Palabras del hermano Seán Sammon, Superior general

04.01.2003

LA NUEVA AURORA DEL 2003

El hermano Seán, con motivo de su participación en el 1r. Capítulo Provincial de la nueva Provincia Norandina (Colombia, Ecuador y Venezuela) dirigió un breve discurso de saludo a los presentes en la reunión con motivo del nuevo año.

Cuentan que un día, un anciano y sabio rabino preguntó a sus discípulos: ¿Cuándo se puede decir que la noche ha pasado y que ya está despuntando el alba?
Cuando se pueda ver claramente a lo lejos que un animal es un león y no un leopardo, sugirió uno. No, le contestó al rabino.
Cuando se pueda distinguir que un árbol tiene higos y no mangos?, respondió otro. Una vez más, el rabino contestó: No.
Se impacientaron sus discípulos y le preguntaron: Entonces, ¿cuándo??
Cuando mires a la cara de una persona, y veas en esa mujer u hombre que está delante de ti a tu hermana o tu hermano. Porque hasta que no seas capaz de hacer esto, no importa la hora del día: todavía es de noche para ti.

La moraleja de este cuento es clara como el agua: mientras yo no reconozca en cada persona a mi hermano o hermana, seguiré viviendo en la oscuridad.
Jesús es igualmente claro en el evangelio del ciclo A de este día. Y no debiera sorprendernos a ti y a mí que la Iglesia aproveche la ocasión de este último día del año 2002 para recordarnos que al final de la vida seremos juzgados según el modo en que hayamos tratado a los pobres. No hay escapatoria. Jesús es claro como el agua, en Mateo 25.
Y ¿a quiénes incluye Jesús entre los pobres? Una vez más no escatima palabras: los hambrientos, los desnudos, los encarcelados?
Los psicólogos y terapeutas nos advierten que, a menudo, los pacientes comparten lo que es más importante para ellos mientras cruzan la puerta al final de la sesión. De modo que necesitamos poner mucha atención no sólo al mensaje de Mateo 25 sino al hecho de que se trata de la última palabra que la Iglesia nos ofrece al concluir el año viejo y al comenzar a desvelarse el año nuevo con todas sus promesas.
Me doy cuenta de que a medida que voy teniendo más años la Palabra de Dios se me hace más cuestionadora. Con el paso del tiempo se hace más difícil racionalizar el mensaje del evangelio y buscarle acomodaciones. De modo que se me plantean estos interrogantes: ¿voy a permitir que la Palabra de Dios cambie mi corazón endurecido? ¿estoy dispuesto a abrazar la revolución del corazón a la que nos ha invitado a ti y a mí el 20º Capítulo General?
A medida que termina un año y otro comienza, demos gracias por la maravilla del amor de Dios, que se ha hecho evidente a lo largo de los doce últimos meses, y comprometámonos a tomar en serio Mateo 25. En la medida que lo hagamos descubriremos ?como los discípulos del rabino- que ha pasado la noche para nosotros.
Muchas gracias y ¡Feliz Año Nuevo!

Seán D. Sammon, FMS

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