18 de enero de 2005 ARGENTINA

Pastoral juvenil en clave vocacional

Durante los días 29, 30 y 31 de Octubre nos encontramos 52 adolescentes, 18 jóvenes y 7 hermanos para celebrar la alegría de sentirnos hermanos y hermanas en torno a María y Marcelino. Reflexionamos sobre el desafío de gritar fraternidad, y hacerlo desde opciones muy concretas: los niños y jóvenes más pobres, la gente de los barrios, el trabajo comunitario…
Sentimos que los sueños que soñamos son sueños de muchas y muchos. Son también los sueños que soñaron muchos de nuestros mayores; tal vez nuestros padres o abuelos, algunos de nuestros educadores; son los sueños de Marcelino, y de Jesús…. Sólo que no basta soñar…. hay que ponerle corazón, cabeza y manos a los sueños, y hacerlos realidad en lo poquito y lo concreto que podemos.
Nos acercamos a Marcelino para descubrir que él eligió en su tiempo gritar fraternidad!

Entonces el grito de fraternidad de Marcelino se plasmó en cuatro caminos, muy concretos y cercanos:
* Marcelino eligió gritar fraternidad haciendo hermanos, formando comunidades. Y siendo él mismo parte de una comunidad.
* Decidió también hacer una opción de servicio educativo por los niños y los jóvenes pobres. Porque había muchos pobres y muchos huérfanos en la campaña francesa de aquel tiempo, y era imposible decirle al mundo que somos hermanos sin hacerse cargo de ellos.
* Por otra parte, cuidó que los gestos concretos y cotidianos de su vida fueran gestos tibios de amor, ternura y solidaridad. No tenía sentido una gran obra educativa y evangelizadora hacia fuera, hacia el pueblo, que no fuese acompañada de gestos simples pero elocuentes, como regalar un colchón, acoger un huérfano, compartir el pan del desayuno….
* ¿Pero dónde se inspiraría semejante anhelo de fraternidad? Marcelino supo desde siempre que el único modo genuino de cultivar y cuidar una auténtica fraternidad era confiar y abandonarse en el tierno corazón y en los dulces brazos de María. Sólo ella podía inspirar y fortalecer el anhelo de fraternidad en momentos tan confusos y contradictorios.

Y nos llevamos a nuestros lugares de origen el desafío de beber de su fuente. Nuestro grito en este tiempo puede ser su mismo grito: ¡necesitamos ser hermanos!. Nuestro sueño conecta con el suyo. Y nuestros gestos, unidos a los de tantas y tantos otros de esta rica y compleja familia humana, pueden sumar un pequeño- gran grano de arena (¡y de trigo!) para construir con esperanza algo de lo mucho que nuestro corazón anhela.

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