5 de febrero de 2021 BRASIL

Diogo Galline: Lavalla200> es una experiencia que deja huellas profundas

Diogo Luis Santana Galline es de la provincia Brasil Centro-Sul y formó parte del grupo que en 2018 se preparó para el programa LaValla200>. Junto con su esposa, Juliana, estuvo dos años en la comunidad internacional de Atlantis, en Sudáfrica. Tras regresar a su provincia, le pedimos que compartiera con el mundo marista su experiencia como miembro de una comunidad LaValla200>.

Si tú también quieres formar parte de este programa, ponte en contacto con tu provincial o escribe a [email protected]


¿Qué te motivó a responder a esta llamada del Instituto Marista?

La motivación para participar en esta experiencia surgió de una manera muy progresiva. No llegó con un big bang cinematográfico, a través de una gran iluminación entre las nubes. ¡No! Fue – parafraseando a Antônio Machado – como un “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, paso a paso y poco a poco”.

Formo parte de la vida marista desde hace 30 años y la he podido vivir de diferentes formas (estudiante, voluntario, colaborador, laico). He ido incorporando valores maristas a mi proyecto de vida en el transcurso de esta trayectoria. En determinado momento, junto a mi esposa Juliana (también marista), reflexionamos sobre el deseo de dar un paso más y ‘avanzar hacia aguas más profundas’. En 2015, supimos de la carta del entonces Superior General, el H. Emili Turú, titulada, “La Danza de la Misión”, la cual nos motivó para hacer algo nuevo. La frase “¿Qué harías si no tuvieras miedo?” Encontró suelo fértil en nosotros y se quedó allí germinando. Hasta que, en el 2017, recibimos una comunicación de nuestro Provincial (y gran entusiasta), el H. Joaquim Sperandio, que daba a conocer el Programa La Valla 200>. Hablamos con algunos buenos compañeros de misión que ya estaban en el Programa y, con el corazón enfervorizado, dijimos que sí.

¡Y fue así como se fue haciendo el camino!

¿Qué te impresionó más de la vida comunitaria?

Me dio mucha alegría – ¡literalmente! – ser parte de esta gran Familia Carismática Global! Fue la materialización de lo que tanto se presenta en nuestros documentos, formaciones y discursos. ¡Esa expresión ganó color, olor, identidad, vida! ¡Más que una idea, la familia global es real y está extendida en muchos lugares del mundo!

Si tuviera que destacar un momento de comunidad, sin duda sería la relación que establecí con el hermano Pietro Bettin, ¡un simpático señor italiano de casi setenta años, con un corazón gigantesco y lleno de sabiduría! Hice la opción (en secreto) de, al menos una mañana a la semana, contribuir con él en sus quehaceres (Pietro se encargaba de la jardinería y de los espacios exteriores de la casa). Lo ayudaba siguiendo sus recomendaciones: a veces podando los árboles, otras recogiendo las leñas y hojas secas, y otras regando las flores. Con Pietro aprendí a conectarme con los dotes que nos regala la naturaleza. Las flores que brotaban, los animales que mostraban su gracia, la luna que se elevaba en el cielo. Pietro, para mí, es la representación humana de Laudato Si’. Y tengo que resaltar que lo más importante siempre finalizaba como un ritual: el café de las 11 de la mañana, preparado con una cafetera italiana y con el café brasileño. ¡La celebración de la vida alrededor de la mesa!

¿Y en la misión de la comunidad?

Atlantis se encuentra en el borde del perímetro de la Ciudad del Cabo (a 45 km), creada durante el régimen político del apartheid con la “justificación socialmente aceptada” de ser una zona industrial prometedora de empleos. Tras vivir pocos días allí, se puede notar que, de hecho, el municipio jugaba en el pasado el papel de ‘distanciar’ a los blancos de los negros y de los coloureds. Aunque la bestialidad del apartheid terminó oficialmente en 1990, las consecuencias siguen presentes hasta ahora. Atlantis sigue careciendo de todo: educación, salud, transporte, seguridad…

Admiro la valiente opción hecha por la comunidad: ser marista en la realidad de la Atlantis sin tener necesariamente un espacio físico marista. Esta condición nos dio cierta movilidad para involucrarnos en / con diferentes instituciones. Buscamos ser algo así como “centros móviles maristas”, involucrándonos con tantas personas y organizaciones como era posible. El aporte se realizó de diferentes formas: talleres educativos en la tarde, refuerzos escolares, actividades vacacionales, participación con la parroquia, capacitación de líderes jóvenes, entre otras iniciativas.

Destaco la posibilidad de contribuir a la formación de los alumnos a través del deporte. En las dos horas diarias que estábamos juntos, había un espacio seguro en el que volvían a ser lo que eran (y deberían ser): ¡niños, simplemente niños! La cruda realidad de la Atlantis es capaz de ‘robar’ ese periodo tan valioso de la vida. Sumergidos en un contexto de gran violencia y violación de derechos, muchos de estos niños ya están involucrados en el narcotráfico o son miembros de pandillas. Por tanto, esta actividad deportiva -además de trabajar con la comunidad- tenía el efecto transformador de ‘dejar fuera de la cancha todos esos peligros para – otra vez – alimentarse de los sueños (11 de cada 10 niños quieren ser futbolistas). Y si de verdad se alimentaban, cuando recibían un refrigerio al final, una comida que – para muchos – era la única del día.

¿Cómo resumirías tu experiencia?

Usaría 4 palabras: paciencia, colaboración, presencia, perseverancia.

PACIENCIA: Desde el inicio de la experiencia, cuando nuestra visa demoraba considerable, me di cuenta de que la paciencia sería una de las claves de la lectura. Esta fue necesario durante toda la experiencia. El ritmo frenético del pasado ya no se aplica en el contexto sudafricano. Uno de los amigos de Atlantis, al darse cuenta de mi “ligera ansiedad”, me dijo: “ustedes (blancos) son muy apresurados, viven el tiempo Chronos; nosotros aquí, disfrutamos de la vida, vivimos el tiempo Kairós”. La paciencia también fue fundamental durante el tiempo que estuvimos encarcelados en Brasil, durante el cierre de fronteras de Sudáfrica debido a la pandemia.

COLABORACIÓN: Fue un gran regalo ser parte del Programa junto con Juliana Fontoura, mi esposa. Nuestra vocación matrimonial no solo fue respetada sino incorporada al modus operandi de la comunidad. Fue genial soñar juntos y, para mí, la experiencia no tendría ningún sentido si fuera de otra manera. Salimos fortalecidos como pareja.

PRESENCIA: Por mi parte, tuve la necesidad mental de hacer un cambio de verbo: más que hacer, la realidad me pedía estar. En determinados momentos esto me generó frustración y angustia, teniendo en cuenta el deseo de ver alguna transformación concreta. En esos momentos aparecía la sabiduría de la comunidad y me recordaba que nuestra presencia allí también podría ser transformadora tanto para nosotros mismo como para aquellos con quienes convivíamos.

PERSEVERANCIA: De acuerdo con el gran líder sudafricano Nelson Mandela, hay un largo camino hacia la libertad. Y esa frase se aplica a Atlantis. Ante el abismo de las desigualdades sociales posibilitadas por el apartheid, es necesario tener en cuenta que una transformación efectiva de la realidad tomará tiempo. Sin embargo, “Si no es ahora, ¿cuándo? Si no somos nosotros, ¿quién?”. Tengo la impresión de que nos unimos a muchos otros sembradores que “salieron a sembrar” en esa tierra sagrada.

¿Qué momentos destacarías?

Entre tantos acontecimientos notables, quiero destacar uno negativo y otro positivo:

1. La tristeza de ver de cerca los efectos devastadores que puede tener el hambre en las personas, sobre todo en los niños. Abraham Maslow tenía toda la razón cuando dijo que “primero debemos satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos”. Desafortunadamente, pude ver a veces como los niños dejaban la racionalidad a un lado y actuaban con un instinto de supervivencia para conseguir comida. Fue impresionante ver la agresividad que genera la vulneración de un derecho tan básico que es el ‘pan de cada día’.

2. La alegría de ‘dejarse sorprender por Dios’. Había escuchado esa frase del Papa Francisco en 2013, en la Jornada Mundial de la Juventud (Río de Janeiro). Pude experimentarla algunos unos años después, en La Valla 200>. Todavía en Brasil, mientras esperábamos la visa, imaginaba que trabajaría con los jóvenes, en alguna acción pastoral, quizás formativa. Qué sorpresa saber que tiempo después, estaría involucrado con los niños en actividades deportivas y refuerzo en matemáticas. Incluso – ¡asombroso! – participé en la banda parroquial! Cuántos años no he tocaba la guitarra… ¡Estas son las hermosas sorpresas de la vida!

¿Cuáles son los aprendizajes más importantes de este periodo?

Esta es una experiencia que deja huellas profundas en aquellos que forman parte de ella. Quizás el mayor aprendizaje ha sido el hecho de que aprendí más de lo que enseñé. Tuve contacto con grandes (y humildes) maestros cada día. La experiencia internacional también me ha permitido ver un mundo sin fronteras, en el que todos somos, ¡literalmente! – hermanos y hermanas en Cristo. Formamos parte de la misma casa común.

¿Cómo te ha ayudado esto a crecer como marista?

Vuelvo a la imagen de una familia carismática mundial. Fue realmente impresionante ser parte de una experiencia INTER (nacional / generacional / vocacional). Cinco nacionalidades de cuatro continentes viviendo en un país conocido, por su diversidad, como “Rainbow Nation” (a saber: Sudáfrica tiene once idiomas oficiales, gran respeto por el multiculturalismo). Además de nuestra comunidad Atlantis, también teníamos una “comunidad ampliada”, con el que nos reuníamos (con cierta frecuencia) a los grandes Hermanos Maristas de la Comunidad de Ciudad del Cabo (Rondebosch). Se necesitaron meses para cambiar la mentalidad para las diferentes formas de ser, creer y vivir. ¡Estoy orgulloso de reconocerme como parte de esta gran familia global! 

Otro aspecto se dio durante la intensificación en el caminar en la fe: en situaciones bastante complejas, en las que nada parecía mejor que rezar, me trasladé a la época de Champagnat y me inspiré en él y su fe inquebrantable en María ante sus dilemas. Imagino que no era muy fácil durante la escasez de vocaciones (1822), durante su agonía cercana a la muerte (1826) o incluso en los numerosos intentos fallidos de la aprobación del Instituto. ¡Cuántas pruebas! Sin embargo, se mantuvo firme y ¡estamos aquí 204 años después! Esa experiencia solo reforzó lo que ya sentía: ¡María siempre va adelante! ¡Debemos confiar!

¿Cuáles fueron los mayores desafíos?

El Programa LaValla200> nos invita a trabajar en zonas fronterizas. Y, si es una frontera, ciertamente habrá desafíos. Menciono aquí dos de los cuales fui testigo: el primero fue un sentimiento de impotencia ante la realidad presentada. Aunque el apartheid terminó en 1990, sigue presente, aunque no sea oficia. Me tomó tiempo comprender que el cambio estructural de aquel contexto es complejo y tomará tiempo, y que nuestra presencia allí es justamente estar presente en la vida de las personas que nos encontramos en el camino. Sensación de una una pequeña gota de agua en un inmenso océano. Sin embargo, como dijo la Madre Teresa, “sin esa gota el océano sería más pequeño”

La vivencia comunitaria también fue otro desafío, considerando las diferencias culturales, personalidades, edades y vocación entre los miembros. Fue en la vida comunitaria donde tuve mis mayores alegrías, y también los momentos más difíciles de la experiencia. El ambiente siempre fue fraterno y en búsqueda del bien común, lo que no significa que no hubo diferencias, cambios de humor y, a veces, desacuerdos. Cada uno de nosotros es un “universo”, con diferentes perspectivas. ¡Y todo está bien! En la formación inicial, se discutió que no siempre es dable ‘neutralizar’ las diferencias, dado que pueden mejorar la visión de conjunto.

Es importante señalar que, aunque la Comunidad Marista es una Casa de Luz, toda luz tiene sombras por donde ilumina. Hay que reconocer que somos seres limitados, con virtudes y miserias, en busca de un crecimiento constante. ¡Pero debemos estar abiertos y dispuestos a este desarrollo! El acompañamiento espiritual e institucional nos ayudó mucho durante el camino. ¡Se lo recomendamos a todos!

¿Qué te gustaría decirle a los hermanos y laicos que están pensando en participar en el programa LaValla200> u otro proyecto internacional del Instituto?

El inspirador Viktor Frankl dice“Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”. Y aquí está el corazón de la experiencia: encontrar los porqués, buscar el significado. Esta nos permite un doble movimiento: mientras que nos permite conectarnos con nuestra esencia, también nos permite que esta “nuestro verdadero ser” se relacione con aquellos con quienes nos cruzamos por el camino. ¡Senderoe de doble sentido! Por lo tanto, atrévete a descubrirte más a ti mismo y, al mismo tiempo, ser un faro de esperanza en este mundo turbulento.

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