Nuestro retrato
Cuando prestamos atención a los modelos de santidad de nuestra Familia Marista, el mes de enero presenta una coincidencia de fechas bastante excepcional:el 21 de enero recordamos la muerte (1996) y la vida del hermano Basilio Rueda,el 22 de enero recordamos la muerte (1881) y por tanto la vida del hermano Francisco,ese mismo 22 de enero fue firmado el decreto de la heroicidad de las virtudes del Hermano Alfano (1991).Los tres hermanos cuya causa como confesores está abierta, se encuentran en estos días. Y estas fechas habían sido precedidas por la de la fundación de nuestra familia, el 2 de enero. Por un lado, la fuente y por otro, los tres hermanos que han acogido el carisma marista y lo han llevado a una luminosidad en la que brilla la santidad.Estos tres hermanos, Basilio, Francisco, Alfano, son muy diferentes, cada uno ha desarrollado una faceta del gran retrato del hermano: vivir en las fronteras de la Iglesia y vivir en el corazón de la Iglesia, vivir con los hombres y vivir con Dios; trabajar para dar a conocer a Cristo a los jóvenes y trabajar para arraigar profundamente a Cristo en el alma de los apóstoles. Dirigiendo nuestra mirada hacia nuestros diversos modelos de santidad, nuestros confesores: Francisco, Alfano, Basilio, y nuestros mártires de Oceanía, de China, de España, de África, podemos preguntarnos: ¿qué retrato de hermano se desprende de ellos? De la vida, de la actividad de miles de hermanos en todo el mundo, ¿qué gran mosaico podemos descubrir que sea como el retrato del hermano?La respuesta parece sugerirla un cuadro de nuestro Fundador, cuadro que fue hecho con ocasión de la canonización o un poco antes: estaba formado por miles de rostros, los rostros de hermanos y en cada rostro de hermano se podían intuir los rostros innumerables de los niños y jóvenes que esos hermanos habían formado. Ésta es una de las respuestas, el retrato del Fundador, formado así por el rostro y la vida de tantos hermanos es realmente el retrato ideal del hermano. El retrato del hermano es la suma de la vida, de la misión de todos los hermanos. Este retrato habla de la ?comunión de los santos maristas?. Cuando el H. Francisco decide que quiere ser el retrato viviente del Fundador, él tiene una intuición absolutamente justa. En el ADN de todo verdadero hermano está el retrato del Fundador.Pero nuestros santos maristas han sabido acentuar ciertos rasgos de modo que mirándolos veamos más claramente quiénes somos nosotros. Los hermanos Francisco y Alfano cuidaron mucho la vida interior, el estar arraigados en Cristo. Formadores de hermanos, podían decir en verdad con sus vidas: ?Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos, y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de Vida,? lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo? (1 Jn 1-3). En el retrato del hermano, hay una característica básica: escuchar, ver, tocar, contemplar, vivir con el Señor. Sin esta vida de intimidad ningún hermano puede ser hermano de verdad.En cuanto al hermano Basilio, él nos dice que la misión del hermano no tiene de hecho fronteras, que ella abarca la misma ambición del Fundador que decía: ?Todas las diócesis del mundo entran en nuestras miras?. En su experiencia con el movimiento del ?Mundo Mejor?, de 1961 a 1964, él atravesó muchos países: Ecuador, Colombia, Venezuela, Chile, los países de América Central, España, Italia, formando sacerdotes, predicando a obispos, anticipando el Concilio Vaticano II? Basilio ha como dilatado enormemente la misión del hermano, mostrándonos que cuando se trata de anunciar a Cristo, de servir a la Iglesia, no hay fronteras. Superior general, se puso en camino para hacerse cercano a todos los hermanos.Algunos hermanos llegaron a ubicarse en las difíciles fronteras de la Iglesia: el H. Henri Vergès, en diálogo con el mundo musulmán, los hermanos Servando, Miguel Ángel, Fernando y Julio, que prefirieron la situación de un campo de refugiados inhumano, a sus bellos colegios o a sus misiones tranquilas. Ellos son verdaderos pioneros de la « misión ad gentes ». Ellos se jugaron el corazón y la vida, y ésta, hasta perderla. Hacerse cercano, entregar su vida en favor de quienes son los últimos, he aquí otro rasgo del retrato del hermano.No fue distinto para nuestros mártires de España. En plena tormenta, ellos siguieron abriendo colegios, mientras pudieron mantuvieron el contacto con los jóvenes. Y hasta sucedió que maestro y discípulo fuesen fusilados juntos. Hermanos de gran cultura o hermanos ocupados con las tareas manuales, juntos marcharon hacia el martirio, diciéndonos que Cristo era para ellos el absoluto. Todos estos mártires han agregado al retrato del hermano los rasgos de la audacia y de la fidelidad absoluta.Nuestros santos han vivido lejos de la mediocridad: trampa concreta y frecuente, tentación de instalarse, de contentarse con una vida de costumbres marcadas por la campana, el péndulo, el reloj, el teléfono móvil? En el extremo opuesto de una vida instalada, el H. Bernardo multiplicaba las iniciativas apostólicas: círculos de estudio, compañías teatrales, biblioteca itinerante, becas de estudios para los alumnos más pobres, caja de ahorro para los jóvenes que trabajaban en las minas, movimientos de apóstoles entre los jóvenes, conferencias culturales, vigilias de oración, acogida de los pobres, actividades folclóricas, visitas a los enfermos, búsqueda y acompañamiento de vocaciones. Bernardo estaba lejos de ser un ?instalado?. Una generosidad abundante, inventiva, humana, encuentra constantemente nuevos espacios de apostolado. Estar al acecho de campos de nuevo apostolado en el mundo de los jóvenes es un aspecto del retrato del hermano que Bernardo, y también Laurentino, Virgilio y los mártires viven y nos recuerdan.Nuestros modelos de santidad trazan en el retrato del hermano los rasgos que hablan de la audacia y de la ternura, del sumergirse en el mundo interior y de la mano tendida a los hombres, de una vida más cercana a Dios y de una vida preocupada por los sufrimientos y los gozos de los jóvenes. Todos ellos podrían hacer suya la frase con la que a menudo concluía las cartas el H. Francisco: ?¡Sabéis bien hermanos, que siempre os he amado con ternura!? Ellos han puesto una atención especial en cultivar la fraternidad que es la primera característica del retrato del hermano.Y así podemos acoger todas las ambiciones de Marcelino, tanto los primeros lugares en el pesebre, en la cruz y en el altar, como la ambición apostólica en la que entran ?todas las diócesis del mundo?. Nuestros santos maristas cultivan la sensibilidad del Fundador para descubrir tierras nuevas de misión, para descubrir aspiraciones nuevas entre los jóvenes, para descubrir miserias desconocidas antes y que hoy esperan la proximidad atenta de un hermano.Nuestros santos nos dicen que nuestro retrato del hermano no está nunca bosquejado de una vez por todas, él se enriquece con todos los tesoros que cada hermano aporta. Es un retrato que vive, que crece, que se empobrece también y del que yo soy responsable; responsable de su luminosidad, de su capacidad de hablar de Jesús, de su capacidad de decir ?hermano? sin ambigüedades.Hay dos retratos del hermano, el oficial, que es la unión de la vida, del trabajo, de la oración de los hermanos que forman la familia marista. El otro retrato es el que brilla en el rostro de cada hermano y que es como el más cercano a la gente, el que los jóvenes pueden ver mirándonos. Es sobre todo en este rostro donde los jóvenes pueden leer o no leer a Cristo, contemplarlo y amarlo o no encontrar más que un rostro humano banal. Para que brille sobre nosotros el Señor nosotros debemos exponernos a su luz, cultivar su intimidad. Entonces podremos decir: ?lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos, y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de Vida,? lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo? (1 Jn 1-3).De esta manera será más fácil que podamos mantener una fuerte relación con la Buena Madre, la única que puede ver en el rostro de su Hijo muchos trazos suyos; la única que puede decir: ?Tú eres hueso de mis huesos y carne de mi carne?.Así, el retrato del hermano coincidirá perfectamente con el del Señor._____________H. Giovanni Bigotto