17 de abril de 2020 CASA GENERAL

¿Qué estamos aprendiendo con la crisis del COVID-19? (2)

COVID-19 es un desafío global que afecta sobre todo a los más vulnerables. El Instituto Marista, familia carismática global que trabaja acompañando a miles de niños y jóvenes en su trayectoria educativa, está de manera activa junto a los educadores y estudiantes en este momento tan especial.

Pedimos a los superiores de las Unidades Administrativas Maristas que compartan con el mundo marista su aprendizaje en esta situación especial. Aquí en seguida encuentran algunas reflexiones. Otras seguirán.

En esta página se encuentran informaciones sobre la situación y recursos desde las Unidades Administrativas maristas.


H. Pat McNamara – Estados Unidos

Los maristas estamos llamados a depositar nuestra confianza en el cuidado y la protección de María en esta crisis, tal como lo hacemos con otros desafíos y ansiedades que se nos presentan. Nuestra fraternidad simple sigue, a pesar de nuestro aislamiento físico; siempre estamos juntos para apoyarnos y alentarnos unos a otros de diferentes maneras. Y después de esta crisis, estaremos juntos en mejores días y condiciones.


H. Canísio José Willrich – Distrito Asia

Lo que vivimos y vemos en todo el mundo es difícil de describir. Esta pandemia está cambiando el mundo para siempre, y esto puede ser así para nosotros, hermanos y laicos. Esto me hace pensar realmente en el significado de la “vida o muerte” y me invita a reflexionar sobre los problemas fundamentales de la humanidad y verlos desde un ángulo divino.

En este período doloroso, la Pascua adquiere todo su significado, quizás ahora más que nunca. En las Escrituras, vemos lo que Jesús hizo en estas situaciones de sufrimiento y oscuridad y, finalmente, después de tres días en su “confinamiento”, ¡salió la luz! ¡La esperanza vino a la vida!

Y me viene a la mente la llamada del Capítulo general: “Ser un faro de luz y esperanza en este mundo turbulento”.


H. Robert Thunus – West Central Europe

Ante esta situación, podemos sentirnos desanimados e impotentes. Sin embargo, creo que esta es una gran oportunidad para desarrollar dos actitudes: la de la fraternidad y la de la oración. Así podemos propagar otro contagio, el de la benevolencia.

Tal como el Papa Francisco mencionó el otro día, “es juntos que saldremos de esta situación, avanzando con esperanza …” Pienso en todos los pequeños gestos de atención que podemos tener los unos a los otros. Esto fomenta otra forma de convivencia con quienes están cerca: hermanos, familiares, amigos, colegas y jóvenes de nuestra pastoral. También podemos hacer desde la distancia, utilizando medios modernos de comunicación: teléfono, correo electrónico, Messenger, Skype, WhatsApp, etc.

Ir hacia el otro, teniéndolos delante de uno, interesándonos por ellos, escuchándolos, alentándolos… También significa tomarse el tiempo para ponerse en contacto con aquellos que están solos y necesitan apoyo. Es crear un ambiente relajado y sereno, a veces con un toque de humor. Es destacar lo positivo que veo, incluso en los medios, todos esos actos de solidaridad de las que las personas son capaces… Es una manera de “dar la mano” durante este tiempo de prueba, es una forma de vivir con “un poco más de amor de lo habitual”, como canta Francis Cabrel.


Hermano Benê Oliveira – Brasil Centro-Sul

El gran aprendizaje que, creo, podemos sacar de este momento de connivencia con la pandemia del coronavirus, es la experiencia de cambiar el miedo por la esperanza. En este sentido, valoro mucho las reflexiones del Cardenal Dom José Tolentino Mendonça, Prefecto de los Archivos Apostólicos y de la Biblioteca del Vaticano, que acaba de escribir el libro “El poder de la esperanza – las manos que sostienen el alma del mundo”. En su libro él dice que necesitamos manos, manos religiosas y no religiosas que sostengan el alma del mundo, es decir, que demuestren que el redescubrimiento de la esperanza es la primera oración global del siglo XXI, capaz de salvar a la humanidad.

Es por ello que el recogimiento en cuarentena se presenta como una oportunidad, como un don, como un tiempo nuevo para que la humanidad supere el miedo, la esperanza y se encuentre como una comunidad, un hogar común, una familia global. Es la hora, como lo afirma nuestro XXII Capítulo General, de “abandonar la cultura del ego y promover los ecos: ecología, ecosistema, economía solidaria, que reducen el escándalo de la indiferencia y la desigualdad”.

Esta posición y actitudes también fueron vividas en gran medida por San Marcelino Champagnat cuando animó a los Hermanos en los momentos difíciles de la fundación de nuestro Instituto, sobre todo durante la Revolución de 1830, cuando los soldados amenazaron l’Hermitage y él, poniéndose a la cabeza de la comunidad, repitió a los Hermanos: “No tengan miedo”, como haciéndose eco de Jesús en el Evangelio: “En este mundo tendréis aflicciones, pero ¡tened ánimo! Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

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