31 de diciembre de 2015 CHILE

Movimiento Champagnat de la Familia Marista

El Movimiento Champagnat de la Familia Marista en su larga historia de 30 años ha querido ayudar a que cada miembro descubra y realice su misión personal en la construcción del Reino de Dios. El nuevo Proyecto de vida que se está elaborando dentro del proceso de actualización del Movimiento,  sigue recogiendo esta dimensión de la misión marista, que busca desarrollar el rostro mariano de la Iglesia, es decir una Iglesia que se abaja, que sirve y acoge, comprometida con los más necesitados. 

Iremos haciendo eco en estas páginas de algunos testimonios de fraternidades maristas que se proyectan en centros sociales, parroquias, colegios… con una fuerte dimensión solidaria, que la integran con sus obligaciones familiares y profesionales. Hoy presentamos la fraternidad Gregorio Pastor, de Chile (Provincia Santa María de los Andes)

 

Cuando el Espíritu sopla, ocurren las paradojas del Evangelio

Hacía poco que habían iniciado las clases en el nuevo Colegio de los maristas, el que lleva el nombre de unos de los mártires de Zaire, el hno. Fernando de la Fuente. Este se encuentra en el norte de nuestro país, a más de 1700 kilómetros de Santiago, en la comuna La Negra de Alto Hospicio, la comuna más pobre del  país y con altos índices  de drogadicción.  Se nos invita a conocer este nuevo colegio. Fuimos llamadas voluntarias  maristas. Estando allí las tareas fueron muchas, la principal fue trasladar toda la Biblioteca de un primer piso a un segundo, preparar ficheros, forrar libros, ornamentar y preparar el lugar para los actos…

Regresamos a Santiago, después de este primer encuentro, bastante cansadas, pero con la certeza de que teníamos una gran tarea por cumplir en delante.  Al Colegio Hno. Fernando no se va de visita, ni de paseo, se va a encontrar con el Marcelino que conocimos cuando nuestros hijos aprendían la vida del fundador, ese Marcelino que acoge, que escucha, que juega, que ríe, que trabaja, que instruye, pero por sobre todo, nos enseña que lo más importante es el amor.

Desde esa fecha (ya casi 9 años)  regresamos dos veces año, a ponernos a disposición de la comunidad colegial para realizar las tareas que ellos nos encomienden, desde coser un botón hasta guiar jornadas con profesores, alumnos, padres y toda la comunidad. Pero esta experiencia solidaria de nuestra fraternidad no se limita solo en el “hacer y el llevar” sino que ha sido una vivencia transformadora en donde las miradas se conectan con el corazón. El temor de los primeros encuentros al caminar por las polvorientas veredas han dado espacio a los afectos, y ya no inquieta la desconfianza sino que hemos sido seducidas e invitadas a la solidaridad. Una solidaridad que involucra al prójimo, al hermano, a los padres, alumnos y a quienes forman parte de esta comunidad colegial, con sus historias de esfuerzo, luchas, penas y alegrías. Una solidaridad en donde al caer la tarde se comparte la misma mesa y siempre están invitadas la alegría, las emociones, la escucha y el sigilo, la amistad y la confianza pero, sobre todas las cosas, las infinitas gracias a Dios por tan inmenso regalo, en donde  todo lo poco, pobre y carente que puede existir en este lugar se convierte en una fuerza transformadora que engrandece y enriquece el alma. 

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