19 de diciembre de 2006 VATICANO

La Iglesia reconoce oficialmente que nuestros Hermanos son mártires

El 18 de diciembre de 2006, por la tarde, el Servicio de Información del Vaticano hacía saber que el Santo Padre Benedicto XVI, permitía al Cardenal Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, José Saraiva Martins, promulgar diversos decretos sobre los milagros y el martirio. Nosotros tuvimos la alegría de leer que uno de estos decretos contemplaba a nuestros Hermanos Laurentino, Virgilio y otros 44 hermanos asesinados la noche del 8 de octubre de 1936 por ser hombres de Dios.

Recordemos de paso que la causa del H. Bernardo apareció en el decreto de martirio el 22 de junio de 2004, con el papa Juan Pablo II.

Ahora, por tanto, tenemos ambas causas, la del H. Bernardo y la del H. Laurentino, Virgilio y los otros 44 Hermanos, ratificadas por decreto. Ya sólo queda esperar la fecha de la beatificación. Ésta podría tener lugar en mayo de 2007, pero es muy probable que se realice en el otoño de este año que viene. Tenemos todavía la otra causa de 23 Hermanos agrupados que será estudiada por los cardenales y obispos en enero o febrero del año entrante.

¿Cuál es el significado del decreto de martirio? Este decreto, firmado por el Papa, establece el reconocimiento oficial de la Iglesia de que nuestros Hermanos son mártires, testigos de Cristo hasta derramar su sangre, modelos de vida cristiana y de amor en el pueblo de Dios, compañeros de camino hacia el Señor y amigos en el cielo que pueden interceder por nosotros. Podemos hacerles un lugar en nuestras oraciones, son nuestros hermanos, fueron fieles hasta el final, capaces de una donación total en un contexto de persecución.

Este decreto pone fin al largo recorrido que lleva a la beatificación. La causa del Hermano Laurentino, Provincial, y de su grupo comenzó en la diócesis de Barcelona en 1963. El proceso diocesano fue reconocido y validado por Roma en 1990. El Hermano Gabriele Andreucci redactó la positio (demostración de martirio) y la remitió a la Congregación de las Causas de los Santos en 1996. Fue estudiada por ocho teólogos, los cuales reconocieron por unanimidad el 25 de enero de 2005 que nuestros Hermanos eran auténticos mártires. Los cardenales y obispos retomaron posteriormente aquel estudio, llegando a la misma conclusión que los teólogos el 20 de junio de 2006. El día 18 de diciembre de 2006, con el decreto sobre el martirio, llegamos al punto final antes de la beatificación.

Aunque no tengamos todavía fecha concreta ni lugar determinado para la beatificación ?que todos querrían en Roma-, nosotros podemos abrir aún más nuestro corazón y nuestras oraciones a estos Hermanos. Ellos sabía desde 1931 que iban camino del martirio. En 1933, el H. Laurentino escribía a sus Hermanos una carta en la que con claridad y fuerza les decía que había llegado el momento de demostrar que verdaderamente amaban a Dios, no ya de palabra, sino con el don de la vida. Hay que saber que el H. Laurentino, antes de sufrir la muerte él mismo con sus 45 compañeros, ya había visto cómo iba al sacrificio otro grupo de más de 100 de sus Hermanos. En su Provincia, que entonces tenía el nombre de España, todos los Hermanos que tenían alguna responsabilidad fueron asesinados: el provincial, el viceprovincial H. Eusebio, el visitador H. Virgilio, el maestro de novicio, el director del escolasticado y casi todos los directores de colegio.

Si nuestra mirada se dirige ahora a los mártires de España, un total de 173, nuestro amor fraternal tiene igualmente el derecho de celebrar con orgullo a los Hermanos mártires de Oceanía, de China, de África. Ciertamente no estamos a falta de mártires y santos que nos estimulan a esa generosidad y audacia que ahora mismo estamos viendo en el proyecto de Misión Ad Gentes.

Mostrémonos agradecidos a Dios que obra maravillas entre nosotros. Vaya nuestra gratitud también a la Madre del Señor, la que lo hace todo entre nosotros, a nuestro fundador Marcelino, y a todos los Hermanos que nos han precedido en el servicio y el amor adelantándose en la llegada a la patria del cielo.

H. Giovanni Maria Bigotto

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