ponerse al servicio de los padres en el trabajo manual: plantar, cocinar, construir.. Distantes uno de los otros y colocados a servicio de los padres, corrían el riesgo de perder su identidad como Hermano Marista, volviéndose insensiblemente; ?Hermanos coadjutores?. Varios de ellos, en cartas al H.Francisco, exigían clarificación de su situación. Del H.Michel tenemos este desahogo: ?Anhelaba ejercer mi vocación de catequista y no estar aquí a trabajar con el azador.? El H.Michel dejó la Congregación, probablemente en 1840. Permaneció soltero, durante sus cuarenta años que le quedaron por delante. Falleció en Reefton, South-Island, en 1880. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

Baie des Iles, Nueva Zelandia, a 17 de mayo de 1840

Muy Reverendo Padre:

Desde hace mucho tiempo deseaba escribirle; si no me decidí a hacerlo antes no fue por indiferencia. El afecto que le tengo a Usted y a mis queridos cohermanos, siguen intactos. Es más bien por falta de habilidad que por olvido. Tenga la bondad de perdonarme

Un barco francés va a zarpar hacia el Hävre de gracia, no puedo pasar por alto esta oportunidad de enviarle noticias mías. No le diré mucho acerca de la misión, en la que tengo la dicha de participar, pues usted está bien informado de todo ello, pues muchas cartas le son enviadas por nuestros queridos misioneros.

Le diré sin embargo que los neófitos aumentan día a día, a pesar de todas las astucias que emplea la herejía para atraerlo. Es prácticamente cierto que si los misioneros católicos fuésemos más numerosos, la herejía quedaría sin porvenir.

Mi último viaje fue poco después del de Monseñor y del P.Viard, quienes vinieron a visitar varios tribus de nativos sobre la costa sudeste de esta isla, cerca del Cabo Waî-Apon, a unas cien leguas de Baie des Iles, residencia de Monseñor.

Hemos visto a muchos nativos engañados por las calumnias que sus pretendidos misioneros les han imbuido en la cabeza contra la religión católica, y sobre todo contra Monseñor.

Desde su llegada a las poblaciones nativas, varios venían hacia él con el pánico en los ojos pues los misioneros protestantes les habían dicho que el Epikopo había venido para tomar sus tierras y que pronto llegarían los barcos franceses y los destruirían todo

Algunos nativos contaron a su Excelencia todo lo que les había dicho. No fue difícil convencerlo de su error y hacerles patente la mentira y la falsedad que estaba en ello; vimos entonces cómo esos nativos se reunían con los neófitos que ya son abundantes y muy interesantes.

Durante los tres o cuatro días que pasamos con ellos, aprendieron algunas oraciones y algunas verdades de la religión. Nos pedían sacerdotes y fabricaron casas y capillas de caña para recibirlos. El Padre Viard sale hoy para comenzar una nueva misión en Tauranga, la más importante tribu que hasta ahora hemos visitado. En unos cuantos días más otra misión será abierta en Kalpara, a dos días de camino desde la Baie des Iles.

Mi muy Reverendo Padre, agradezco todos los días al Señor por haberme concedido una vocación tan bella a través de Usted. No me olvide en sus fervorosas oraciones y sobre todo en el santo sacrifico [del altar]. Todo los Hermanos que están en Nueva Zelandia están bien de salud y se encomiendan a sus oraciones. Tenga la bondad, por favor, de saludar a los queridos Hermanos Francisco, Luis María, Juan María, Estanislao, etc… Conservo para todos mis Hermanos el más tierno y sincero afecto.

Tengo el honor de ser en Jesús y María, su muy humilde y seguro servidor, H. Miguel

Edición: CEPAM

fonte: Cahier 48L.61

VOLVER

Carta a Marcelino...

SIGUIENTE

Carta a Marcelino...