El regalo del amor mutuo

26.12.2002

Itervención del hermano Seán Sammon, Superior general, al final de la misa de Nochebuena, celebrada en la Casa general de Roma

Queridos hermanos y amigos:
Una historia que el jesuita John Powell suele contar a menudo. Es la historia de un estudiante que se estaba muriendo de cáncer. Este joven fue un día a ver al sacerdote y le dijo: Padre, hace varios meses, usted dijo algo en la clase que me ha ayudado a aceptar el hecho de mi muerte temprana. El sacerdote, un poco sorprendido, le preguntó: ¿Qué es lo que dije?
El joven respondió: Dijo que había dos grandes tragedias en la vida, y que la de morir joven no era ninguna de ellas. La primera tragedia era el no haber amado nunca a nadie. La segunda, morirse sin haber nunca dicho a los que se ama que los amabas. ?Éstas?, dijo, son las dos grandes tragedias de la vida.
Cuando me acordé de lo que nos había dicho en clase, me dije a mí mismo: Tú has experimentado mucho amor en tu vida y te has enamorado. Entonces, empecé a comprender que mi vida había sido bendecida y que había sido muy afortunado en el amor.
Por eso, cuando me preguntan qué se siente el tener veinticuatro años y estar muriéndose de cáncer, les digo que no es algo tan malo como se piensa, y que es mucho mejor que tener 50 años y vivir sin amor y sin valores importantes.
Los comentarios de Powell en su clase cambiaron la vida y la muerte de un joven. Navidad nos recuerda que todos nosotros, aunque seamos limitados, tenemos el poder de cambiar las vidas de los demás e incluso el curso de la historia. María hizo ambas cosas al decir ?sí? a la invitación de Dios para ser la madre de Cristo. Y os aseguro que no dejo de admirarme de que una sencilla mujer judía que se preparaba para el matrimonio dijera ?sí?, cuando fácilmente podía haber dicho ?no?.
Tanto Navidad como Año Nuevo son capaces de transformar a familias, las relaciones entre la gente, e incluso entre los países, más allá de sus intereses nacionales. De alguna manera, este tiempo nos ayuda a poner en primer lugar a las cosas importantes, tal como hizo el joven en la historia de Powell: puso en primer lugar lo más importante: amar a los otros y demostrarles ese amor.
Una palabra de agradecimiento a cada uno de vosotros en esta Navidad, no solamente por lo que hacéis ?por más valioso que ello sea? sino por lo que sois en esta comunidad de fe. Marcelino en su última voluntad y testamento escribió a nuestros primeros Hermanos, ?Os encarezco, muy queridos Hermanos, con todo el cariño de mi alma y por el que vosotros me profesáis, que os comportéis de tal modo que la caridad reine siempre entre vosotros. Amaos unos a otros como Cristo os ha amado. No haya entre vosotros sino un solo corazón y un mismo espíritu. ¡Ojalá se pueda afirmar de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: Mirad cómo se aman…
Ojalá que el regalo del amor mutuo, ese mensaje central de la Buena Nueva de Jesús, sea el regalo que nos entregamos los unos a los otros y a nuestro mundo en esta Navidad.
Seán D. Sammon, FMS

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