Compartir la vida mientras se hace camino
El día inicia en torno a una mesa. La mesa se puede ampliar a medida que llegan los comensales. Las pequeñas mesas se pueden unir unas con otras para formar una mesa todavía mayor. Los espacios de compartir se alargan en el horizonte. Esa era la propuesta de la dinámica con la que se inició el día. Los participantes se desplazaban físicamente desde su pequeño reducto inicial hacia espacios donde tenía cabida una gran comunidad. De mesa en mesa se llegó hasta la mesa de La Valla que ofrece con abundancia el alimento del carisma marista.
Después del desayuno, los participantes en el encuentro se proveyeron de agua y algo de alimento. Estaba previsto pasar el día en contacto con la naturaleza al mismo tiempo que se profundizaba en la relación personal. Tres autocares desplazaron a los participantes desde Buitrago a Oteruelo del Valle. Desde este pueblecito parten caminos que se pierden en el bosque. A través de esas rutas se llega al Monasterio de Santa María del Paular. La primera meta fue Rascafría. Hacía calor. La sombra de los árboles ofrecía refrigerio. Era mediodía.
Durante el camino se realizaron dos dinámicas que fomentaron el encuentro en profundidad. En primer lugar, de dos en dos, pudieron compartir con el compañero algunos hechos significativos de la vida personal. El camino hacia el Paular se convirtió en camino de Emaús. La conversación se manifestaba animada, viva, intensa. En un segundo momento se trataba de ampliar el grupo y poder compartir el sueño de Champagnat que hoy se alberga en el corazón de los jóvenes. Ese momento era una prolongación del banquete de la mesa de La Valla con el que se inició la oración de la mañana.
Desde Rascafría parte un camino llano. Sigue el trayecto paralelo al río y a la carretera que conduce al puerto de Los Cotos y desemboca en el núcleo monumental del Monasterio de El Paular. A lo largo del camino se pudo disfrutar de la sombra de fresnos y chopos centenarios. A rachas los ojos pueden disfrutar de inigualables vistas sobre el Valle del Paular y el río Lozoya. El Puente del Perdón vadea el Río Lozoya a la altura del Monasterio de El Paular. Es un punto estratégico para disfrutar de una excelente vista del monasterio. A través de él llegamos al Área Recreativa de las Presillas, una serie de piscinas naturales que represan el agua del río Lozoya. Un baño refrescante y una comida restauradora permitieron compartir momentos intensos de amistad.
Por la tarde se realizó una visita al monasterio de El Paular. En varios escudos, que se encuentran en diversos lugares del monasterio, se pueden ver siete estrellas que indican que los primeros monjes que vinieron a este lugar fueron los cartujos. La siete estrellas simbolizan a los fundadores de la Cartuja: San Bruno y los seis primeros compañeros que junto con él se retiraron a Chartreuse (cerca de Grenoble) donde en el año 1084 fundaron la primera Cartuja.
Hoy la vida religiosa está presente desde 1954 gracias a una comunidad de 8 benedictinos. “Una comunidad pequeña pero viva.”, comenta el P. Miguel Muñoz Vila, Prior desde el año 2003. “Los monjes nos dedicamos a la conservación y mantenimiento del monasterio y atendemos y enseñamos el monasterio a cuantas personas se dirigen a este cenobio”.
En una hermosa capilla de este lugar de espiritualidad los participantes en el encuentro hicieron la oración mariana presididos por el Prior del monasterio. El mismo Prior acompañó al grupo dando explicaciones de las características históricas, artísticas y arquitectónicas de las diversas partes del monasterio: la capilla barroca del santísimo, el comedor, la sillería de la iglesia y el retablo de alabastro de estilo gótico flamenco en el que destaca la efigie de Santa María del Paular. Y finalmente el claustro, con la colección de pinturas de de Carducho. Se vivo un día lleno de espiritualidad, cultura e historia de la Iglesia.
La jornada concluyó en torno a la mesa de la Eucaristía. La lectura del lavatorio de los pies invita a los presentes a realizar hoy lo que hizo Jesús con sus discípulos.
Este día de descanso y contacto con la naturaleza ha traído nuevas fuerzas para reemprender el encuentro.