25 de enero de 2015 AUSTRALIA

Una fiesta para la mente, el alma y el cuerpo

Del 12 al 15 de enero, unos 180 jóvenes maristas se reunieron en Sydney durante el Festival australiano de la juventud marista 2015. El Hermano Emili Turú, Superior general, estuvo presente. Publicamos un testimonio de Anthony Mackett, un joven marista de la zona oeste de Sydney que participó en el encuentro.

Para mí, el Festival de la juventud marista – nuestro festival – ha sido vivificante. Ha inyectado vida porque ha sido auténticamente marista. Y lo que ha sido significativo en mis experiencias como marista durante toda mi vida es la buena alimentación. No estoy hablando de la alimentación que tomamos para existir, sino de la que tomamos para vivir. Este festival, para mí, ha sido una fiesta. Una fiesta para la mente, el alma y el cuerpo.

Mi mente ha sido alimentada por los mensajes profundos y a la vez sencillos, de nuestros oradores – como el del H. Emili "vivir o existir", estar plenamente vivos y plenamente humanos y nuestra realidad  de ser todos uno, junto con las crudas experiencias vividas por el P. Peter Day y Sor Brigid Arthur. Mi mente ha sido alimentada por reflexiones de Joe McDonald sobre nuestra relación con la creación de Dios y las lecciones contraculturales de Paul Ninnes sobre la sociedad, el amor y la vida.

Así fue alimentada mi mente, pero mi alma también fue alimentada. Mi alma ha sido alimentada, no sólo con el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo en la misa de anoche, sino por la presencia de cada uno de los demás, mediante el Espíritu, como en la liturgia de Taizé. Cada uno de nosotros puso su pasión por la justicia en el corazón marista de María. Para mí, esto no es un mero gesto agradable. Es la expresión de la profunda realidad de que cuando vuelva a casa, la acción por la justicia en mi comunidad no dependerá de mi (muy limitada) habilidad. Con mi vida en el corazón de María y sobre los hombros de Cristo, soy libre para estar plenamente vivo y ser plenamente yo, sabiendo que el éxito de mis acciones no dependen de mí, sino de nuestro buen Dios que muestra su amor por nosotros una y otra vez.

Así se alimentaron mi mente y mi alma, pero mi cuerpo ha sido alimentado por los encuentros físicos y personales que he tenido aquí con muchas personas. Experimentando la presencia y el espíritu de familia de las personas en profunda conversación conmigo, me he dado cuenta de lo mucho que me gusta escuchar historias de la gente sobre la vida y sobre Dios. Voy a darte un ejemplo concreto. Anoche durante la misa, en la profunda “zona de oración” después de la comunión, la persona encantadora que estaba sentada junto a mí, tomó mi mano, la estrechó y me dijo, "vamos a rezar juntos”. El Dios de ese momento calentó mi corazón y me condujo a una mayor profundidad de amor con él. Ese simple acto es verdadero alimento para el alma y el cuerpo.

Sólo puedo rezar, pidiendo a Dios y a cada uno de vosotros, que pueda convertirme en alimento para el que sufre y el que está solo – los Cristos – en mi vida cotidiana cuando vuelta casa, igual que Jesús que se convirtió en alimento para nosotros. Pienso hacer eso continuando mi trabajo con los jóvenes pacientes de cáncer y siendo acompañante o amigo de niños refugiados a través de la organización Marist Youth Care (MYC). Gracias.

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