22 de mayo de 2021 CASA GENERAL

Objetivo de Desarrollo Sostenible 8: Trabajo Decente y Crecimiento Económico

Durante este mes de mayo hemos querido traer uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En concreto, el número 8: “Trabajo decente y crecimiento económico”.

Uno de los posibles peligros de estos objetivos, que se encuentran muy bien planteados y que pretenden ser ambiciosos, es que nos quedemos en una formulación de enunciados muy bonitos y que no seamos capaces de llevarlos a la vida concreta de las personas. Este siempre es un riesgo. Riesgo de teorizar. Teorizar para calmar nuestras conciencias. Conciencias que han de llevarnos hacia quienes se encuentran en necesidad. Necesidad a la que queremos, como Maristas de Champagnat, dar respuesta.

Algunos indicadores nos hablaban de una relativa mejora, en los datos globales, en relación con este asunto. Esta mejora, sin embargo, no debería hacernos olvidar a las miles de personas que aún no cuentan con un trabajo digno. Personas concretas, a veces en nuestros entornos más cercanos, que no llegan a final de mes, que no consiguen dar respuestas adecuadas a las necesidades de sus familias. Una situación que se ha visto empeorada significativamente por las consecuencias que ha traído, y sigue trayéndonos, la actual situación de crisis pandémica.

Como Maristas, posiblemente, no estemos directamente relacionados con la creación de puestos de trabajo, lo que nos permitiría ofrecer puestos laborales suficientemente remunerados y en condiciones plenamente dignas. Pero sí estamos directamente implicados en el ámbito de la educación, lo que nos brinda una gran oportunidad de preparar a las futuras generaciones de mujeres y hombres, oportunidad de ofrecerles una educación integral, oportunidad de dotar a miles de niños y jóvenes de las herramientas necesarias para abordar su futuro con las suficientes garantías de encontrar un trabajo digno que les permita desarrollarse en plenitud.

El crecimiento económico debe tener en cuenta algunos parámetros. Que la riqueza generada se reparta entre todas las clases sociales, especialmente entre aquellos más necesitados. Que sea sostenible, es decir, fruto del cuidado de las personas y también de nuestra casa común. Los datos, en el mundo, no pueden dejarnos indiferentes. Ni siquiera algunos “buenos” datos en países llamados “desarrollados” han de conformarnos, puesto que también en estos países se encuentra con demasiada frecuencia la pobreza y la marginación, ligada en casi todos los casos a la ausencia de trabajo o a uno precario.

Mujeres y niños se encuentran entre los colectivos que más sufren las consecuencias de la falta de trabajo o de un trabajo de baja calidad. Además, también, muchos de ellos trabajan bajo condiciones que cercenan su dignidad. ¿Cuál es nuestro papel como Maristas, hermanos y laicos de Champagnat? No vamos a ofrecer aquí respuestas milagrosas, pero sí que podemos pensar en cómo actuaría Jesús de Nazaret, qué movería a nuestra Buena Madre, cuáles serían las iniciativas que impulsaría Marcelino.

También encontramos respuestas en la sociedad civil. Son muchas las organizaciones que también buscan nuevos compromisos de los gobiernos, entidades que movilizan personas y recursos al servicio de quienes más lo necesitan. Las Naciones Unidas presentaron una hoja de ruta para paliar esta situación, agravada por el Covid. El papa Francisco también nos señala el camino, en su última encíclica, hacia la fraternidad universal. Nos necesitamos los unos a los otros. Necesitamos cuidarnos como hermanos, entre países, entre continentes, entre religiones, entre instituciones. Necesitamos un enfoque global y una mirada integral.

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H. Ángel Diego, Director del Secretariado de Solidaridad

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