6 de febrero de 2023 CASA GENERAL

6 febrero: Día Internacional Tolerancia CERO con la mutilación genital femenina

Cuando Dios creó al hombre, lo creó semejante a Dios mismo. Hombre y mujer los creó, y les dio su bendición… y Dios vio que todo lo que había hecho estaba muy bien.” (Gn 1,27-28a.31)

¿Cómo es posible que el ser humano se atreva contradecir los designios de Dios? Al comenzar a reflexionar sobre este tema, me surgía esta pregunta. Una pregunta que quizá deberíamos hacernos todos los días, en nuestras relaciones, en el modo de entender la naturaleza humana, en la manera de entender el valor del cuerpo. Si Dios, en su inmensa bondad, nos crea semejantes a Él… Si Dios, sabiduría absoluta, nos hizo iguales a las mujeres y a los hombres… ¿Quiénes somos nosotros para proponer un modo distinto de considerar el cuerpo humano.

Y es que el tema que nos ocupa, en esta ocasión, no es sólo una cuestión física, sino que va más allá de lo físico. Se nos habla de igualdad real, de que un hombre no decida lo que la mujer debe ser o hacer o pensar o decir… Se trata de reconocer lo que Dios ha querido y sigue queriendo para el ser humano: la fraternidad universal.

El papa Francisco, en Fratelli Tutti, denuncia claramente cómo muchas mujeres no cuentan con plena dignidad, al igual que los hombres. De esta forma, muchas mujeres se unen al grupo de excluidos de nuestras sociedades (niños, migrantes, discapacitados, ancianos…). Es cierto que muchas sociedades van dando pasos decididos en favor de los más vulnerables. Sin embargo, no es menos cierto que se trata de logros que hay que seguir cuidando, afianzando y desarrollando.

La mujer siro-fenicia, nos cuenta el Evangelio (Mc 7,24-30), muestra una historia única en los evangelios, y que solo tiene comparativa con la figura de María, la Virgen. Estamos ante una mujer y extranjera, que intercede por su hija ante Jesús. Jesús, inicialmente, parece no tenerla en consideración y no querer hacerle caso. ¡Es lógico! ¡Es mujer y es extranjera! En el concepto de la época, en Israel, la mujer no era considerada, y menos aún siendo extranjera. Los judíos no debían ni siquiera hablar con ellas. Jesús nos da una gran lección, a la que debemos estar atentos siempre en nuestras vidas. Jesús se deja interpelar por las necesidades de los más vulnerables, independientemente de quiénes sean, independientemente de su estatus social, independientemente de su ser mujer o extranjera. Y es que, para Jesús, el amor de Dios llega a todos, especialmente a los más vulnerables de la sociedad.

Si Jesús, Hijo de Dios, se deja interpelar por una mujer que se encuentra en necesidad, ¿no deberemos hacer nosotros lo mismo? Nuestro carisma nos anima a ponernos de parte del vulnerable, del necesitado, especialmente de niños y jóvenes. No podemos huir de las situaciones de dolor de nuestro mundo. Como Maristas estamos trabajando en varios proyectos que atienden también a mujeres, como forma de empoderarlas a ellas y a sus hijos. Sabemos que asegurar los derechos de las mujeres revierte, la mayoría de las veces, en una familia más consolidada, en unos hijos más y mejor educados. A veces no podemos llegar a atender a este grupo vulnerable, pero sí podemos colaborar directamente con otras organizaciones que sí que lo hacen.

El XXII Capítulo General nos invita a “huir de acercamientos paternalistas y empoderar a quienes no tienen voz”. ¿Lo hacemos también con las mujeres? ¿Están representandas en nuestros equipos? ¿Son tenidas en cuenta en la educación de sus hijos dentro de nuestra obras? ¿Nos dejamos interpelar por ellas, y por quienes viven en las periferias geográficas y existenciales?

Nuestro mundo quiere y necesita de nosotros, hermanos y laicos, comprometidos en favor de la igualdad de todos los seres humanos, comprometicos en hacer oír las voces de los más necesitados, comprometidos en ser “todos hermanos”.

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H. Ángel Diego García Otaola – Secretariado Solidaridad

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