20 de diciembre de 2021 CASA GENERAL

20 de diciembre – Solidaridad humana: una llamada para trabajar juntos por una causa común

En la Declaración del Milenio del 8 de septiembre de 2000, los jefes de Estado destacaron, entre otras cosas, la solidaridad como un valor en las relaciones internacionales. Estuvieron de acuerdo en que los desafíos globales sean manejados de manera en que los costos y la carga estén distribuidos de modo justo. Aquellos que menos se benefician merecen la ayuda de los que más se benefician. En referencia a esto, la Cumbre Mundial del 22 de diciembre de 2005, mediante la resolución 60/209, estableció el 20 de diciembre como el Día Internacional de la Solidaridad Humana, reiterando que la solidaridad debe ser la base de las relaciones entre las naciones. Desde entonces, este día se conmemora todos los años para recordar a los gobiernos que deben impulsar iniciativas que luchen contra la pobreza, que promuevan la unidad en la diversidad y la cultura de la cooperación.

Las protestas masivas en los países desarrollados y en vías de desarrollo contra la desigualdad, la pobreza, el desempleo, la injusticia, las disparidades de ingresos y la falta de oportunidades crean continuamente un círculo vicioso de frustración entre generaciones. El Informe Social Mundial de 2020, publicado por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA) de las Naciones Unidas (ONU) reveló que los ingresos del uno por ciento más rico de la población mundial aumentan continuamente mientras que el 40% más pobre de la población mundial continúa languideciendo en la pobreza. Los ingresos promedio de los países de América del Norte son dieciséis (16) veces más altos que los de África subsahariana, donde el lento crecimiento económico mantiene a la gente atrapada en la pobreza.

La existencia de tecnologías digitales hace del mundo una aldea global, lamentablemente la fraternidad no entra en escena. El Papa Benedicto XVI, en su Encíclica, Caritas in Veritate”, lamenta que ” La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”. Asimismo, en Fratelli Tutti”, el Papa Francisco lamenta que la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y el bienestar no parezcan conducir a un futuro más humano, porque persisten situaciones de injusticia y falta de distribución equitativa de los recursos naturales mientras los valores fraternos, la interculturalidad, el sentido de pertenencia a una única familia humana se desvanece y el sueño de trabajar juntos por la justicia y la paz parece utópico.

Dentro del principio de solidaridad se encuentra el altruismo y el reconocimiento de los demás seres humanos como hermanos y hermanas. Pero para muchas personas, la solidaridad es un sentimiento de simpatía por quienes se encuentran en situaciones de angustia. El Papa Juan Pablo II no comparte esta opinión. En su Encíclica Sollicitudo Rei Socialis“, señala que “la solidaridad. Esta no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”.

San Pablo, en Gálatas 3:28, reitera que “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Del mismo modo, en 1 Corintios 12:26, dice “y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él”. En este sentido, la solidaridad es una virtud social: un compromiso de hacer el bien con disponibilidad, en el sentido del Evangelio, para dar todo por el bien de los demás.

Finalmente, la regla de la solidaridad debe impregnar los estratos de nuestra sociedad y deshacerse del individualismo, el interés propio y la actitud de “yo primero” para crear un sentido de esperanza. En este sentido, el Papa Juan Pablo II afirma en “Sollicitudo Rei Socialis” que la solidaridad debe verse sobre todo en su valor como virtud moral que determina el orden de las instituciones. En consecuencia, insiste en que las “estructuras de pecado”, referidas tanto al capitalismo liberal como al colectivismo marxista y cualquier otro sistema con sus respectivas visiones que dominen las relaciones entre individuos y pueblos, deben ser superadas, depuradas y transformadas en estructuras de solidaridad a través de la creación o modificación apropiada de las leyes y reglas que gobiernan la sociedad.

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H. Francis Lukong – Secretariado de Solidaridad

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