Carta a Marcelino

P. Jean-Baptiste Pompallier

1836-06-10

El P.Pompallier escribe de Roma, de donde había sido llamado, a fin de recibir instrucciones sobre la acción misionera en Oceanía, y para recibir la consagración episcopal. Se percibe la dicha, la perplejidad y un gran espíritu de fe en este hombre que, a los 35 años de edad, se ve revestido de tan alta responsabilidad. Al P.Champagnat le describe sus emociones, revelando grande amistad y confianza. Fue consagrado obispo en el final de aquel mes de junio, el día 30. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

[1] Hace tres semanas que llegué a Roma, y pasados algunos días, me apresuro a darle algunas noticias. Si el tiempo me lo permitiera ¡cuántas cosas interesantes y saludables tendría para contar!, pero estoy muy ocupado y antes de dos meses tengo que estar de regreso en Francia, entonces podremos fácilmente conversar durante algunos ratos.

[2] Mi viaje ha sido muy feliz, gracias a la protección de la Sma. Virgen, y a la bondad de Dios. Solamente, durante la travesía de Marsella a Génova, en el Mediterráneo, tuvimos una furiosa tempestad, desde las once de la noche hasta las tres de la madrugada. Mas el peligro no fue inminente. El Señor mantuvo siempre mi corazón en calma. Pensando en que me encontraba en peligro de muerte por la causa de su Santo Nombre, llenaba mi alma de consuelo y de fuerza. Solamente ocho días empleé en mi viaje.

[3] Llegado a Roma me presenté, sin tardar, a su Eminencia el Cardenal Prefecto de la propaganda, quien me acogió con satisfacción y benevolencia y me señaló un departamento conveniente en la misma Propaganda. Al tercer día de mi llegada fui presentado a Nuestro Santo padre el Papa. Luego de besar los pies de Su Santidad y de recibir su bendición platicamos durante unos veinte minutos. ¡Qué dicha! ¡Qué gran felicidad al ver al Vicario de Jesucristo! ¡Qué majestad en su augusta persona! Pero al mismo tiempo, qué bondad, qué paternal sencillez en ese ilustre sucesor de S. Pedro

[4] Le he dado gracias por todos los favores otorgados a la Sociedad de María como el Superior de Belley me lo había recomendado. Su Santidad se encomienda en gran manera a nuestras oraciones hacia la augusta Madre de Dios; antes de retirarme solicité su bendición para toda la pequeña Sociedad; lo cual se apresuró a conceder de manera muy cordial.

[5] Mis reparos respetuosos con relación a mi consagración episcopal no tuvieron efecto alguno ni en Su Eminencia el Cardenal Prefecto de la Propaganda ni con Su Santidad. Ni uno ni otro quisieron escucharme. La respuesta fue siempre que eso era necesario. Desde el primer día Mgr. el Cardenal me envió el sastre y los trabajadores para todas las cosas necesarias a un obispo; les recomendó que me tomaran medidas y todo lo arregló sin contar conmigo, a cargo de la Propaganda; de modo que actualmente tengo listos todos los atavíos de la víctima, que pronto va a ser ofrecida a Jesucristo, en colaboración por la salvación de los pueblos de Oceanía. Ya presiento todos los trabajos, todos los peligros, todas las tribulaciones que nos esperan en esas regiones lejanas. Esos pensamientos, lejos de desconcertarme, me causan placer. Bajo el peso abrumador de las dignidades que se avecinan ¡qué dicha que el buen Dios se haya dignado fijar su mirada sobre este pobre servidor para hacerle participar abundantemente de la mejor de las bienaventuranzas como es sufrir por causa de su santo nombre y para arrancar las almas del infierno! ¡Ah!, me parece ver ya en espíritu esas almas desdichadas de la Polinesia tendiendo sus brazos, implorando los tesoros de la salvación, el conocimiento y la posesión del verdadero bien que no es sino Dios mismo.

[6] Todos los Cardenales que por cortesía o por comisión he tenido que visitar demuestran mucha estima por esta misión y por toda la Sociedad de María.

[7] No ignorará que el breve ha sido expedido; debió llegar a Francia cuando yo llegaba a Roma. El motivo de tan pronta expedición es el gran deseo que tienen de que los Misioneros salgan cuanto antes. ¡Qué favor otorgado a la Sociedad! ¡Qué agradecimiento eterno no tendremos para con la Santísima Virgen y su divino Hijo!

[8] No le hablo de las particularidades de mi viaje, ni de los monumentos extraordinarios de piedad que he tenido el consuelo de visitar en esta ciudad, se necesitarían volúmenes para narrarlo todo..

[9] No sé todavía el día, ni la semana en que tendrá lugar mi consagración. Cuando me sea indicada, entraré en retiro inmediatamente.

[10] Le estoy muy agradecido, querido Padre, del don que me procuró por su parte; así como al Hno. Mateo, que se esmeró tanto en la preparación de mi viaje, en Lyon.

[11] Rece mucho por mí y haga rezar siempre mucho por mí. Ya ve el puesto donde el Señor me ha colocado.

[12] Estoy agobiado de ocupaciones y relaciones que tienen que ver con la misión que el Señor me da. Por ahora no puedo escribir a Valbenoîte. Tenga la bondad, si le place, de visitar a todos esos Cohermanos y comunicarles mis noticias, con el testimonio de mi más sincero afecto. Me recomiendo a las oraciones de todos nuestros buenos Hermanos.

[13] Mis respetuosos saludos a los Sres. Curas de Nuestra Señora y de San Pedro.

[14] Déme, lo antes posible, sus queridas noticias y las de todos ellos.

[15] Tengo el honor de ser, en unión con los Sagrados Corazones de Jesús y de María, muy querido Padre, vuestro humilde y obediente servidor,

POMPALLIER, Vic. Apost.

Edición: CEPAM

fonte: AFM 126.08

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