15 de noviembre de 2020 CASA GENERAL

16 de noviembre: Día Internacional para la Tolerancia

Si acudimos al diccionario, podemos comprobar cómo existen diferentes acepciones de la palabra “tolerancia”. Quizá, la definición con que mayoritariamente nos identificamos todos es aquella que nos habla del respeto a las ideas o creencias de otras personas, de las ideas que difieren de las mías o de aquellas propias de mi grupo. Sin duda, esto es un concepto fácil de asumir desde la distancia, pero menos sencillo cuando “debemos tolerar” a quien se encuentra a nuestro lado.

En esta cuestión tiene gran importancia la educación. El conocimiento del otro, de su diversidad, de sus características, ayuda a entenderlo mejor. Si entendemos mejor al otro es más sencillo aceptar lo diferente, y así poder crecer en el compartir mutuo. No es sólo respetar al otro, su diversidad, su cultura, su modo de hacer. Se trata, también, de aprender a valorar la riqueza que posee quien es distinto a nosotros. Los Maristas de Champagnat estamos llamados a ejercer nuestra tarea de educadores desde esta perspectiva.

Nos encontramos en un mundo cada vez más globalizado, en sociedades donde cada vez es mayor la diversidad de las gentes que las conforman. Nuestras obras educativas se convierten, así, en una oportunidad excepcional para formar a las futuras generaciones en tolerancia, en respeto, en aprender a descubrir la riqueza de lo diferente. La convivencia de personas con distintas lenguas, religiones, culturas, etnias… es un reto y una oportunidad para crecer como seres humanos.

Cuando vemos las noticias en nuestros países, muchas veces, encontramos que un buen número de ellas tienen que ver con la falta de tolerancia. Los partidos políticos toman por bandera la tolerancia, pero no se respetan entre sí. Los grupos culturales minoritarios piden que se les tolere, pero les cuesta aceptar a los que son diferentes. ¿Y los Maristas? ¿Podemos seguir creciendo en este sentido? Sabemos que la respuesta es sí, sabemos que hemos dado pasos positivos, y que aún tenemos que seguir caminando.

¿Qué significa “Familia Global”, si no es precisamente esto? ¿Qué queremos decir cuando hablamos de “constructores de puentes”? ¿O aquello otro de “abandonar la cultura de los egos y promover los ecos”? Al final del Mensaje del XXII Capítulo General nos lo dice con una frase muy bonita: “La interdependencia, más que el aislamiento o la independencia, debe ser la nueva normalidad para nosotros”.

Recordemos que cuando hablamos de tolerancia no podemos identificarlo con indulgencia. La indulgencia implica un cierto “consentimiento” del otro, del diferente, desde una posición de poder. ¡La indulgencia no es tolerancia! Cuando hablamos de tolerancia no nos referimos a indiferencia. La indiferencia no nos lleva a valorar la diversidad, a aprender de lo positivo del otro, a apreciar sus valores propios. ¡La indiferencia no es tolerancia!

Aquellos que provenimos de una cultura de tradición cristiana, y también ocurre en otras tradiciones, hemos aprendido desde pequeños que la tolerancia es un valor. Hemos aprendido a respetar, aceptar y amar a quienes son diferentes a nosotros. “El bien… la justicia, la solidaridad…”, nos dice el papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti, “han de ser conquistados cada día”. Esto mismo podríamos decir también de la tolerancia. El camino no está terminado, sino que debemos seguir dando pasos, cada vez más decididos, para eliminar toda traza de rechazo, de prejuicios, de incomprensión, de discriminación, de intolerancia.

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H. Ángel Diego – Director del Secretariado de Solidaridad


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