Carta a Marcelino

H. Attale

1839-07-15

El H. Attale partió para las misiones de Oceanía en compañía de 4 sacerdotes maristas. P.Viard, P.Chevron, P.Petit-Jean y P.Comte. De Francia el grupo se transfirió para Londres, en Inglaterra, de dónde inició la travesía atlántica el día 15 de junio de 1839. Después de un mes de viaje el velero había llegado a las islas Canarias, para una escala de cuatro días, en vista del reabastecimiento del agua potable. De allá el H.Attale redactó esta carta, que se nota inconclusa. Probablemente el tiempo de la escala se redujo y fue preciso terminar la redacción pronto, cerrar el sobre y confiarlo al Capitán de alguna embarcación que regresaba a Francia. El H.Attale describe algunos aspectos de la ciudad de Londres, dejando translucir su preocupación por el ambiente protestante que formaba el contexto de todo. Esto mismo se puede notar cuando habla de la tripulación y de los otros pasajeros: ?Pienso que todos los demás sean protestantes?. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

J.M.J., San Yago, a 15 de julio de 1839.

Reverendo Padre:

Le escribo para satisfacer el gozo que experimento de darle noticias mías, para agradecerle tantos trabajos y bondades que ha tenido conmigo, para decirle con brevedad los diferentes lugares de mi viaje.

Salí de Lyon el 23 de mayo con los Padres Comte y Chevron, a las 8 de la mañana; llegamos a París el 25 de mayo a las 6 de la mañana; fuimos alojados en el Seminario de Misiones Extranjeras; nos recibieron muy amigablemente. El Rdo. P.Dubois me pide noticias suyas; creo oportuno transmitirle sus saludos. El 26, salimos a las 2 de la mañana y llegamos el 27, a mediodía, a Boulogne; el mismo día, volvimos a salir, a las 10 de la noche, en un barco a vapor con rumbo a Londres, a las 11 de la mañana. Allí, encontramos a un francés, el mismo francés que ya había llevado a su casa a nuestros dos padres Petit y Viard, quienes habían llegado dos días antes que nosotros; pero ya no estaban en su casa. No habíamos terminado de almorzar cuando ambos Padres vinieron a buscarnos; fuimos con ellos a su nuevo hotel. Este es de gente que sólo recibe a algunos viajeros como nosotros; se trata de una familia que parece muy adicta; se tienen por cristianos católicos como nosotros, pero con muy poca instrucción sobre la religión.

Voy a entretenerle un poco sobre la ciudad de Londres. La ciudad de Londres es muy grande; se calcula que tiene más de un millón cuatrocientas mil almas; las casas no son muy altas, a mi entender no tienen más de un tercer piso. He observado especialmente el entierro de dos ingleses: en cada entierro había tres carruajes tirados cada uno por dos caballos: uno para el difunto y los otros para los ministros de su secta, quienes llevan en la mano un bastón que no sé qué tiene en la cúspide y está doblado con una pasta negra; estos bastones miden aproximadamente 5 pies de largo; los sacerdotes o ministros están revestidos de negro y llevan sombreros redondos. Los caballos están cubiertos de negro, al igual que los carruajes. Las iglesias están muy limpias, pero no parecen bien equipadas. Los hombres y las mujeres no saben salir de casa sin tomar los carruajes, así que estos llenan las calles. La religión cristiana en Londres está por completo en una situación digna de lástima las sectas devoran este reino: se calcula en más de ochenta diferentes.

Todas nuestras prendas y maletas están en el barco, nada se ha perdido; un señor protestante, cuya mujer es católica, nos ha hecho grandes favores. Gracias a su influencia muy pocas maletas fueron abiertas en la oficina de la aduana. Salimos de Londres el 14 de junio y nos hicimos a la vela el 15, a las 6 de la tarde. De las 36 personas que hay en el barco, solamente nosotros somos católicos; hay dos judíos, dos negros, y creo que el resto es protestante. El dueño del barco, y que es el capitán, parece bien dispuesto a cuanto nos haga falta. Tenemos tres cuartos pequeños para los cinco, los llamados camarotes: son muy estrechos, apenas si miden 5 pies y medio el lado de su cuadrado, incluidas las camas.

Los primeros días de navegación no han sido favorables; al cabo de unos días el mar se calmó, el Señor nos ha enviado buen viento y hemos navegado rápidamente; pasamos de largo las islas de Ouliest, de Soilly, de Madeira y las Canarias; llegamos a San Yago el 13, donde permanecemos 4 días para abastecernos de agua dulce. Esta isla es fertilísima en toda clase de frutas; residen un Obispo y dos sacerdotes. ¡Qué pena! Rdo. Padre, la mies está a punto en esta isla, y de tener obreros, todos sus habitantes no respirarían otras cosa que el conocimiento del verdadero Dios. Hubieran deseado retener a dos de nuestros Padres, diciendo que por lo menos tendrían sacerdotes para confesarlos y enterrarlos. Los dos sacerdotes que hay son portugueses; hay un gobernador católico, el Cónsul, también es católico. Estos pobres negros. ¡Qué pena! Estos negros dan lástima. Corrían detrás de nosotros para conseguir una medalla o una cruz. Una casa, donde entramos y en la que permanecimos unos momentos, fue asaltada por estos pobres salvajes, e incluso por varios soldados que se encontraban allí, con sus gorras de policía en la mano, pidiéndonos con insistencia una medalla o una cruz. A quienes se les daba, pronto las colocaban en el cuello y se mostraban contentos de estar pertrechados con semejantes armas. Habíamos distribuido cuanto teníamos, pero la gente no parecía disminuir; de improviso llega uno que nos emocionó, decía: Soy trompeta, por favor, una cruz, por favor. Yo guardaba una pequeña que me habían dado en Londres. Se la entregué con un cordón que el P.Viare le dio; de inmediato se la puso en el cuello. Nunca militar alguno ha podido estar tan ufano.

Algo le he dicho sobre las iglesias de Londres, pero son mucho mejores que las de aquí.En esta isla las encuentra uno como descuidadas, debido posiblemente a la pobreza reinante.

Frère ATTALE

Edición: CEPAM

fonte: AFM Cahier 48 L.12

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