10 de diciembre de 2010 CASA GENERAL

La comunión de la Esposa con el Esposo

El segundo icono que describe von Balthasar es un icono de comunión. Hemos visto que el primero se centra en María esclava del Señor. Otra de las imágenes bíblicas usadas por von Balthasar, como un nuevo icono presentado a la contemplación de nuestros ojos, es el de la ?esposa?. Mediante esta imagen quiere explicar la comunión que existe entre Cristo, María y la Iglesia. La Iglesia es un misterio de comunión y María es el prototipo de esa comunión. La perfecta unión de la esposa con el esposo es la expresión del gran misterio de comunión de Dios con el ser humano que se realiza en la Iglesia. Una imagen que solamente se entiende desde el Espíritu Santo ya que María es al mismo tiempo, aunque en distinto sentido, madre y esposa de Cristo y la Iglesia, a su vez, también es madre y esposa de Cristo.

Función maternal y esponsal de María

Desde un punto de vista bíblico, la significación fundamental del misterio de María se encuentra en su función maternal: ella es madre de Jesús y madre de los discípulos; pero en su relación con Cristo viene a añadirse el aspecto de su función esponsal: ella, ?la Mujer?, la ?Hija de Sión? es la Esposa de Cristo. ¿Cómo María puede ser a la vez madre de Jesús y su Esposa? Es evidente que esto no es posible más que en dos planos diferentes. Como persona individual, ella es la madre de Jesús; pero en virtud del lugar que ocupa en la misión de Jesús y su colaboración en la obra de la salvación María es también Esposa.

?Este es el ?gran misterio? del que habla la Carta a los Efesios: la Esposa unida a su Esposo; unida, porque vive su vida; unida, porque participa de su triple misión (sacerdotal, profética y real); unida de tal manera que responde con un ?don sincero? de sí al inefable don del amor del Esposo, Redentor del mundo?1.

Función maternal y esponsal de la Iglesia

Lo que acabamos de decir de María puede aplicarse analógicamente a la Iglesia, la cual es también Madre y Esposa. El aspecto maternal de la Iglesia guarda un paralelismo perfecto con todo lo que una madre hace por su hijo: concebirle, darle a luz, educarle, hacerle crecer, afirmarse y madurar en el círculo familiar; todo esto se aplica a la Iglesia y a María.

Numerosos textos de la tradición hablan de la función maternal de la Iglesia. ¿Por qué? Porque es a ella a la que debemos el haber nacido a la vida sobrenatural. Es nuestra madre, la Iglesia, la que nos hace descubrir a Cristo. Es nuestra madre, la Iglesia, la que nos ha engendrado como cristianos. Es nuestra madre, la Iglesia, la que nos ha instruido en la fe. Gracias a la Iglesia, nuestra madre, venimos a ser hijos de Dios.

La Iglesia considerada desde la perspectiva de la santidad y los carismas ayuda también a comprender el alcance del ?principio mariano? que relaciona a la Iglesia como Esposa con Cristo. En la Iglesia, ?la santidad se mide según el ?gran misterio? en el que la Esposa responde con el don del amor al don del Esposo?2.

El principio esponsal mariano se pone en práctica en la Iglesia en la comunión de los santos. Es decir que la comunión de los santos es la manifestación del amor de la Esposa hecho vida. Von Balthasar lo explica con la analogía de la unión esponsal entre el hombre y la mujer, unión que genera un hijo. El hijo es el fruto ?objetivo? de los padres y la medida del amor recíproco es el fruto ?subjetivo?. Nosotros, como ?esposa?, estamos llamados a vivir una vida ?en el Espíritu? participando en la santidad ?subjetiva? del amor recíproco en la vida íntima de Dios.

El Espíritu Santo está presente en la Iglesia tanto en la institución como en los dones y carismas. El principio mariano de la Iglesia es su santidad ?subjetiva?, la de la libertad existencial en el Espíritu y en la inspiración de los carismas ?desde lo alto?. Las normas y organización de la Iglesia, el fruto ?objetivo? de la unión esponsal, están destinados a la santidad de la Iglesia y han de servir para nuestra formación de modo que nuestros proyectos personales se abran a la dimensión del amor trinitario. Todo esto nace del amor y nos invita al amor. El Espíritu no es sólo ?norma?, sino que también es libertad. El ?sí? de María, puro y libre, respuesta viviente, tiene su eco en todo el cuerpo místico como acogida viva del Espíritu, respuesta a Cristo e inmersión en el seno del Padre. Habiendo sido plasmados en Cristo a través de los elementos de la ?santidad objetiva?, lo que Dios quiere es nuestra santificación en términos de santidad existencial.

?Los grandes místicos y carismáticos, de modo especial los fundadores de nuevas órdenes o familias religiosas, o también las personas que han tenido profundas intuiciones nos manifiestan el perfil carismático mariano de la Iglesia?3. Con su ejemplo nos dan testimonio de la libertad de las formas eclesiales de vida. Esta libertad emerge de las inspiraciones y de las misiones recibidas de la efusión del Espíritu Santo. La santidad vivida día a día en la Iglesia encuentra en María su paradigma.

?El Concilio Vaticano II, confirmando la enseñanza de toda la tradición, ha recordado que en la jerarquía de la santidad precisamente la ?mujer?, María de Nazaret, es ?figura? de la Iglesia. Ella ?precede? a todos en el camino de la santidad; en su persona la ?Iglesia ha alcanzado ya la perfección con la que existe inmaculada y sin mancha? (cf. Ef 5, 27)4.

Los carismas, inspiraciones e intuiciones asociados al principio mariano son derramados par el Espíritu también en el ámbito no ministerial de la Iglesia gracias al don de la santidad.

?La jerarquía, a la que incumbe de manera especial el discernimiento de espíritus, debe ser consciente en todo momento de que las nuevas iniciativas queridas y guiadas por el Espíritu dentro de la Iglesia en raras ocasiones parten de ella: más bien florecen entre las filas de los creyentes no ministeriales … El carisma de los grandes papas y obispos se extiende a la revitalización de la Iglesia o de la diócesis en su conjunto … Fundar ?familias? especiales no es en la mayoría de los casos asunto suyo; pero ejemplos notorios muestran una vez más hasta qué punto comunidades florecientes en el Espíritu pueden ser puestas por ellos al servicio de la gran tarea de la Iglesia entera, de la salvación y de la misión?5.

El principio mariano y el principio petrino están implicados uno y otro en nuestra educación en el amor. La institución es un instrumento pedagógico que forma en nosotros un ?alma eclesiástica?, que se convierte en una participación en la sabiduría de María, sede de la Sabiduría:

?La santidad perfecta es, a la par, sabiduría; María, y no Pedro, es la que es invocada como ?trono de la sabiduría?6.

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AMEstaún
Este escrito forma una unidad con los artículos publicados en la Web los días 20, 31 mayo, 20 de junio, 17 de noviembre y 26 de noviembre de 2010.


1 Juan Pablo II, Mulieris dignitatem n. 27

2 Juan Pablo II, Mulieris dignitatem n. 27

3 Teológica, II, 314-316.

4 Juan Pablo II, Mulieris dignitatem n. 27

5 Teológica, II, 316.

6 Teodramática, II, 330.

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