25 de enero de 2011 ITALIA

La muerte del cirio

El 5 enero, durante la plegaria de la tarde el cirio se ha quemado por última vez delante del Santísimo Sacramento expuesto. Una llama luminosa, alta, viva que tenía el don de trasmitir la alegría. Pero había consumido toda la mecha, solo quedaba la base de un cirio aplanado con un hueco en el centro. Arrojar estos restos del cirio daba pena, pues había acompañado de forma tan especial nuestras misas, nuestros cantos, nuestras vísperas. Vivíamos la muerte de un compañero, de un amigo silencioso. Era un cirio grueso, ligeramente azulado y como agrandado en su base. Se erguía digno sobre el platito blanco, en un rincón del altar. Estaba encendido en todas las misas. Ofrecía una llama hermosa, tranquila, dorada, que a veces temblaba para indicarnos su presencia. Como compañero fiel de la comunidad y del Señor, nos ha alumbrado durante meses, ofreciéndose todos los días de forma callada aunque alegre y luminosa. Diariamente, daba algo de sí mismo; su llama crecía pero él disminuía. Ayer tarde, durante el momento de la adoración, su llama ha brillado por última vez. Luego, ha muerto el amigo generoso en demasía, tan parecido a tantos hermanos que, después de haber entregado toda una vida, finalizan con el cabo de su mecha.Estas líneas han sido sugeridas por la notificación de la muerte del H. Mario Iori, aunque pueden aplicarse a todos estos hermanos fallecidos en una edad avanzada tras haber vivido sus últimos años apagándose en las casas de hermanos ancianos. La notificación de la muerte del H. Mario Iori, hermano nacido cerca de Roma, destaca como cualidad de toda su vida una actividad ilimitada: educador marista ante todo, conseguía que sus alumnos formasen parte tanto de un comité de redacción y de edición de libros, como del coro para la grabación de discos o de grupos activos con iniciativas en favor de las misiones. Su cabeza era un volcán de ideas. Escribió un libro que obtuvo un premio literario: La Historia de un banco, libro leído por muchos niños de Italia en las clases. Su última realización ha sido gigantesca y generosa. Poco antes de morir ha publicado Armonía Mariana, inspirada en el modelo de la Divina Comedia de Dante y sobrepasando, como esta obra, los 13.000 versos. Su venta estaba destinada a recaudar fondos para ayudar a los huérfanos. Como el cirio, también él se quemaba diariamente, convirtiendo de forma paulatina su fuego en luz. Su última irradiación, los 13.000 versos de la Armonía Mariana, manifiesta su amor profundo por la Virgen María y su preocupación por los niños a quienes la vida no ha mimado.Mario Iori es uno de esos innumerables hermanos que hacen de su vida una entrega, haciendo florecer las sonrisas en los niños, resolviendo los problemas de los adolescentes, acompañando paso a paso a los jóvenes que emprenden el camino de la vida, ofreciendo la esperanza a padres, a veces desamparados o sencillamente, permaneciendo fieles a sus cohermanos, sembrando la alegría en la vida de la comunidad. Solo Dios guarda la memoria de la vida de un hermano y conoce todo lo que siembra, la luz que de él destella, las personas cercanas o lejanas con quienes se relaciona. Solo Dios puede acoger a un hermano que muere en la gran familia de los santos.El cirio se quema todos los días hasta el final. Un verdadero hermano irradia luz todos los días hasta el final e incluso, más allá de su muerte. Solo Dios guarda la memoria de la vida de un hermano.

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