26 de noviembre de 2010 CASA GENERAL

La Esclava del Señor

Manifestación del inicio de la Iglesia en el Calvario
Von Balthasar ve la cruz del Calvario como otro momento singular de la manifestación histórica del origen de la Iglesia. El amor de María alcanza su cima al pie de la cruz. Junto con María todo el pueblo de Dios es congregado en el Calvario para dar un segundo ?sí?, para aceptar una segunda concepción.

Si analizamos alegóricamente la presencia de María y la del discípulo al pie de la Cruz descubrimos que una ?Mujer? y un hombre permanecen junto a la Cruz de Jesús. El Crucificado dice a su Madre en las últimas palabras que él regala a esta tierra: Mujer, ahí tienes a tu hijo; y después al discípulo: He ahí a tu Madre.

La disposición de fe de María como ?sierva del Señor? fluye hacia la Iglesia. La apertura y disponibilidad de los miembros de la Iglesia a la convocación de Dios tiene como manifestación la santidad de la vida día a día. La apertura de María a Dios al pie de la cruz consiste en la aceptación. ?La aceptación de María en el Calvario es el prototipo mismo de toda la aceptación eclesial?1.

?El autor de la carta a los Hebreos interpreta el salmo 39 precisamente a la luz de la encarnación de Cristo: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: (…) ?Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad? (Hb 10, 5-7). Ante el misterio de estos dos Aquí estoy, el Aquí estoy del Hijo y el Aquí estoy de la Madre, que se reflejan uno en el otro y forman un único Amén a la voluntad de amor de Dios, quedamos asombrados y, llenos de gratitud, adoramos?2.

María al pie de la Cruz, es verdaderamente la personificación de la Iglesia, la ?Iglesia naciente?; esto quiere decir que nos encontramos aquí con un dato teológico importante, tanto para la eclesiología como para la mariología. En el Calvario, en el momento en que la Iglesia nace en estas dos personas, en esta Mujer y en este hombre que simbolizan la Iglesia, las palabras de Jesús son de una importancia crucial para su recíproca relación. En efecto, la figura principal, la que tiene el papel más importante no es la del discípulo, sino la de la ?Mujer?: María. No se trata de enviar al discípulo en misión apostólica, ni de encomendarle la tarea de proclamar la Buena Nueva y de enseñar, sino de una invitación a hacerse ?hijo? de María, ?hijo? de la Iglesia, es decir, un verdadero creyente en la Iglesia.

Jesús podía haber pronunciado en esta ocasión otras palabras diferentes de aquellas que encontramos en Jn 19,26-27, parecidas a las del discurso de misión del Resucitado en los sinópticos (cf. Mt. 28,29-30; Mc 16,15-18); habría podido decir a María, por ejemplo, que observara todo lo que el apóstol le mandase hacer (cf. Mt. 28,20) en nombre del mismo Jesús. Pero ¡nada de esto encontramos!

En cuanto al ?discípulo que Jesús amaba?, la única misión que recibe es la de tener a María por madre. Su primera tarea no es ir a predicar el evangelio, sino hacerse ?hijo? de María. Para él y para todos los demás, es más importante ser creyente que apóstol. Ser hijo de María y de la Iglesia-madre es el primero y más fundamental aspecto de toda la existencia cristiana. Y esto tiene plena validez tanto para el sucesor de Pedro, para los obispos y los sacerdotes, como para cualquier creyente. Jugando un poco con las palabras, podemos decir: ser incorporados como hijos de Dios al misterio de la Iglesia, nuestra madre, es más esencial que ejercer un ministerio en la Iglesia.

Manifestación del inicio de la Iglesia en Pentecostés

El tercer momento de la fundación de la Iglesia subrayado por von Balthasar es Pentecostés. En medio de la Iglesia que ora, María recibió al Espíritu Santo, destinado a todos. ?San Lucas, al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que describen la vida de la primera comunidad cristiana, después de haber recordado uno por uno los nombres de los Apóstoles (Hch 1,13), afirma: Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1,14).

?En este cuadro destaca la persona de María, la única a quien se recuerda con su propio nombre, además de los Apóstoles. Ella representa un rostro de la Iglesia diferente y complementario con respecto al ministerial o jerárquico?3. En el acontecimiento de Pentecostés ?María se convierte en el centro y el núcleo focal de la Iglesia iluminada por el Espíritu?4.
El itinerario de fe de María a partir del momento en que fue cubierta por la sombra del Espíritu en Nazaret, hasta la efusión del Espíritu sobre la Iglesia en el cenáculo queda completado, por así decir, por un papel nuevo: el Espíritu Santo inspira ahora a la Iglesia con su perfil mariano. María por estar ?llena de Espíritu? se convierte en el modelo y el arquetipo de la Iglesia?. En Pentecostés María ha recibido el Espíritu de modo tan perfecto que puede formar el núcleo de la Iglesia con todos los santos, con quienes han recibido carismas y con todos los que viven esta perfecta acogida de la gracia.

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AMEstaún

Este escrito forma una unidad con los artículos publicados: en NM  n. 105, 107, 111 y 128; en la Web los días 20, 31 mayo, 20 de junio y 17 de noviembre de 2010.


1 Teodramática, IV, 370.

2 Homilía de Benedicto XVI en la concelebración eucarística con nuevos cardenales. 25 de marzo de 2006.

3 Catequesis de Juan Pablo II (6-IX-95)

4 María hoy, 40; Sponsa Verbi, 218.

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