Carta a Marcelino

H. Barthelemy

1840-03-16

El H.Barthélemy revela su grande estima por el Fundador al describir, ya en el primer párrafo del texto, el dolor y la preocupación que siente al saberlo enfermo. Después, todo el resto de la carta es la descripción de la situación difícil de la pequeña escuela de S. Symphorien, donde los Hermanos actuaban desde 1827, con poco apoyo del párroco y mucha hostilidad por parte de algunos representantes del pueblo. El H.Barthélemy enumera 9 motivos por los cuales juzga que sería conveniente la retirada de los Hermanos de S.Symphorien, pero deja al P.Champagnat enteramente libre para decidir. Sabemos que la presencia de los Hermanos en la localidad continuó hasta 1904, con interrupción provisional entre 1881 1886. (Cfr. H.Ivo Strobino, nota introductoria al texto, ?Cartas Passivas?)

St. Symphorien dOzon, a 16 de marzo de 1840.

Muy querido y Reverendo Padre Superior, su bendición.

Hacia finales de febrero tuve noticias de su salud, pero tan penosas que me dejaron afligido hasta que, poco después, me fueron llegando otras, sobre el tema, más reconfortantes. Tenga la bondad de confirmarme estas últimas y darme otras más tranquilizadoras, si cabe. El gusto que usted me proporcionará quedará por encima de lo expresable.

Aprovecho esta ocasión de pedirle noticias para hablarle de nuestro pobre establecimiento de St. Symphorien dOzon. Le ruego que, en lo que voy a decirle, no tenga en consideración alguna mis propios sentimientos ni mi manera de juzgar, porque si las cosas de las que voy a hablarle ahora, le llevasen a tomar una decisión definitiva que usted ya ha estado a punto de tomar en otras ocasiones, no deseo estar en nada opuesto a Dios. Haga lo que crea mejor, y más acorde con la voluntad de Dios y de mayor ventaja para la Sociedad de María.

He aquí, de la forma más breve posible, las razones en las cuales apoyo mi razonamiento y mi manera de pensar, y que me siento obligado a comunicarle en esta ocasión.

1º Nunca funcionará bien este establecimiento mientras esté regido y sostenido como lo está hoy. Esta opinión la comparten todos los Hermanos y otras personas que lo han conocido tan de cerca como yo; lo que sigue le probará seguramente la afirmación que le adelanto. Si Ud. lo duda, sírvase enviar al carísimo H. Luis María quien verá por sí mismo el estado de las cosas y le hará posteriormente un informe fiel, tras el cual usted sabrá mejor a qué atenerse. ¡Ah! cómo desearía que viniese cuanto antes.

2º El comportamiento del Sr. Cura con respecto a esta escuela indica, en apariencia, un descuido que apena; sé muy bien que en lo íntimo de su corazón la aprecia, pero de ahí no pasa. Me lo hace pensar lo siguiente: el último año sólo una vez visitó la escuela; en el presente todavía no ha venido excepto el día en que el Inspector suele visitarla y eso sólo tiene lugar una vez al año; no espero su visita porque fácilmente puede dispensarse de hacerla. Creo que si yo no pusiera los pies en el curato nada sabría de lo que sucede en las clases. Cuando voy a visitarle para pedir su parecer sobre tal o cual niño, o sobre todos en general, ya me dirá lo que convenga hacer o me dejará en libertad de obrar, pero lo hace de una manera tan fría que con frecuencia me siento inclinado a no volver a preguntarle nada.

3º Si Ud. nos retirase de aquí, alegraría sobre todo a dos miembros del comité local de vigilancia; y una tercera persona (el Sr. Alcalde) se consolaría prontamente. Los tres querrían, si pudieran hacerlo, tener una escuela comunal con un maestro privado. No se vanaglorian de ello públicamente, pero lo he sabido de buena tinta. A mí, siempre me dispensan la mejor de las acogidas y yo les correspondo de la misma manera, en lo posible, pero desconfío mucho de ellos pues conozco demasiado bien su fingimiento.

4º Además, la mayoría de los feligreses que tienen sus hijos en las escuelas tampoco llorarían si nos fuésemos; yo creo que nuestra partida les agradaría tanto como les gustó nuestra llegada el primer año.

5º Tenemos ahora 56 niños en total; 39 en mi clase y 17 en la otra. De dicho número hay varios que vienen solamente una vez al día; otros faltan a menudo en este tiempo, a causa de su ocupación; de tal forma que el total de la primera clase varía entre 12 y 17, y el de la mía de 24 a 34; difícilmente hay más a la vez, excepto cuando hace mal tiempo. Desde la fiesta de Todos los Santos, solamente hemos recibido dos nuevos y hemos perdido 12 ó 15 de los que venían el año pasado. Si no nos devuelve al H. Ambrosio, a más tardar para el fin de la cuaresma, será impensable recibir nuevos alumnos, o por lo menos será uno que otro.

6º De ninguna manera me quejo del H. Adrián; hace siempre lo que puede; pero, su falta de instrucción, su poca experiencia y su gran dificultad para hablar, le ponen en la imposibilidad de acertar en lugar tan difícil como éste. Con este buen Hermano, personalmente he ganado, pero la clase que atiende ha perdido mucho. Me sorprende que me hayan asignado un adjunto tan poco capacitado para la clase. Si no le hubiera adiestrado y enseñado a leer el mapa, a valerse de la chasca, etc, sus niños no hubieran aprovechado más que los de St. Sauveur el año pasado. No lo vi cuando se presentó a exámenes en las pasadas vacaciones, pues le aseguro, que de haber sido testigo de su saber y de la dificultad que tiene para expresarse, me hubiera hecho mucho del rogar para traerle conmigo. Por lo demás estoy contentísimo con él; es un buen muchacho. Sería muy apto para desempeñar un empleo manual o para hacer la cocina, e incluso para dar clase en otro lugar menos difícil que éste, con tal que se le forme un poco más. Tiene vivo deseo de instruirse, al comprobar que no sabe sino lo indispensable para su manejo personal.

7º No obstante, y a pesar de cuanto le he dicho de mi querido colaborador, prefiero conservarle antes que tener otro que no hubiera estado aquí y que no fuera más capaz que él. Si Ud. no puede devolver pronto al H. Ambrosio, creo que tendremos que ocultarnos de vergüenza cuando llegue la buena estación, por no tener casi a ningún niño.

8º Las razones que tenía para pedir el cambio del Hermano que ahora reclamo casi han desaparecido porque ha mejorado, según se dice; y además, que habiendo hecho los votos perpetuos hace poco, tengo motivo para pensar que ahora será algo más razonable. Por lo demás, al solicitárselo no busco mi provecho personal, se lo aseguro, pues están muy presentes en mi mente las dificultades que tuve con él el año pasado, y que fueron mayores que las del H. Adrián. Así, puede creerme que en eso no busco más que el bien de la clase de los pequeños, y con ella la de la escuela.

9º Si Ud. no envía alguno capaz de hacer una visita en toda regla, para examinar en el lugar lo que acabo de decirle, haría bien en escribir al Sr. Cura para pedirle lo que se nos adeuda, exponiéndole las necesidades económicas de Ud. y dándole a entender que los Hermanos no pueden hacer el bien en la parroquia con tan pocos niños y con tanta oposición en su contra; que Ud. se halla molesto ya que en otros establecimientos los Hermanos podrán hacer mejor que aquí y que, en una palabra, si él no encuentra la forma de que su escuela marche mejor, Ud. se verá obligado a llevarse a los Hermanos muy pronto. Tengo la certeza de que una carta en estos términos lo despertaría del profundo sopor en que parece haberlo sumido su indiferencia.

10º Concluyo la carta haciéndole ver que con 800 francos, los víveres tan caros, sin huerto (pues todo él es ahora patio) con grandísima dificultad podemos abastecer la despensa, comprar ropa, reparar el mobiliario, que está en sus últimas. Considere ahora las razones que Ud. tiene para retirarnos de aquí o para permitir que sigamos sufriendo. He cumplido con mi deber al decirle lo que le he dicho. Haga lo que juzgue más conveniente, haciendo caso omiso de mis maneras de sentir o de pensar tal como se lo había pedido desde el inicio de esta carta.

Si tuviera la bondad de responder a mi carta haciendo referencia a cada uno de los apartados que le señalo, me haría Ud. un gran favor. Sin embargo, haga como mejor le parezca. Esperando tener el gusto de recibir noticias de Ud, le envío un cordial abrazo y me repito, muy Reverendo Padre, su humilde y obediente servidor e hijo en Jesucristo.

H. BARTOLOME.

P.D.Juzgo que al Sr. Cura aún no le haya llegado la carta de cuya recepción Ud. me había encomendado me informase preguntándole si él ya la había recibido.

Edición: CEPAM

fonte: AFM 121.12

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