Carta a Marcelino

H. Elie-Régis

1839-01-12

El H.Elie-Régis, en viaje para las misiones, escribió esa carta cuando hizo escala en Valparaíso, un mes después de haber llegado allí. Viajaba en compañía del P.Petit y del P.Epalle, del H.Marie-Agustin y del H.Florentin. El grupo había embarcado el 9 de septiembre de 1838, empleando tres meses para llegar a Valparaíso. Allá esperaban un boleto de otra embarcación que siguiese en dirección de la Polinesia. Esta carta del H.Elie-Régis es bella, con la narración de sus sentimientos al tener que dejar todo para enfrentar la travesía marítima en búsqueda de las tierras misioneras. Estaba feliz por haber sido escogido, al mismo tiempo que sentía dolor por las despedidas y por la separación de l?Hermitage. Hace descripción sobria del océano, peces, otras embarcaciones, tempestades, cruce de la línea del ecuador etc, repasando todo con mucho sentimiento religioso. El H.Elie-Régis falleció en abril de 1872, en la Polinesia, habiendo allí trabajado por más de 30 años. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

Valparaíso, a 12 de enero de 1839.

Reverendo Padre:

Muy grato es para mí poderle renovar mis sentimientos de respeto y agradecimiento por todos los miramientos que ha tenido conmigo, y expresarle el pesar que he sentido al separarme para siempre de Ud. y de mis cohermanos, a quienes nunca olvidaré. No escucharé ya más las exhortaciones de Ud. ni veré sus buenos ejemplos. Pero si no me es posible estar entre Uds. en persona, procuro trasladarme de vez en cuando en espíritu, con el fin de adorar, todos juntos, al Padre Soberano, que siempre nos contempla dondequiera que estemos. ¡Cuán sublime es el pensamiento de su Grandeza, cuando me recuerdo que podría ir de un extremo al otro del mundo sin sustraerme a su presencia! ¡Cuán triste es también este pensamiento, si se considera que tanta gente no le conoce más que para ofenderle!

Embarcamos el 11 de septiembre. Tuvimos buen viento en los primeros días. El 20 pasamos por la isla de Madera, de tanta fama por sus vinos. No habíamos visto aún grandes peces, hasta entonces, en que vimos marsopas. Estos peces tienen el morro como los cerdos. Cogieron uno que podría pesar 150, pero se dice que los hay de 300 a 500. Estos peces no son nada buenos. Los marineros los temen como se teme la carne del perro y del lobo. Comimos solamente los sesos, que nos gustaron mucho. Los hemos visto luego varias veces durante nuestro viaje, y después negros y blancos. Pasamos el ecuador el 18 de octubre. Es una ocasión de diversión para los marineros, sometiendo al bautismo a todo pasajero que lo pasa por primera vez. Como nosotros no queríamos ser bautizados dos veces, pedimos que se nos dispensara. Lo obtuvimos dando satisfacción a sus deseos de recibir algo de los pasajeros. He aquí la descripción de la ceremonia: al atardecer, el padrino de la línea ecuatorial se hizo oír desde lo alto de la gran vela con un altavoz; disparó dos pistoletazos y preguntó si había pasajeros a bordo y el nombre del capitán. Luego hizo llover sobre nuestras cabezas una granizada de judías. esto era sólo el anuncio de su llegada, la víspera del día. No vimos lo que pasó por la mañana, porque nos metimos en la habitación. Pero lo principal consiste en mojarse. Hacen sentar al bautizado sobre una tabla, bajo la cual hay un recipiente lleno de agua. Se hace correr la tabla suavemente y se encuentra uno en un recipiente lleno de agua, lo cual constituye un motivo de risa para todos los espectadores.
En el ecuador el sol sale a las seis y se pone a la seis. Tuvimos algo de calma. Cerca de ahí sepultaron a un niño de unos seis meses, y habíamos perdido ya a un marinero a los ocho días de navegación. Estaba plegando las velas cuando el viento lo hizo caer al mar.

El dos de noviembre estuvimos a punto de tener un incendio; luego tempestad, hasta el cinco. El 26 pasamos por el Cabo de Hornos, tan temido a causa del frío y la tempestad. Tuvimos mucha suerte: tiempo tranquilo, sin frío. Divisábamos las montañas del Cabo de Hornos. Tuvimos la dicha de oír la Santa Misa, que se celebró sin incomodidad en cuanto al tiempo. Se puede decir que no hay noche, o al menos muy corta. La noche se reduce a unas dos horas de crepúsculo. Me quedé una vez en el puente hasta después de media noche. Comenzaba a alborear y hacía tan sólo un instante que la luz del día anterior había desaparecido.Si no sufrimos tempestad en el Cabo de Hornos, bien que la afrontamos más tarde. Tuvimos en el Pacífico dos días de horrorosa tempestad, del 3 al 5. Se veían montañas de agua enormemente altas que de vez en cuando se estrellaban contra el barco y llegaban a cubrirlo. Hubo una tan fuerte que arrastró una lancha de salvamento; mucha agua llegó hasta la habitación. La nave estaba tan ladeada que no podíamos mantenernos en posición vertical en el puente sin la ayuda de algún apoyo o sin agarrarnos a alguna cuerda. Tales momentos son espantosos, pero cuando uno se ha puesto en manos del Todopoderoso, no se tiene miedo a nada pues sólo se desea el cumplimiento de su santa voluntad. Pero son terribles para cuantos tengan una manera de ver demasiado humana, porque se aferran a esta vida ya que no cuentan con otra.

No lejos de nosotros encontramos un barco ballenero cuyo capitán vino a hacernos una visita. Luego vimos, el mismo día, tres ballenas a la vez, que pasaron muy cerca de nuestro navío y del ballenero. Pensaba que iban a cogerlas, pero las despreciaron, pues no eran de buena clase. De todas formas, destacaban por su tamaño.

El 12 de diciembre llegamos a Valparaíso. Los Padres de Picpus, al enterarse de nuestra llegada, vinieron a nuestro encuentro y nos condujeron a su casa, donde estamos alojados y tratados como si fuéramos de su Sociedad. No os diré mayor cosa de Valparaíso, sólo que estamos en pleno verano; la estación de los frutos que llega; el trigo ha sido cosechado hace ya mucho tiempo. En esta casa hay mucha piedad; los Padres son rudos para aplicarse la disciplina; les he oído, una vez, durante todo el miserere, vaya que si pegaban fuerte.

Esperamos salir dentro de unos quince días en una goleta del Sr. Rouchouse, llegada de Sandwich para llevar al Sr. Meyret, que vendrá con nosotros así como otro sacerdote de su Sociedad.

H. ELIAS REGIS

Edición: CEPAM

fonte: AFM Cahier 48 L.08

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