15 de octubre de 2018 CASA GENERAL

Agios.Mar

Fuiste el guía que nos ayudaste a llevar a la práctica, especialmente en el campo de la pastoral con los jóvenes, la corriente de vida que alumbró el Concilio Vaticano II. La liturgia nos proponía “manifestar a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia” (Sacrosantum Cncilium 2).

Hicimos un descubrimiento festivo que nos condujo a celebrar con júbilo la Pascua como meta de nuestra acción pastoral. Y la acción nos la pautaste con el programa de la evangelización.

Era en 1975, año santo, décimo aniversario de la clausura del Concilio y conclusión del Sínodo sobre la evangelización. Quedó claro que evangelizar significa para la Iglesia “transformar desde dentro”, … “convertir la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida, su ambiente concretos”, es decir: “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (Evangelii Nuntiandi 19).

Seis puntos de referencia que sirvieron para elaborar las programaciones pastorales. Valdrá la pena repasar la historia de lo que ocurrió en la Iglesia y en el Instituto a partir de 1975.

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